Por Rolando Tello Espinosa
El agua ha determinado el origen y el destino de Cuenca, ciudad regada por cuatro ríos. De ella han surgido la salud y la vida, el esplendor del paisaje, la fecundidad de los campos, la inspiración de los poetas o, en tiempos modernos, la fuerza generadora de las principales fuentes eléctricas del Ecuador
En el siglo XV los cañaris llamaron Guapdondelig, "llanura grande como el cielo", al enorme valle que habitaban, y luego los incas Paucarbamba, "llanura florida", donde levantaron entre jardines y senderos de agua los aposentos imperiales de Pumapungo, con recubrimientos de oro, residencia de Huayna Cápac, el poderoso monarca del Tahuantinsuyo.
Hacia 1538 el encomendador Gil Ramírez Dávalos instaló en el lugar molinos de grano accionados con agua del río Tomebamba, para abastecer de alimento a los habitantes del pueblo al que bautizó Santa Ana de los Ríos. Es la primera noticia sobre el uso del agua como fuerza mecánica productiva en el primitivo poblado.
El Virrey de Perú Andrés Hurtado de Mendoza, percatado de la imponderable belleza del valle florido, con agua permanente y habitado por gente honrada y amiga del trabajo, ordenó a Ramírez Dávalos que en este paraje fundase una ciudad que llevara el nombre de su tierra nativa, la Cuenca de España. El mandato se cumplió el 12 de abril de 1557.
En la orden constaba que en el centro de la plaza €“ junto con la horca para hacer Justicia y la Cruz de la cristiandad- se erigiese una pileta ornamental de la nueva ciudad, que a la vez abasteciera de sustento y aseo a los vecinos. Es la más antigua referencia al uso del agua en Cuenca como un recurso administrado por el poder público.
Para la ciudad y la región de su influencia el agua ha sido motivo de preocupación cotidiana, pues las sequías prolongadas provocaron crisis alimenticias o los inviernos inclementes desbordaron muchas veces los ríos, arrastraron personas, animales, cultivos, viviendas, puentes y caminos.
Los ríos Tomebamba, Tarqui y Yanuncay €“que atraviesan la ciudad- nacen en El Cajas, 30 kilómetros al occidente, zona de singular belleza telúrica con más de 230 lagunas en 28.800 hectáreas, que embalsan más de 50 millones de metros cúbicos de agua, espejos relucientes entre las montañas de 2.800 a cuatro mil metros sobre el nivel del mar.
El caudal del río Tomebamba es un referente del clima con grandeas sequías en verano y peligrosas crecientes en los períodos de invierno. |
El agua ha sido para Cuenca fuente de vida o amenaza de muerte, como cuentan experiencias de la historia. En 1577 la canícula ardiente volvió a os vecinos sedientos los ojos y las plegarias al cielo, clamando por las lluvias. El Cabildo convocó a las autoridades civiles y religiosas para idear formas de conmover al Creador del Universo ante el desastre de los cultivos chamuscados por las heladas y los soles ardientes que agrietaban la tierra.
La pileta colocada en el centro de la ciudad por mandato de la fundación, ornamenta hoy los jardines de la Universidad de Cuenca: es un símbolo secular de la ciudad. La foto superior es aproximadamente de 1875. |
Las deliberaciones se agotaron sin consenso, dejando en manos de Dios decidir al protector de los veranos, por sorteo entre los nombres del santoral eclesiástico de junio y julio, los meses de mayores rigores veraniegos. San Marcial fue escogido por la democrática inspiración divina y el santo venerado presidió religiosamente, durante más de tres siglos, devociones que a veces terminaron en tempestades y crecidas destructoras.
En 1906 otra sequía causó estragos y penurias. La gente excavaba en las riberas del Tomebamba para madrugar al otro día a recoger el agua empozada. Octavio Sarmiento Abad, fundador del diario local El Mercurio, cuenta en su libro "Cuenca y Yo" que un padre agujereó una penca para rezumar el pulque que daría sustento familiar en la hambruna, hasta que encontró las mañanas el orificio seco porque alguien madrugaba a recoger el líquido apetecido. Entonces, harto de cólera, envenenó el recipiente formado en el tambor de la penca, pero murieron dos de sus hijos, que habían sido quienes hurtaban el jarabe.
El río Tomebamba, el que más próximo pasa por la ciudad, ha sido fuente directa de abastecimiento del agua para consumo humano y uso sanitario de los cuencanos hasta inicios del siglo XX, cuando apenas empezaron las autoridades a preocuparse por suministrarla por tuberías a los domicilios.
