Luz María del Carmen Cornejo Solano vio transformarse sus negocios desde una barraca en la plaza de San Francisco hasta los más grandes centros comerciales de Cuenca y las mayores cadenas industriales del Ecuador
Nacida el 16 de octubre de 1917, murió el pasado 4 de noviembre con 93 años recién cumplidos. Había heredado las destrezas comerciales de sus padres, Luis Aurelio y Angelita: él, empedernido viajero de inicios del siglo XX sobre acémilas por rutas de Loja y El Oro, para proveer de mercaderías a la tienda administrada por la esposa cerca de la plaza de San Francisco, antes de que se levantara el mercado 10 de Agosto.
El padre falleció temprano y el negocio quedó con la viuda y el único varón de los hijos, Luis, quien siguió los pasos del progenitor mientras doña Angelita y la hija Carmen, asumieron el reto de la tienda de abarrotes, ferretería, bazar y cuanto buscaba la gente de la ciudad y del campo por los años 30 del siglo pasado. La joven se desenvolvía diestra y acuciosa entre pesas y balanzas en el despacho a la clientela y en manejar las cuentas.
El proveedor de panela era un jovencito que la traía sobre acémilas de las moliendas de Yunguilla. Gerardo Ortiz Peralta €“así se llamaba - acabó haciéndose familiar en el negocio manejado por la madre y la hija y a veces añadía a los fardos de cargamento obsequios para la joven tendera que ni sospechaba que él ya llevaba la cabeza enredada en sueños de amores.
Honrado, trabajador responsable, delicado, fue bien visto por doña Angelita y Luis, el hijo mayor que las oficiaba de padre, quienes un día llamaron a Luz María del Carmen para anunciarle su matrimonio con Gerardo Ortiz Peralta. "Así era en esos tiempos y no quedaba más que obedecer a los padres", comentaría ella muchos años después a los hijos y a los nietos, contándoles las anécdotas de la vida.
El matrimonio se celebró el 17 de febrero de 1944. A partir de entonces fundieron en un solo corazón energías, iniciativas y proyectos familiares y empresariales para ver llegar los hijos y continuar, ampliándolas y diversificándose, las metas de negocios de sus mayores. Ella acompañó muchas veces a Gerardo a recorrer pueblos de Loja y El Oro, por las rutas de intercambio de mercaderías que abrió su padre.
Patricio, el último de los hijos, cuando en junio de 2004 inauguró el centro comercial Mall del Río, recordaría con orgullo y admiración a los padres de esos primeros tiempos matrimoniales, ante la multitud sorprendida por la elegancia y dimensión del establecimiento de lujosas tiendas, de colorido y luces: "Con mucho esfuerzo lograron reunir el capital de mil sucres e instalaron una barraca en el mercado 10 de Agosto, que mi madre la atendía, mientras mi padre a lomo de mula y a golpe de lluvia y de sol, creaba un incipiente comercio, entrelazando los pueblos por caminos de herradura", dijo y fue aplaudido.
A poco empezaban a transitar los camiones mixtos €“de pasajeros y carga- por las carreteras de polvo y lodo, en viajes riesgosos, demorados y cansinos. De Cuenca a Loja el viaje tomaba hasta 12 horas. Una noche el carro en que viajaban desbarrancó al río San Lucas y el esposo fue rescatado por curiosos milagrosamente, abrigándole luego con una fogata para que recuperara el calor del cuerpo que se había ido en la corriente. Ella no olvidaría el percance, porque estaba encinta del segundo hijo salvado también de milagro. Por ello buscó un nombre de evocaciones espirituales para bautizarlo y le llamó Ángel, otra curiosidad que se encantaba de relatar en años futuros a los nietos.
Ángel, Patricio y Rosa, constituyeron la empresa Gerardo Ortiz e Hijos Cía. Ltda., para ampliar las actividades al campo industrial. Los otros hijos, Aurelio, Beatriz y Aída, asumieron la administración de otros establecimientos comerciales e industriales, bajo la atenta protección de los padres para asesorarlos y apoyarlos a que prosperaran, fieles al lema que se habían impuesto |
La pareja se independizó en los negocios con la barraca que funcionó hasta que se empezó a levantar el mercado 10 de Agosto y debieron alquilar en 1948 una tienda en la calle Juan Jaramillo, primer escalón en el desarrollo comercial vertiginoso de locales propios, surtidos con todo lo posible e imaginable en las proximidades del mercado y después en otros barrios. El destino había juntado a esos dos seres nacidos para formar disciplinado hogar y empresas de gran alcance. Inclusive habían nacido bajo una misma estrella, en 16 de octubre, ella un año antes que Gerardo.
Luis Arias Cornejo, sobrino y padrino del matrimonio, recuerda que Carmen tenía sobre un mostrador de la tienda pequeñas ollitas de barro donde colocaba monedas de calé, de centavo, los reales, las pesetas y los sucres, para facilitar el cambio a los clientes.
Ella llevaba a las ferias de Chuquipata, Biblián y Azogues las mercaderías esperadas por la clientela a la que se vendía todo "como pan caliente" €“así decía - los cueros, telas, bocadillos, tijeras, cuchillos, agujas, linternas, baldes, velas, botones, juguetes, clavos, herrajes y hasta trampas para los ratones.
Gerardo y Carmen se habían acoplado a la perfección en el ajetreo de los negocios. Uno y otro se apoyaban y complementaban para impulsar en forma incansable iniciativas en las que involucraron con energía a los hijos desde la infancia, induciéndoles a seguir siempre adelante con honradez, ahorro y disciplina.
