El Ecuador vive en elecciones, una tras otra, a cada rato. Quiérase o no, esta práctica democrática altera la tranquilidad cotidiana, pues los políticos ocupan el tiempo en promocionar sus propuestas y el público no puede dejar de soportarlos, aunque fuese a rabiar.
Es tiempo, además, para que se repitan los aberrantes defectos precisamente de la democracia mal practicada. En estos mismos días se ha empezado a constatar los famosos “cambios de camiseta” de asambleístas que hacen filas en sectores políticos por los que no accedieron a las curules. Resulta una tomadura del pelo al elector que a la postre, con su voto, le llevó a la posición que ostentan.
Estos procedimientos deben sanearse. Desgraciadamente, para ello se requiere la decisión de quienes son los actores de los cambios camaleónicos de tiendas políticas, a conveniencia personal de quienes accedieron a la función pública que ostentan. Es necesario que se enmienden estos procedimientos, que se legisle de tal manera que en adelante, asambleísta que vende su conciencia, automáticamente pierda la curul legislativa. No es admisible que se repitan estas actuaciones indecorosas, otra vez, cuando el pueblo ecuatoriano es convocado a las elecciones legislativas y presidenciales del año venidero.