Por Eliécer Cárdenas

 

Eliécer Cárdenas
La disolución de la Función Legislativa no provocaría ni una lágrima, y más bien muchos aplaudirían esta medida, ya que la Asamblea terminó siendo percibida por el público como una versión nada corregida, y hasta quizá empeorada en algunos aspectos, de los tristemente célebres congresos de la época de la "Partidocracia"

La llamada "Muerte Cruzada" es un recurso que consta en la Constitución ecuatoriana por primera vez, mediante el cual el Jefe de Estado puede disolver la Asamblea o Función Legislativa por una sola vez en un período, por causas como obstruccionismo y atentar contra el Plan Nacional de Desarrollo, pero de inmediato el Presidente debe poner su cargo a disposición del electorado y convocar a elecciones tanto para la Presidencia como para el Legislativo. Esta operación democrática ha tenido vigencia, y se supone, éxito, en sistemas democráticos de mayor madurez y tradición, pero en el Ecuador se lo puso como un recurso apto para evitar los recurrentes "golpes de Estado" constitucionales, donde un Congreso derrocaba a un Presidente de la República, para nombrar otro, tal como ocurrió en los casos de Abdalá Bucaram, Mahuad y Lucio Gutiérrez, especie de circuito indeseable en la vida democrática nacional.
Con motivo de la más reciente crisis en la Asamblea, a causa del trámite al proyecto urgente de reformas a la Ley de Hidrocarburos, pero no solo por esto sino por el entrampamiento constante de los proyectos de leyes en trámite, como la ley de Universidades, Comunicación, etc. el Presidente Correa y elementos de su entorno hablaron de la "Muerte Cruzada" como una posibilidad no remota para salir del empantanamiento causado por la Asamblea, donde ni el oficialismo ni la oposición tienen las de ganar en una medición de fuerzas que los ha desgastado y sobre todo desprestigiado a los ojos de la ciudadanía. Para ésta, la disolución de la Función Legislativa no provocaría ni una lágrima, y más bien muchos aplaudirían esta medida, ya que la Asamblea terminó siendo percibida por el público como una
versión nada corregida, y hasta quizá empeorada en algunos aspectos, de los tristemente célebres congresos de la época de la llamada "Partidocracia".
Pero aparte de la popularidad que pudiera tener la idea de la "Muerte Cruzada", para el Gobierno existirían dos problemas prácticos a enfrentar. Uno, la reelección del Presidente Correa, que es factible, más aún probable ya que carece de contendores potenciales de talla y arrastra, aun cuando Lucio Gutiérrez, o Fabricio Correa inclusive, acaricien esa remota posibilidad de ganarle al líder de PAIS y la "Revolución Ciudadana" que ha marcado un cambio de época en la vida política ecuatoriana y bien se puede hablar de una Era Correísta, al estilo de la Velasquista y de otros líderes históricos del país.
El segundo problema, quizá el más riesgoso, es que luego de la disolución de la actual Asamblea desgastada y desacreditada, los nuevos comicios den lugar a una quizá tan mediocre o inclusive peor, dado aquel principio científico de que todo es "empeorable" en un escenario futuro. Aparte de lo mediocre o mala que pueda resultar una nueva Asamblea, el Gobierno no tiene seguridad alguna de que en la próxima vaya a obtener mayoría, con lo cual lo de la "Muerte Cruzada" se convierte en un slogan destinado a amedrentar a los más recalcitrantes opositores, pero en la realidad una salida con más riesgos que ventajas, por lo cual es posible que el Régimen ensaye el mecanismo de las consultas populares o una sola consulta "en combo" para las leyes más polémicas que no pasan en la Asamblea, con lo cual ésta quedaría reducida a un papel de caja de resonancia sin eco, inoperante e inofensiva, sobre todo.

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