Como pocas veces el Ecuador está acosado por convergentes incertidumbres. Ante un paciente al borde del colapso, los responsables de salvarlo en vez de coordinar medidas saludables se empeñan en disentir, indiferentes a la gravedad.
La crisis eléctrica, la corrupción cuyos protagonistas tienen como meta la impunidad y el retorno al poder, el narcotráfico en ámbitos políticos y en instituciones del Estado, la asamblea asesorada desde fuera por prófugos de la justicia, y la campaña electoral con un gobernante candidato, hacen del país tierra fértil para la anarquía y la discordia.
Los cortes eléctricos generan pérdidas millonarias en los sectores productivos y en la población. Es intrigante la cuantiosa cifra de millones de dólares perdidos por la mala administración del sector eléctrico o el clima adverso, cuando en tiempos normales esas millonadas del sector privado pasan desapercibidas. Lo que cuenta más que las pérdidas, es lo que dejan de ganar.
Estamos a tiempo de salvarnos. De espaldas a las promesas de campañas y a las pugnas partidarias, los ecuatorianos deberemos aprovechar en las próximas elecciones para no cometer errores en las urnas. Ya sabemos dónde están el mal y los culpables y deberemos no confiar en sus falacias. Seamos responsables, optimistas y patriotas.