Fausto Culebras, autor de la escultura en bronce del fundador de la Cuenca ecuatoriana murió hace 65 años, al caerse cuando andaba empeñado en esculpir en piedra la imagen típica de la chola cuencana del conjunto escultórico
Retrato del escultor Fausto Culebras, del pintor A. Roca, en el libro biográfico “Fausto”, de la española María Teresa Jiménez. Las imágenes en blanco y negro de esta página están en la misma obra. |
En 1957 Cuenca preparaba con entusiasmo el cuarto centenario de la fundación. La municipalidad y las instituciones culturales desde un año antes coordinaban la celebración con autoridades de la homónima Cuenca de España. La de América fue fundada el 12 de abril de 1557.
El concejo, con el alcalde Luis Cordero Crespo, resolvió erigir un monumento a Andrés Hurtado de Mendoza, marqués nativo de Cuenca de España, que ordenó la fundación. Las dos Cuencas pagaron por mitades la obra, adjudicada el 2 de octubre de 1956 a los artistas españoles Fausto Culebras y Leonardo Martínez Bueno: el primero se encargó de verter al bronce la figura del personaje y los escudos de las ciudades y, el segundo, dos bajorrelieves históricos. Fausto, nacido en 1900 en Gascueña, pueblito cercano a Cuenca de España, era ya un artista notable de su país.
El plazo del 1 de marzo de 1957 no pudo cumplirse, pues el monumento se debía arrima al frontis del convento de El Carmen, en la plazoleta del mismo nombre –hoy Plaza de las Flores- y se cambió al cruce de las avenidas España y Huayna Cápac, recién nominadas, lo que implicaba armonizar la parte posterior al nuevo sitio y subir el valor de 525 mil a 545 mil pesetas.
El 2 de enero de 1958 la casa fundidora Codina, de Madrid, avisa que ya está la escultura y el Instituto de Cultura Hispánica, encargado por la municipalidad madrileña, tramita el envío; el 27 de marzo sale de Sevilla en el vapor Rollan, rumbo a Hamburgo, y de aquí a Guayaquil el 13 de abril, en el buque Eurymedón, en escala al Ecuador.
Antes del embarque, autoridades españolas exhiben la obra con la presencia del ministro español de Asuntos Exteriores, el embajador de Ecuador Guillermo Bustamante, los alcaldes de las ciudades española y ecuatoriana (representado éste por el embajador), directivos del Instituto de Cultura Hispánica y diplomáticos de otros países.
Aautoridades españolas entregan la estatua de Hurtado de Mendoza a las de Ecuador, antes de embarcarla de España a la Cuenca americana. | El artista trabaja en la escultura |
La estatua de Hurtado de Mendoza, de tres metros de altura, es imponente, y Fausto está satisfecho. “Yo no he visto –dice- al gran conquense a través de su realidad física, sino a través de la obra que realizó durante su vida. No he tratado de reflejar al guerrero, sino al caballero español, lleno de nobleza y virilidad. He visto al gobernante y en su rostro se podrá contemplar su expresión quijotesca en todo su esplendor”.
Esculturas de Hurtado de Mendoza y de la Chola Cuencana, la una en bronce, fundida en Madrid, y la otra en piedra, esculpida en Quito y Cuenca.
El 26 de junio de 1958 el alcalde Luis Cordero avisa al Embajador de España en Quito, Luis Soler y Puchol, “que el grupo escultórico del Marqués de Cañete don Andrés Hurtado de Mendoza fue recibido ya en Cuenca, y constituye una magnífica obra de fundición, que se levantará airosa en el sitio de cruce de dos principales avenidas de esta ciudad…”
El artista decide ver su obra en sitio americano y el 17 de agosto de 1958 sale hacia el Nuevo Mundo y a Cuenca del Ecuador, donde es recibido por el Alcalde Cordero y se apresura a escribir a Francisco Aguilar, Director de la Escuela de Capacitación de Trabajadores de Madrid, donde es docente, que debe quedarse varios meses para cambiar la parte posterior del monumento, cuya propuesta ha sido aceptada con aplausos. También hace saber a su amigo Amador Falcón, poeta y periodista, sus buenas impresiones de Quito y Cuenca, ciudades con características españolas, donde se proyecta “Marcelino Pan y Vino”, película de su amigo José María Sánchez Silva.Un grupo de españoles radicados en Cuenca le brinda amistad espontánea: Francisco Álvarez González, docente en la Universidad que le había invitado en 1952 a fundar la facultad de Filosofía; Guillermo Larrazábal, autor de los vitrales de la Catedral de La Inmaculada; Manuel Mora Iñigo y Salvador Arribas, dedicados a la docencia, la orfebrería y artesanías. Con la inicial de sus apellidos crearon ALMA, escuela para formar orfebres, vidrieros y ceramistas.
