Eliécer Cárdenas

La Iglesia, o su jerarquía más bien, ha pisado al parecer en falso al abanderizar el voto por el No. Los fieles saben ahora diferenciar lo que es de fe de lo que pertenece al ámbito político, así como diferenció la figura del campeón olímpico Jefferson Pérez de sus ingenuas y traídas de los cabellos declaraciones en Beijing

 

 

La campaña electoral por el Sí o el No al proyecto de nueva Constitución arrancó de la manera que cabía esperar. Por un lado, el Gobierno ha puesto toda su maquinaria de comunicación y publicidad al servicio del Sí, comenzando con el propio Presidente de la República que es, sin duda, el mejor vocero de sus propuestas y además, algo muy importante, cuenta con una popularidad que no desciende sino de modo relativo, para consternación de los opositores. En definitiva, el voto por el Sí será un voto por Correa, más que por las bondades de la Constitución elaborada en Montecristi.

    Por su pÁ srte, la campaña por el No se despliega en medio de las habituales descalificaciones de la oposición al proyecto correísta, acusado por los consabidos sectores de la prensa alineada con la oposición de "estatista", "concentradora del Poder, "enemiga de la libre empresa", etc. Y por la jerarquía de la Iglesia Católica más las confesiones protestantes, de que el proyecto de nueva Carta Política favorece al aborto y la unión entre personas del mismo sexo. Sin embargo, la campaña por el No adolece de un defecto capital: carece de propuestas alternativas, salvo el chiste de una "constitución" elaborada no se sabe por quiÁ¨n para servir de contrapeso al proyecto de Montrecristi.

    La oposición está cargada de amargura, resentimiento, animosidad y agresividad. Basta oír y ver a los más conspicuos voceros del voto por el No para advertir que su posición más bien es visceral, sin mucho contenido ideológico, salvo la defensa a ultranza de ciertos privilegios. Desde el color negro que utilizan esos grupos no favorece demasiado al voto negativo, ya que el grueso de la población ecuatoriana está convencida de que hay que votar por el cambio y no por la regresión ¿a qué? ¿A Lucio Gutiérrez? ¿O los congresos hegemonizados por el socialcristianismo?   ¿A los feriados bancarios y los recortes presupuestarios para salud, educación o vialidad? Se supone que la mayoría de ecuatorianos y ecuatorianas no son masoquistas para preferir ese esquema agotado y en total descrédito.

    La Iglesia, o su jerarquía más bien, ha pisado al parecer en falso al abanderizar el voto por el No. Los fieles saben ahora diferenciar lo que es de fe de lo que pertenece al ámbito político, así como diferenció la figura del campeón olímpico Jefferson Pérez de sus ingenuas y traídas de los cabellos declaraciones en Beijing, cuando habló de "secuestros y mordazas" a la lengua y el pensamiento, lapsus que fue aplaudido por periodistas furibundamente opuestos al Régimen y que aprovechan cualquier circunstancia para combatirlo con la saña de un dirigente político derrotado.

   
En cuanto al clima de violencia que se pretende establecer en el país a propósito de la campaña del Referéndum, conviene advertir que es la oposición la principal interesada, y supuestamente beneficiaria de esos enfrentamientos, ya que por supuesto al Gobierno para nada le conviene la violencia electoral, aunque ciertas actitudes del Presidente tienden a favorecer ese clima, por lo cual debería mostrarse más ponderado en ciertas intervenciones a fin de no caer en las provocaciones que se le tienden a cada paso. Pese a la agresividad de la campaña por el No, se trata de una propuesta €“si cabe llamarla así- que no tiene futuro, porque quienes la pregonan son los responsables de más de dos décadas de fracasos políticos, económicos, sociales, de seguridad, ambientales, y de un largo etcétera. ¿Qué pueden ofrecer al país, entonces?
 

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