El parque que precede al mirador desde donde se puede admirar las cataratas es en sí una poesía de árboles, plantas propias de la zona que exhiben sus flores hasta bien avanzada la época de verano, y desde cualquier punto se escucha ya sea el ruido poderoso del agua cayendo en cascada o del río Niágara dirigiéndose hacia esa caída |
En el condado del Niágara en el lado estadounidense, la avenida llamada Robert Moses cuenta con letreros en los que se ve sólo una imagen: la del agua cayendo y formando las famosas cataratas, tanto que ni siquiera ponen "Niagara Falls"; los que van allí llegan en busca de ellas y los letreros serían redundantes si mentaran el nombre: la imagen habla por sí sola.
La avenida desemboca en la calle Prospect y allí ya ni siquiera la imagen de los letreros hace falta porque a una distancia de unos 500 metros, se puede observar sobresaliendo de entre los edificios, una bruma que, de no saber bien que allí se encuentran las cataratas, podrían hacer pensar a cualquiera que se trata de neblina, o quizá un humo blanquísimo, extrañamente puro.
El parque que precede al mirador desde donde se puede admirar las cataratas es en sí una poesía de árboles, plantas propias de la zona que exhiben sus flores hasta bien avanzada la época de verano, y desde cualquier punto se escucha ya sea el ruido poderoso del agua cayendo en cascada o del río Niágara dirigiéndose hacia esa caída.
El área que más atención atrae es la llamada "Horseshoe" (herradura), bautizada justamente con ese nombre debido a la forma de la caída por la cual desciende el agua a 53 metros de altura, de manera tal que no es difícil imaginar su formación cuando hace 10.000 años, al cúlmen de la glaciación "Wisconsin", un gran glaciar se habría derretido arrastrando consigo material tan pesado, que erosionó el terreno a su paso con una fuerza que sólo la naturaleza suele mostrar en sus procesos de cambio, dando nacimiento no sólo a las bellas cataratas sino también a los Grandes Lagos, de los cuales, el Erie y el Ontario regalan a las cataratas su mayor volumen de agua.
Los geólogos consideran que es posible que bajo la caída de agua se encuentre sepultado un valle, cosa difícil de probar sólo de ver que la bruma que produce el agua al golpear la base impide que una parte de las cataratas, la que está hacia el centro de esta "herradura", no sea visible nunca por completo, pues su densidad es tal que incluso estando en el mirador, la bruma asciende con el viento y moja con su gracia a quienes absortos observan el paisaje.
Del lado de territorio estadounidense se encuentran dos caídas de cataratas: las denominadas "Velo de Novia" y las "americanas", ambas espectaculares aunque de menor ancho que las que caen en el lado de la "herradura", y en su conjunto presentan una coloración azulada clara debido a los matices propios del material que la corriente arrastra consigo, y si a ello añadimos los arco-iris que el matrimonio de la luz y el agua producen, estamos hablando de un espectáculo donde no hace falta mano humana para realzar lo que natura tiene de sobra.
La fuerza del viento, el agua tronando al caer, las hojas de los árboles cantando al son de la brisa, los pájaros volando y emitiendo diversas melodías, se mezclan con los gritos de emoción de quienes toman el barco que recorre el río hasta aproximarse a las tres caídas de agua, aunque ni así es posible divisar a través de la densa bruma la parte central de las cataratas golpeando el fondo, casi un misterio y sin embargo una certeza de que están allí.
Ese poderío del agua, que asusta y emociona a la vez, ha servido a las comunidades aledañas para generar energía eléctrica y de hecho la han extendido, gracias a la tecnología actual, hasta Búffalo, que se encuentra a 32 kms. de distancia.
Pero ese mismo poderío acuático ha inspirado la audacia de muchos en la historia que se han atrevido a descender por las cataratas a cualquier precio. Si bien algunos acróbatas han salido ilesos de la "hazaña", tampoco faltan quienes han perecido o quedado gravemente heridos.
Para la mayoría, sin embargo, como no puede ser de otra forma, las cataratas son un recordatorio de ese respeto inmenso que le debemos a la naturaleza. No en vano el nombre Niágara proviene de la voz iroquesa: "trueno de agua".