La intención de la OMT es incluir a todos los países en una campaña, a fin de que nadie pierda la oportunidad de reactivar el turismo en su territorio. La pregunta es si realmente es factible reactivarlo cuando tenemos de por medio varios factores que devienen del problema económico y, lo más importante, el riesgo de la salud

La Organización Mundial del Turismo (OMT), organismo de las Naciones Unidas, acaba de lanzar una campaña mundial bajo la denominación para redes sociales #RestartingTourism, que busca reactivar el turismo a nivel mundial, bajo la premisa de que este sector ya no se puede esperar más y, de urgencia, necesita empezar a moverse; el dato alarmante que la OMT arrojó luego de un estudio llevado a cabo por sus especialistas en estadística, es que el turismo decayó en un porcentaje del 70% el año anterior debido a la pandemia.

El plan de la OMT implica poner en movimiento toda una cadena de trabajadores que son parte de las actividades turísticas, empezando por la limpieza y desinfección adecuada de medios de transporte luego de cada uso, pasando por el control estricto en aeropuertos a través de exigencias como un test negativo de Covid-19, uso de mascarilla y alcohol, hasta llegar al comportamiento que deben observar los turistas al estar ya en su destino, con el distanciamiento social y la mascarilla como estandartes de esa necesidad de protección que, aparentemente, se sigue necesitando aún con la vacuna.

Además, la intención de la OMT es precisamente incluir a todos los países en su campaña, a fin de que nadie pierda la oportunidad de reactivar el turismo en su territorio. La pregunta, por supuesto, es la relativa a si es realmente factible reactivar el turismo cuando tenemos de por medio varios factores que devienen de la pandemia, empezando por el económico y llegando al más importante, que es el de exponer la salud.

Pensemos en lo económico: si antes ya era difícil viajar debido a que el factor dinero impide a gran parte de la población mundial hacer turismo como quisiera, resulta que ahora estamos frente a una crisis económica agravada dada por la pandemia misma. En este contexto, muchas personas perdieron su trabajo, sea porque las empresas para las que trabajaban se fueron a la quiebra o porque sus jefes se vieron en la necesidad de reducir personal como consecuencia de una demanda menor por parte del público. Otras personas vieron reducidas sus horas de trabajo y, con ello, sus sueldos. Otras simplemente siguen, en el mejor de los casos, estables económicamente pero no posibilitadas financieramente para viajar.

Ahora, pensemos en el riesgo al que exponemos a nuestra salud: el viajar con un test negativo no garantiza que no vaya a haber contagio ni que el pasajero que llega negativo a su destino no esté ya cargando el virus en su organismo y que, por lo tanto, sea un potencial propagador del virus. La limpieza y las medidas de bioseguridad son altamente recomendables pero no todas las siguen; un turista X puede ser de lo más responsable y seguir al pie de la letra las recomendaciones de la OMT, basadas por cierto en aquellas que imparte la Organización Mundial de la Salud. Sin embargo, de la misma manera, un turista X puede ser de lo más irresponsable y hacer turismo con una actitud relajada que no solamente pone en riesgo su propia salud, sino la de otras personas. En resumidas cuentas: es un riesgo para la salud y no existen garantías.

Frente a este panorama, nos encontramos entonces en una situación altamente alarmante para la industria del turismo y no cabe duda de que la campaña de la OMT de reactivar el turismo a nivel mundial tiene las mejores intenciones. Queda por ver, entonces, cómo va a responder el público porque la medida del éxito de dicha campaña radica en gran parte en la actitud que decida adoptar la gente que todavía puede permitirse viajar o que, pudiendo permitírselo, esté dispuesta a arriesgarse.

Un asunto que hay que tomar en cuenta es que hemos visto, con la pandemia, la alusión a actitudes solidarias, de cuidarnos entre nosotros, de tomar conciencia sobre problemas mundiales que nos conciernen y descuidamos (por ejemplo, el medio ambiente) y, sin embargo, se ve que el público no cambia. Por lo tanto, tal vez la OMT debiera aspirar a una reactivación pero contando con el apoyo serio de las autoridades en cada país para que el control de las medidas no quede en manos del libre albedrío. Por ejemplo, si la mascarilla es obligatoria, debiera haber un aparato que, constantemente, controle que los turistas cumplan con esa obligatoriedad. Caso contrario, esa reactivación del turismo a la que aspira la OMT aumenta el riesgo para la salud mundial.

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