Hasta los años 20 la gente vivía en Cuenca en iguales condiciones higiénicas del siglo anterior. Las calles tenían una acequia al costado, aprovechando el declive natural de la topografía, para disponer del líquido para consumo y satisfacción de las necesidades personales y domésticas. Cuando se decidió cubrir los canales, hubo protestas para exigir que se los reabriera.
El 10 de agosto de 1914 marcó un hito en el aprovechamiento del agua en la ciudad de alrededor de 20 mil habitantes: Roberto Crespo Toral, un visionario empresario, puso a funcionar una planta hidroeléctrica de 37.5 kilowatios y la gente vio atónita el resplandor de la luz de una nueva era en el parque central y algunos domicilios, gracias a la electricidad generada por una caída de agua desviada del río Yanuncay sobre una turbina que llegó arrastrada por bueyes por los senderos de herradura que antecedieron a las carreteras.
En la primera mitad del siglo pasado la dotación de agua fue una de las mayores preocupaciones municipales y se instalan canales de conducción desde un afluente del Tomebamba hasta un reservorio en la colina Cullca, al norte de la ciudad, de donde partía la distribución del líquido a la población. La gente disfrutaba del beneficio, pero inicialmente fue reacia a pagar por el consumo, porque el agua "es un regalo de Dios".
En 1949 se crea la Empresa Municipal de Luz, Agua y Teléfonos (EMLAT), a cuyo cargo estará emprender estudios, planificar y construir la primera planta potabilizadora diseñada bajo principios científicos y técnicas sanitarias para dotar a la ciudad que bordea los 50 mil habitantes, de un servicio a tono con los tiempos modernos. Entonces empezó otra historia en el tratamiento y suministro del líquido vital a la población, para inaugurar, una década después, la planta de El Cebollar, que produjo 240 litros por segundo y se creyeron suficientes hasta el año 2000, pero las previsiones resultaron cortas, pues la expansión urbana y el crecimiento poblacional rebasaron los cálculos.
El agua abundante y las obras para abastecerla en condiciones óptimas sufre, sin embargo, como contraparte, la amenaza de los ríos que, desde tiempos remotos, tenían fama por las crecientes imprevistas y destructoras. Por ello, al Tomebamba llamaron en tiempos coloniales Matadero y el primer obispo de la ciudad, José María Carrión y Marfil, investido con mitra y cayado, hizo conjuros para bautizarlo de Julián Matadero, en ceremonia solemne, tras los terribles estragos de una creciente. Julián es un sacerdote oriundo de Cuenca de España, ascendido a los altares.
El 3 de abril de 1950 el río salió de madre en el episodio hidrológico más grave que hasta entonces hubiera producido: el caudal que normalmente promedia menos de 20 metros cúbicos por segundo, subió a más de 400 al paso por la ciudad y se llevó todos los puentes que encontró al paso atronador de la corriente enloquecida que arrastraba árboles, piedras y viviendas de las orillas.
En 1968 la EMLAT se convirtió en Empresa Municipal de Teléfonos, Agua Potable y Alcantarillado (ETAPA) €“la electrificación asumió el Gobierno- y su acción especializada hizo de Cuenca la ciudad ecuatoriana mejor dotada de agua y alcantarillado, en cantidad y calidad, con certificaciones sanitarias internacionales.
La empresa municipal, además de ampliar la producción de la primera planta hasta 1000 litros por segundo, construyó otra similar, al nororiente de la ciudad, aprovechando el caudal del río Machángara. En el presente año 2010 puso a funcionar otra, de capacidad igual, en la vecindad de las lagunas de El Cajas. Cuenca mantiene el liderazgo nacional en la dotación de agua potable, por cantidad y calidad, pues llega al 97% de habitantes en el área urbana y al 67% en la rural.
En 1999 Cuenca se convirtió en la primera ciudad ecuatoriana en tratar las aguas residuales en una planta ubicada a 10 kilómetros, donde las aguas servidas son procesadas en grandes lagunas de exigenación para devolverlas purificadas al río. Esta obra fue parte de los planes maestros de agua y alcantarillado, ejecutados con créditos internacionales por 70 millones de dólares. La ciudad tiene canalizaciones separadas para aguas de lluvia y aguas servidas, siendo estas últimas transportadas por grandes colectores a la planta de tratamiento, evitando contaminar el río Tomebamba que pasa hermoso, limpio y cristalino por el centro de la ciudad. Las seis lagunas de oxigenación de aguas servidas ocupan 45 hectáreas de superficie y la planta de tratamiento residual de Cuenca es una de las más modernas de las pocas que se han construido en la América Latina.
