Jambelí es un archipiélago ignorado por las autoridades del Gobierno y hasta por la Constitución: según el artículo 4 de la Carta aprobada en Montecristi en el Ecuador no hay más archipiélago que el de Galápagos
La docena de islas agrupadas en el mar Pacífico cerca de Machala no existen reconocidas jurídicamente por el Estado, pero están allí, con su playa de 10 kilómetros la más próxima a Puerto Bolívar y con más de 500 habitantes permanentes, la única que la visitan cada año 150 mil turistas.
El 11 de septiembre pasado Jambelí fue noticia cuando un aguaje con olas de hasta cuatro metros arrasó muros y algunas viviendas y cercenó la playa en una extensión de 400 metros. El pánico inundó a la población que por esos días había visto por la TV escenas aterradoras por la furia del mar en otras latitudes del mundo.
Fernando Mora, médico urgentista que cumplió misiones humanitarias en Asia, Africa y América Latina, se ha radicado desde hace ocho años en la isla mayor del archipiélago de Jambelí y anda empeñado en demostrar al gobierno y a los ecuatorianos que esa porción de tierra y mar es una parte olvidada y desamparada del Ecuador, donde la supervivencia es un desafío de cada día.
El 2 de octubre de 2008 él envió una carta al Presidente de la República advirtiéndole la omisión constitucional de no reconocer la existencia del Archipiélago de Jambelí, así como denunciando el riesgo permanente de quienes allí habitan, sin ninguna previsión oficial en caso de catástrofes ni monitoreos para precautelar posibles fenómenos marinos.
Días después, le respondió un funcionario de la Subsecretaría de la Administración, Galo Pico Solórzano, anunciando que el Presidente estaba preocupado por la situación e instruiría al Gobernador de El Oro para que tomara nota de la misma. Desde entonces, sin embargo, hasta ahora, nada bueno ha pasado.
Mora considera que es imprescindible crear un centro de monitoreo del comportamiento marino y dotar a las islas de sistemas de alarmas, con la debida capacitación a los pobladores, para que puedan afrontar situaciones de riesgo y evacuaciones, con un plan que debería preparar el Consejo de Operaciones Emergentes (COE) de la provincia de El Oro.
¿Qué pasaría de ocurrir un maremoto o un tsunami y peor si se dan en horas de la noche?, es la tremenda interrogante que formula el médico que en el cumplimiento de sus misiones profesionales en tiempos de guerras o tragedias, ha presenciado escenas de terror en diversas catástrofes producidas en el mundo. La gente debe ser entrenada con simulacros para no enfrentarse a ciegas a emergencias imprevistas que no podrían llevar sino a la desesperación y la muerte.
El Archipiélago, ignorado por la Constitución y el gobierno, es casi un paisaje de la imaginación. Su conexión directa con el continente se da a través de Puerto Bolívar, pero administrativamente es parroquia del cantón Santa Rosa y es el único caso en el Ecuador de una parroquia que tiene una porción urbana y otra rural. ¿Qué mismo es, o no es nada?, pregunta el doctor Mora.
Un cementerio marino al borde de la isla. |
Como hombre que ha recorrido el país y el mundo, no acaba de asombrarse frente a la forma de legislar con desconocimiento de la realidad nacional. La Constitución reconoce la pluriculturalidad de la que forman parte los indígenas, los montubios y los afroecuatorianos, pero no dice nada de la cultura marina. ¿Cómo es posible que aquellos que se vanaglorian de defender la naturaleza y la Pachamama se olvidaran de la Cochamama? En el Ecuador es necesario que se hable de la educación marina, la salud marina y la medicina marina, pues grandes sectores poblacionales están cada día relacionados con el mar, del que depende su vida.
Los preceptos constitucionales han sido concebidos pensando exclusivamente en el continente y en los grandes conglomerados, y ni siquiera al abordar los temas ambientales los legisladores se acordaron que a más de bosques, en el territorio ecuatoriano hay manglares y parajes ligados al mar que son fuente singular de flora y fauna que, junto con la gente que allí vive, deben constar en los conceptos del buen vivir. "Ya quisiéramos que en Jambelí, en vez del sumak kausay-, tuviéramos siquiera un piti causay", ironiza.
En la isla mayor del Archipiélago €“peor en las otras- no hay agua potable, alcantarillado, recolección de basura ni un centro de salud. Esta isla es un muro de protección de Puerto Bolívar frente a la amenaza de los aguajes y los desechos vegetales acarreados por el mar, al que en las proximidades desembocan varios ríos contaminantes, entre ellos el Guayas, el Jubones, Santa Rosa y Zarumlla.
Los pobladores son gente posesionada de los predios donde han levantado sus viviendas, sin escrituras ni títulos de propiedad, a pesar de las largas gestiones realizadas ante las instancias oficiales para legalizar las pertenencias. "Jambelí no existe en la realidad oficial del Ecuador y quienes lo habitamos no somos dueños de nada", dice el médico que, pese a las precariedades del lugar, lo ha escogido para vivir y descansar después de cumplir misiones humanitarias a las que ha sobrevivido en campos de batalla y extremas emergencias.
Una de sus preocupaciones al momento es apoyar a los vecinos de las islas del Archipiélago de Jambelí, para reclamar atención de las autoridades nacionales y de la provincia de El Oro. El Comité de pobladores está presidido por César Tejada y él ejerce de Vicepresidente.
El médico del mundo | ||
Integrado a la organización humanitaria Médicos del Mundo, cumplió misiones en países africanos en conflictos bélicos o asolados por epidemias y catástrofes. También en Centro América y América del Sur, especialmente en Nicaragua, Perú €“en los tiempos de apogeo de Sendero Luminoso y los brotes epidémicos del cólera-. En Ecuador estuvo en operativos de socorro por la catástrofe de La Josefina y en misiones de emergencia por la erupción del Tungurahua, así como en programas de extensión humanitaria en zonas campesinas de Tarqui, en Azuay. Es uno de pocos médicos latinoamericanos con experiencias internacionales en acciones de auxilio humanitario. Tiene en preparación el libro de memorias La Lluvia Después de la Guerra, con testimonios sobre las experiencias en las que constan nombres distantes como Afganistán, Congo, Tanzania, Rwanda o Uganda y de dolencias como guerras, pestes, genocidios, huracanes, cólera, paludismo y meningitis. El profesional tiene un consultorio en Cuenca en la Calle Larga, frente al Banco Central, donde atiende de martes a jueves, pues los demás días va al reducto de Jambelí, donde una vivienda rústica le permite estar cerca al mar, al que respeta y tiene afecto, pues con frecuencia atraviesa sus olas perdiéndose hasta cuatro días en su lancha de remos en la que se siente dueño del Universo, aunque no pueda olvidar las tragedias, amputaciones y muertes que lastimaron su vida. "Que experiencia más desgarradora es ver morir a un niño desnutrido en brazos, boqueando como los pajarillos tiernos que abren con avidez el pico esperando el alimento", dice como un botón de ejemplo de lo que traerá su libro. |