Profesional dedicada a rescatar bienes tradicionales, premiada al conmemorarse la declaratoria de Cuenca Patrimonio Cultural de la Humanidad, comenta sobre lo que se ha hecho y lo que falta hacerse en la ciudad cuya fisonomía está integrada a su realidad social y al paisaje embellecido por cuatro ríos.

 Lourdes Abad Rodas, arquitecta restauradora, ha recuperado valiosas edificaciones patrimoniales de Cuenca. 

Graduada en 1984 en la Universidad de Cuenca, Lourdes Abad Rodas ha practicado en territorio –esta palabra viene de tierra-, más de lo que aprendió en la facultad de Arquitectura sobre preservación de bienes patrimoniales.

Esa es su vocación. Trabajó inicialmente dos años para construir la urbanización El Bosque, en la ciudadela Católica, pero dejó el proyecto que no le hacía percibir el vínculo misterioso que liga a los materiales tradicionales con la vida y con la historia, e identifica los bienes seculares del mundo y de la humanidad.

Entonces, gracias a una beca del gobierno de Bélgica, se incorporó al equipo técnico encargado de estudiar en el convento Santo Domingo de Guzmán, en Quito, las reservas museográficas de fray Pedro Bedón, considerado autor de la quiteñización del arte: la historia y la arquitectura, juntas, dan trascendencia a un determinado sitio.

Dos años después se incorporó al Instituto Nacional de Patrimonio Cultural, en Cuenca, lo que le abrió la oportunidad de hacer lo que más le gustaba: restaurar bienes construidos con barro y bahareque, que tanto abundan en las provincias de Azuay y Cañar. Sobre andamios, con herramientas apropiadas, integró equipos de trabajo en la sala De Pofundis del convento de las Conceptas, en la Casa de las Palomas, en el templo de San Francisco, la Casa del Águila y en casas particulares.

Las funciones de dirección técnica para aplicar el decreto de emergencia patrimonial del gobierno de Rafael Correa, facilitó desarrollar amplios e intensos planes de restauración del patrimonio edificado.

La profesional destaca la importancia del barro, la madera, el bahareque, materiales tradicionales, que han dado permanencia secular a edificios que imprimen identidad a la arquitectura de Cuenca y en contraste con el hierro y el cemento, no generan efectos contaminadores. “La tierra es un recurso constructivo sustentable que puede reutilizarse miles de veces sin dejar huellas ecológicas nocivas y se acopla a la tradición local, sin consumir energía ni producir efecto invernadero como ocurre con el hierro y el aluminio tan utilizados actualmente en la industria de la construcción”, comenta.

Además, los materiales tradicionales se integran al entorno social y natural que da particularidad a una ciudad, como Cuenca, caracterizada por la belleza del paisaje irrigado por cuatro ríos que la atraviesan, haciendo parte de su patrimonio, que debe destacarse y respetarse.

Ella fue premiada el 1 de diciembre por la Municipalidad de Cuenca, en reconocimiento “a su fructífera trayectoria profesional en la conservación, rehabilitación y restauración del patrimonio, manteniendo valores históricos, culturales y emblemáticos que son significativos para la sociedad cuencana, otorgándoles el carácter de legado y constituyendo un acervo patrimonial evolutivo través del tiempo, para la ciudad de Cuenca”, dice el diploma que pusiera en sus manos el Alcalde Pedro Palacios.

El documento suscriben además del personero municipal, los concejales del cantón. La entrega fue en un acto conmemorativo de los veinte y tres años de la declaratoria de Cuenca como Patrimonio Cultural de la Humanidad el 1 de diciembre de 1999. El escenario fue el templo de Todos Santos, el primero levantado en ese sitio en Cuenca, a partir de su fundación española, bien que constituye un tesoro de historia, cultura y arte.

Lourdes considera que a partir de esta declaratoria se ha hecho bastante en el campo de la preservación de los bienes patrimoniales, pero no lo suficiente. Uno de los impedimentos es la imposibilidad económica de que los dueños de inmuebles de esta índole, en su mayor parte, dispongan de recursos para financiar la recuperación de sus bienes. Por ello, se necesita que las entidades públicas aprueben políticas de ayuda que faciliten créditos blandos dentro de una planificación adecuada, para que no solamente se haga la restauración de fachadas, sino de las construcciones completas.

También es necesario crear confianza entre los dueños de bienes patrimoniales, a través de socializar el tema, pues elevando el nivel cultural de la población se obtendrá su apoyo para impulsar proyectos importantes de preservación. Es generalizado el criterio de que es más económico demoler un bien y levantar uno nuevo, en vez de proceder a la restauración de viejas casas de tierra, bahareque y madera.

La profesional, cuando asume el compromiso de una restauración, promueve talleres de capacitación y comunicación con los dueños de los inmuebles, los obreros, artesanos y personas partícipes de la obra, pues las restauraciones no son posibles sin la coordinación y suma de conocimientos entre los profesionales que dirigen y quienes cumplen trabajo práctico.

Por ello, al recibir la distinción municipal por su trayectoria, ella destacó que no sería justo recibir el reconocimiento, sin mencionar a quienes manipulan las herramientas y se embadurnan con el barro, material que da sustento a los cimientos, las paredes y los techos de las edificaciones. Ellos están junto a ella en las excavaciones, en el retiro y reposición de materiales, en las escaleras o en lo techos, para tapar las goteras y filtraciones.

¿Y qué de la experiencia de una mujer en el ejercicio profesional que podría pensarse es propio de varones? Eso no es real –responde-, pues desde tiempos prehispánicos la mano femenina estuvo en la casa, en la vivienda, disponiendo los espacios según las necesidades de la familia. Además, en la actualidad el ejercicio profesional de la arquitectura se da sin diferencia de género, de igual a igual, entre hombres o mujeres, incluido el mercado inmobiliario.

Lourdes Abad Rodas, arquitecta dedicada al rescate patrimonial, está contenta por trabajar en obras de restauración, actividad en la que, además, ha recibido reconocimientos que confirman está acertada en cumplir su vocación: en 2013 recibió la presea “Hernán Crespo Toral” y en otra ocasión la presea “José María Vargas”, distinciones que como la reciente, comprometen y estimulan para seguir en lo que sabe y es capaz de hacer, profesionalmente, por su ciudad y el país.

La Quinta Bolívar, antes y después de la restauración.

 

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