La dotación de agua potable está asegurada hasta el año 2015, mientras está en marcha la segunda parte de los planes maestros, que costarán más de cien millones de dólares, para satisfacer los requerimientos hasta el año 2030, cuando la ciudad bordeará un millón de habitantes.
La Municipalidad, a través de ETAPA, administra la zona lacustre de El Cajas, reserva ecológica especial que en 1977 fue declarada Ãrea Nacional de Recreación y desde 1996 es Parque Nacional, que pasó por convenio con el Ministerio del Ambiente a control municipal. En 2002, la Convención RAMSAR le declaró Humedal de Importancia Internacional y actualmente la UNESCO tramita un expediente que prevé la declaratoria de El Cajas como Patrimonio Natural de la Humanidad. Aparte de dar origen a los ríos que hacen de Cuenca una de las ciudades mejor abastecidas de agua, el paraje es un reducto biológico preservado con cuidado para asegurar la supervivencia de una flora y fauna silvestres singulares, apenas a media hora desde Cuenca, una de las tres ciudades más desarrolladas del Ecuador.
Los ríos tutelares salen de la ciudad unidos en un solo cauce, al que se suma el Machángara en la periferia, para una romería fluvial hacia el oriente, con el nombre de Paute. En 1961 Daniel Palacios Izquierdo, un ingeniero al que inicialmente creyeron loco, propuso aprovechar el desnivel de mil metros en una curva del río a 125 kilómetros de Cuenca, para enderezar el trayecto con un túnel a cuyo extremo se precipitaría el caudal sobre turbinas generadoras de electricidad.
La presa Daniel Palacios, arriba, transforma el agua en energía eléctrica. Una laguna de El Cajas, abajo, reserva natural, fuente de vida de Cuenca. |
Pasaron 22 años hasta que, en mayo de 1983, el Ecuador inauguró su más grande central hidroeléctrica, la Central Paute, que empezó generando 500 mil kilowatios en una casa de máquinas subterránea con cinco turbinas, donde en una segunda etapa se pusieron a funcionar cinco más, para producir más de un millón de kilowatios. El río es transportado por dos túneles de más de seis kilómetros de largo cada uno, para caer por una tubería inclinada de 800 metros sobre las turbinas de generación. La construcción de la obra, incluida una presa que reúne 120 millones de metros cúbicos de agua, es el más grande y costoso desafío a la naturaleza €“alrededor de mil millones de dólares- emprendido en el Ecuador. La presa lleva el nombre del ingenioso Daniel Palacios Izquierdo, muerto en 1963 en un accidente en la zona del proyecto, a quien la posteridad acabó reconociéndole su genialidad.
Cuando entró en operación la Central Paute el 70% de la electricidad que consumía el Ecuador provenía de origen térmico, mediante combustibles, pero la estadística se revertió para obtener la generación hidroeléctrica en el 70%, con ahorros económicos y beneficios ambientales. La fuerza del agua, recurso renovable, permite evitar el consumo de 100 millones de barriles anuales de diesel o la contaminación del aire con un millón de toneladas de anhídrido carbónico.
El Proyecto Hidroeléctrico Paute ha ido ampliándose para aprovechar la capacidad energética del río y probablemente antes del fin de este año se inauguraría la presa de Mazar, aguas arriba, que a más de generar 180 megawatios embalsa 410 millones de metros cúbicos de agua, para regular los caudales en verano y prologar la vida útil del proyecto en operación, al retener el sedimento, así como de otros proyectados, en cascada, para generar al fin cerca de dos millones de kilowatios.
Antes de la construcción de Mazar, la central hidroeléctrica ha sufrido períodos de crisis en los veranos, causando racionamientos eléctricos a nivel nacional, con grandes pérdidas económicas y la caída de no pocos ministros de Energía a los que se ha endosado las culpas. La presa permitirá disponer de agua para la operación de la Central Paute hasta tres meses sin lluvias y evitará desperdiciar el agua, ahorrándola en el enorme reservorio, pues los caudales desbordados en invierno, eran electricidad y dinero que se perdían.
En 1992 una gran sequía disminuyó a tal extremo el caudal del Paute, que el Presidente Sixto
Durán Ballén, por decreto, adelantó una hora las actividades públicas y privadas, para ahorrar electricidad aprovechando al máximo la luz del día. La inusual medida causó polémicas políticas y críticas, sin resultados prácticos, pues la gente lo primero que hacía en la penumbra de la madrugada era prender las luces porque tenía que empezar los ajetreos antes de que alumbrara el sol.
