Los espacios públicos, rostro de los pueblos, crean la identidad urbana. La armonía del entorno natural con la arquitectura urbana distingue a Cuenca, pero el caótico tránsito, el mal uso de calles y sitios emblemáticos, la adulteración o pérdida de valores culturales, la estropean horriblemente

La dinamia globalizada tiene efectos positivos, pero necesita control para evitar desbordes contrarios al ordenamiento urbano, la calidad de los servicios, la seguridad particular y colectiva, o la armonía entre la arquitectura y el entorno de la naturaleza.

 El tránsito, una calamidad.

En tránsito motorizado es escasa la intervención pública para regularlo: se desenvuelve por inercia en vías atosigadas de vehículos y rudimentarios semáforos “inteligentes” descoordinados. La empresa de movilidad (EMOV) es eficaz para sancionar las infracciones, pero falla en organizar la circulación.

Otros problemas se los ha dejado crecer con tolerancia o prevención política. El proyecto tranviario –por ejemplo- era ocasión para activar y organizar el barrio Nueve de Octubre y la avenida Hurtado de Mendoza, donde proliferan desordenadas ventas –hasta prostitución- en aceras y vías en pleno centro de la ciudad. En las angostas calles del área histórica un carril exclusivo para parqueo tarifado reduce a la mitad el espacio de circulación y aún más, la descontrolada parada en doble columna por todas partes, hasta al pie del edificio municipal, en el parque Calderón. El parqueo pagado crece más y más, las calles son su territorio, la movilidad lo secundario.

El desarrollo modifica costumbres que el tiempo hace obsoletas. Hoy causa ironía que el 6 de marzo de 1945 el Concejo –presidido por Joaquín Moscoso Dávila- aprobó la “Ordenanza para la reglamentación del cobro del impuesto a los avisos, carteles, anuncios, afiches, etc.” El artículo 14 apuntaba: “Quedan terminantemente prohibidos los anuncios cuyo texto se haya escrito en idioma Inglés o en cualquier otro idioma extranjero. Todo aviso, anuncio, afiche o cartel será redactado en perfecto castellano, con buena ortografía y estética, a fin de que la ciudad, en ningún sector, presente aspecto desagradable”. La norma sancionaba con multas de dos a diez sucres a los infractores, y se la hacía cumplir.

En los bajos de la Gobernación, ventas instaladas afectando la presentación y la obra de arte exhibida en un pasillo; puestos de venta desordenados en la calle Vega Muñoz.

Espacio en la planta baja de la Casa de la Cultura con singular nombre, que puede intercambiarse con el aviso de una tienda cercana al mercado “Doce de Abril”

Tres décadas después, el gobierno “nacionalista y revolucionario” del general Guillermo Rodríguez Lara (1972-1975) decretó una ley por la cual el español era único idioma legal en el Ecuador y prohibía los letreros en otra lengua. Los tiempos migratorios tornaron obsoleta esa legislación y los sitios públicos están plagados de idiomas de babel.

El 1 de diciembre Cuenca conmemoró un cuarto de siglo del título Patrimonio Cultural de la Humanidad aprobado por la UNESCO en 1999. La ocasión sirvió para festejo bullanguero pero no para revisar si las entidades administrativas y culturales, y la gente, cuidaron el reconocimiento. Muchos bienes patrimoniales desaparecieron para ceder con impunidad su espacio a parqueaderos o edificios rentables.

La anarquía en el tránsito, el uso de calles para mercados, el pintarrajeo de fachadas a brocha gorda y afiches sin sentido, la forma y contenido de propagandas comerciales, no preocupan a las entidades protectoras del patrimonio y buen vivir. El mundo global vertiginoso altera hasta el habla para hacer incomprensibles a los jóvenes de hace cincuenta años expresiones que claman traducirlas. El español cada vez es menos español, el patrimonio cada vez menos patrimonio. Quien hace antesala hasta ser atendido hace lovy; en medio de la reunión saborea un coffe break, una coca ligth o un té de manzanilla; si la cita es en lo alto del edificio, llegará al pen house por ascensor, si no hay corte eléctrico. Lo que antes se decía casa abierta ahora es open house.

Los invitados a una sesión reciben una master class; para aperturar el acto pasan a modo avión el celu; a los que no asistan llegará un texto en PDF; los medios que difundían noticias, publican podcasts que se abren con un link. Lenguaje también de las muestras literarias y de arte, o de bienales elogiadas por expertos e incomprendidas por los torpes individuos ajenos a la cultura chatarra en tiempos de chateos y alzheimer de la normal anormalidad intelectual al declinar el primer cuarto del siglo XXI. En la ciudad patrimonial arrecia la invasión de los carros tuneados, los black fridays y week ends, el desorden urbano y los extravíos culturales, aparte de avisos publicitarios que ofrecen diseños de sonrisa para damas y caballeros.

Venta antihigiénica de carnes en una acera de la calle Vega Muñoz; aspecto deslucido de la avenida Sangurima, ruta del tranvía; mercadillo al pie de la Catedral de La Inmaculada, un atentado estético.

 

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