La foto familiar: sentados, los esposos Alejandro y Carmen en medio de las hijas Betty y Rosa. De pie los hijos Aurelio, Patricio, Ángel y a su izquierda Aída Ortiz Cornejo. Constan también hijos e hijas políticas. |
La esposa fue puntal para Gerardo en los proyectos mercantiles y él descubrió que cuanto hallaba al paso de los viajes era negociable. Los familiares no olvidan del camión con 200 pavos con los que sorprendió un día a la esposa, de vuelta de Cariamanga: había visto, de lejos, levantarse una nube de polvo en el camino. Ya cerca, le encantó el agitado y bullicioso espectáculo de las aves seguidas por un jinete al que obedecían rumbo al mercado.
El Carnaval estaba próximo. Gerardo cerró el negocio y alquiló un camión para el transporte: los pavos acezantes, el pescuezo y la cabeza salidos de los cajones de tiras de madera, asombraron a doña Carmen, incrédula ante lo que veía llegar frente a su casa, pero de inmediato planeó el mercadeo y las aves "volaron" en el vecindario y lejos de él, ante la demanda del apetecido potaje en la tradicional temporada de comilonas familiares.
El Café Cubanito fue la primera fábrica montada junto a la residencia, en el barrio Virgen de Fátima, para procesar el café de Zaruma y de zonas altas de la provincia de Loja. Gerardo lo pagaba en sembríos, por adelantado, para aprovisionarse de cantidades crecientes, año tras año. El producto fue inicialmente apetecido en el barrio, luego en la ciudad y llegó al mercado nacional y hoy, con instalaciones modernas, es una gran industria con tecnología que nada evoca las tostadoras de los primeros tiempos ni la leña o el diesel para calentar los hornos y los calderos.
Al comenzar la década de los 60 todos los hijos estaban integrados al ajetreo del negocio. Entonces Gerardo y Carmen levantaron el primer edificio, en la calle Miguel Ullauri €“siempre junto al mercado popular- pensando instalar un hotel en las plantas superiores. Pero más bien todos los espacios fueron llenados con puestos de venta.
Luego vendrían más tiendas en el vecindario de las calles General Torres y Tarqui. Los hijos expertos en las compras y las ventas estaban cada vez más presentes en los negocios, al punto que en 1976 los esposos Ortiz Cornejo lo ponen todo por entero en manos de ellos para que continuasen la obra emprendida con tesón, sacrificio y constancia desde los años 40. Ángel, Patricio y Rosa, constituyeron la empresa Gerardo Ortiz e Hijos Cía. Ltda., para ampliar las actividades al campo industrial. Los otros hijos, Aurelio, Beatriz y Aída, asumieron la administración de otros establecimientos comerciales e industriales, bajo la atenta protección de los padres para asesorarlos y apoyarlos a que prosperaran, fieles al lema que se habían impuesto cuando juntaron sus destinos más de 30 años antes.
La plaza de San Francisco con el hacinamiento de barracas en los años 40 y el Mall del Río, extremos entre los que se desarrollaron los negocios de la familia Ortiz Cornejo. |
Las tiendas de los Ortiz Cornejo encontraron campo a nivel nacional, con grandes locales en Cuenca, como el de las calles Sucre y Huayna Cápac, a inicios de los años 90; poco después, el Coral Centro, en la avenida Las Américas y en 2004 el Mall del Río, epicentro de desarrollo urbano al sur oriente de la ciudad, dotado además de un centro de convenciones con instalaciones para más de tres mil personas. Desde 2009 funciona el Monay Shoping Center, al oriente de la ciudad, otro gran centro comercial de Cuenca.
En el Parque Industrial de Cuenca, más de la mitad de los espacios ocupan industrias del Grupo Ortiz, entre ellas Adheplast, Lamitex, Insomet, Telartec, Sintecuero, Extruplas, Fimitex, Ecuaespumas, Dinastic y otras, que emplean a miles de obreros y elaboran diversos productos con modernas maquinarias, bajo altos controles de calidad y seguridad, para el mercado nacional y la exportación.
Desde que murió Gerardo Ortiz Peralta, el 16 de abril de 2007, doña Carmen asumió la responsabilidad de mantener la unión familiar y dar consejo a los hijos y a los nietos de no desmayar el impulso y entusiasmo con los que él y ella consolidaron los negocios surgidos de la nada, venciendo todos los obstáculos, trabajando sin descanso y con la decisión de dejar grandes huellas de su paso por la vida.
En los postreros años, ella gustaba ir los viernes al Mall del Río para disfrutar del ajetreo de miles de personas recorriendo las tiendas y ayudar en la clasificación de las monedas de centavo, de diez, veinte y cinco, cincuenta centavos y de un dólar, para las cajas donde señoritas con uniformes elegantes registran y cobran las compras, en las que, de algún modo, recordaba el manipuleo de las fracciones del sucre en las ollitas de barro del puesto de barracas en la plaza de San Francisco.
En forma silenciosa, Carmen Cornejo, con su esposo, aportaron al progreso de Cuenca y su obra, continuada por los hijos, es admirada dentro y fuera del país. Su muerte, el pasado noviembre, permite evocar su trayectoria humana, modelo y ejemplo para las nuevas generaciones de cuencanos inquietos por el bienestar de la sociedad y la prosperidad del país.