En estiajes de los últimos años el Ministerio de Energía ha invertido millonarias sumas para adquirir en forma emergente equipos de generación termoeléctrica y no ha dejado de volver los ojos al cielo en busca de las lluvias, mediante la contratación de especialistas en modificar el clima, intentando llenar el embalse de la Presa Daniel Palacios con lluvias artificiales. Los técnicos han suplido €“con resultados discutibles- a San Marcial de tiempos coloniales, el protector de los veranos, olvidado por completo por los cuencanos de estos días.
El clima ha sido determinante en la vida de Cuenca. Un invierno intenso en 1993 provocó en el sitio La Josefina, 20 kilómetros al oriente de la ciudad, el derrumbamiento del cerro Tamuga, que formó un dique de cien metros de alto por 800 de largo que se interpuso al río, embalsando durante un mes 250 millones de metros cúbicos de agua que inundaron cultivos, vías, empresas industriales, villas vacacionales y obras públicas, hasta la evacuación violenta que arrasó en tres horas cuanto estaba al paso de 10 mil metros cúbicos enfurecidos de agua por segundo. El desfogue violento fue un espectáculo destructivo aterrador, transmitido por la televisión al mundo.
El desastre de La Josefina es considerado el fenómeno hidrogeológico más grave ocurrido jamás en el Ecuador y en alguna medida obedeció a intervención humana, por la intensa explotación de piedra y arena del río, durante décadas, socavando la estabilidad del cerro que se deslizó sobre el cauce y provocó la tragedia en la que perecieron decenas de personas y dejó pérdidas cuantificadas en alrededor de dos billones de dólares.
La vida y la muerte de los cuencanos han dependido del humor del clima. El episodio de la Josefina es un referente inolvidable en la ciudad, en la región y en el país. Los habitantes de Paute €“pueblo de 20 mil habitantes por el que atravesó el caudal desbordado con violencia- vieron desde los cerros a los que fueron evacuados, cómo se destruían sus viviendas y propiedades, pero lo primero que hicieron, luego de la creciente, fue buscar agua para limpiar las calles y las casas que quedaron en pie, sumergidas en el barro y en el sedimento.
Los terrenos de las riberas del río, convertidos en pedregales luego de la creciente embravecida, fueron recuperados, y ahora dan cabida a grandes plantaciones de flores, uno de los principales productos de exportación del Ecuador al mundo.
Para bien o mal, el agua tiene fuerzas y poderes inconmensurables, que el hombre, a través de la ciencia, la técnica y el respeto a la naturaleza, puede someterlos para sacarle provecho. El agua es capaz de consumir el fuego, pero el fuego lo que puede hacer con el agua es no más que evaporarla y transformarla en nubes que se tornan otra vez en lluvia. El agua es génesis y permanencia de vida: si en algún otro lugar del Universo hay agua, seguramente allí habrá vida.
El Consejo de Programación de Obras Emergentes, creado a raíz del fenómeno para ejecutar las obras de reconstrucción que mejoraron la realidad anterior a la tragedia, se convirtió luego en el Consejo de Gestión de Aguas de la cuenca del río Paute, organismo vigilante de las condiciones ambientales en la hoya hidrográfica a lo largo de 170 kilómetros, que empieza en la zona de El Cajas y desemboca en la amazonía. La Universidad de Cuenca tiene el Programa de Agua y Suelos (PROMAS), institución dotada de técnicos con altas especialidades, relacionada con organismos públicos y privados nacionales e internacionales, para precautelar la seguridad de la naturaleza y la vida en todas sus manifestaciones.
Cuenca, ciudad modelo en el uso y tratamiento del agua, ejerce permanente monitoreo y control del cauce de sus ríos, con instalaciones hidrométricas antes y después del curso por la ciudad. Por añadidura, la reserva de más de 50 millones de metros cúbicos de agua en la zona lacustre de El Cajas, está siempre protegida y en vigilancia, pues de su preservación dependerá el destino de la ciudad y sus habitantes en siglos venideros.
En 1999 Cuenca fue declarada por la UNESCO Patrimonio Cultural de la Humanidad y uno de los motivos para aprobar la distinción, fue la armonía en las relaciones del urbanismo con el paisaje, especialmente en la ribera del Tomebamba, río tutelar que a lo largo de milenios ha esculpido un barranco espectacular que separa la ciudad antigua de la nueva, donde el protagonista es el cauce transparente y cantarino en medio de orillas revitalizadas con plantas y jardines.
Desde la pileta ornamental con saltos de agua danzando en la plaza central del pueblecito fundado en 1557 por los españoles sobre territorios cañaris e incas, hasta el declinar de la primera década del siglo XXI, el paso del agua ha marcado la vida, la cultura y el destino de la ciudad, con cerca de 500 mil habitantes hoy, cuyos nombres y apellidos completos son Santa Ana de los Cuatro Ríos de Cuenca.