Del Nuevo Mundo, al otro mundo…
La solución de implantar la estatua al nuevo sitio fue adherirla a un alto soporte de piedra en vez de la pared del convento de monjas enclaustradas, con la estatua de la Chola Cuencana al reverso, derramando agua de un cántaro. La Casa de la Cultura le ha arreglado un taller y el artista se hospeda en el Hotel Crespo, hoy llamado Celina. El concejal Alejandro Serrano Aguilar le lleva a recorrer canteras de Cojitambo y El Tahual para buscar los materiales, cuya contextura no la juzgó apropiada y los descarta. Entonces va a Quito a explorar las piedras del Pichincha y las halló adecuadas para esculpir a la chola típica con sus atuendos rurales en un taller que le han dado en la basílica de El Voto, donde trabaja apasionado.
El 12 de marzo de 1959, al tropezar en una calle cercana a la basílica se fractura la pierna izquierda y es internado en la clínica Santa Cecilia. Dos días después recibe una intervención quirúrgica, pero empeora la salud por complicaciones pulmonares. Él ha pedido que no se avise a los familiares y el 24 de marzo fallece, rodeado de cinco médicos que no pudieron salvarlo, y una veintena de españoles, entre ellos varios religiosos, acompañándole en la agonía. En la capilla ardiente instalada en el Centro Español de Quito recibió honores de personalidades de la cultura ecuatoriana y española. El embajador español Luis Soler y Puchol, que el 12 de abril de 1957 colocó la primera piedra del monumento, presidió las ceremonias fúnebres.
El sepelio del artista en el cementerio San Diego, en Quito, el 25 de marzo de 1959. |
El 25 de marzo tras la misa de cuerpo presente en el templo Santa Teresita, los restos van al cementerio San Diego, nicho número 48. El artista que vino entusiasmado al Nuevo Mundo inesperadamente se fue al otro mundo, dejando una brocha de pintor, cinco espátulas de madera y una de hierro, cinco cinceles y treinta sucres en billetes. La chola terminó de esculpir el artesano Virgilio Quinde, dirigido por el maestro español Manuel Mora Iñigo.
En su patria el artista había confiado a sus amigos el deseo de al morir ser sepultado en la ermita de San Miguel, en Gascueña, su tierra nativa, pero acabaron muy lejos del sitio de sus sueños eternos. En 1962 la municipalidad local gestiona que pasaran a Cuenca, en un nicho asignado a perpetuidad, pero Federico Muelas, paisano admirador del artista, consigue llevarlos a la cripta de la Catedral. El 16 de enero de 1970 el alcalde Ricardo Muñoz Chávez avisa a su similar de España que “ya están en Cuenca los restos mortales del que fue ilustre y benemérito artista conquense, señor Fausto Culebras, y ellos reposan en un nicho de la nueva Catedral de Cuenca del Ecuador, acaso el templo más hermoso de la América hispana”.
El nicho del cementerio patrimonial de Cuenca, sin lápida, donde estarían los restos de Culebras desde julio de 1970. |
En octubre reciente AVANCE buscó su tumba y de alrededor de quinientos entierros en el subsuelo del templo, ninguno era de Fausto, al que sus amigos llamaban Faustino. Las monjas sacramentinas, ocupadas de la catedral, ni funcionarios de la arquidiócesis, sabían nada del malogrado artista y sus cenizas.
Enrique Domínguez Millán, su gran amigo, en 2008 criticó en “La Tribuna de Cuenca”, publicación española, que los despojos no fueran a su patria. “¿Por qué no se comunicó a nuestro Ayuntamiento, que es quien le había enviado, la noticia de su óbito? Si se comunicó, ¿por qué no se dispuso el traslado del cadáver a su tierra natal? ¿Quién y cómo decidió que fuese enterrado en Ecuador? ¿Cómo, cuándo y dónde se realizó el enterramiento? Lamentablemente no puedo responder a ninguna de estas preguntas… La verdad, seguramente, es tan penosa que, de conocerla, nos haría a todos sentirnos avergonzados… Ni siquiera se trató de evitar que, al cumplirse la caducidad de su tumba, fueran sus restos arrojados al anonimato del osario…”.
Pero AVANCE, al fin, los ubicó en el pabellón A2, nicho 001, sin lápida, en el cementerio municipal de Cuenca, a donde llegaron el 14 de julio de 1970, a dos semanas del fin del período del alcalde Ricardo Muñoz Chávez el 31 de julio. ¿Por qué los sacaron de la cripta a seis meses de habérsele concedido e sitio de honor? ¿indolencia o ignorancia, de torpes burócratas…?
La cripta de la catedral de La Inmaculada, donde se habrían alojado los restos del artista hasta ser llevados al cementero patrimonial, sin encontrarse explicación para este traslado.
El documento con el nombre Faustino Culebras apunta la fecha no de la muerte, sino del entierro en Quito, en el Libro de Nichos Propios de 1ª y 2ª clase (clasificación social de entonces, sobre bases económicas).
La peregrinación fúnebre del artista habría terminado, peregrinación que también sufrió su histórica escultura, a la que en 2004 el alcalde Fernando Cordero le mandó a un redondel en Milchichig, y tras una década otra autoridad la volvió al cruce de las avenidas Huayna Cápac y España, evocadoras del mestizaje aborigen y español. (rt)