Eugenio Lloret

Los resultados están a la vista. Esas anheladas compensaciones al deterioro provocado por una clase política insensible y ensimismada, tuvo respuesta en quienes ven la vida con sencillez, comen una vez al día y buscan una mejor educación, salud, bienestar y un futuro para sus hijos en igualdad de oportunidades.

 
 
A partir de los levantamientos populares que condujeron al derrocamiento de Abdalá Bucaram en 1977, de Jamil Mahuad en 2000 y de Lucio Gutiérrez en 2005 y la etapa de transición que encaramó en el poder a un médico bonachón que olvidó a los forajidos y se unió a los políticos conservadores de siempre, el Ecuador con la aprobación de las fuerzas populares se pronunció en las urnas por una nueva democracia que reemplace la tradicional oligarquía y al dominio ejercido por las élites nacionales de la partidocracia.

Con la llegada al poder de Rafael Correa en enero de 2007, se inicia un proceso de reconstrucción del Estado con un alto nivel de popularidad y con el deber cumplido de su principal promesa de campaña de llevar a los ecuatorianos a una Asamblea Nacional Constituyente de plenos poderes, con la finalidad de reformar el marco institucional y elaborar una nueva Constitución.

Con su aplastante triunfo en la consulta popular del 15 de abril, en donde el Sí obtuvo el 81,63% arranca el ciclo de la hegemonía correísta, misma que acaba de ratificarse con la victoria incuestionable lograda el 28 de septiembre, lo que significa la continuidad de un proyecto de izquierda dentro de la región.

El pueblo mayoritariamente dijo Sí a la nueva Constitución y ratificó que él es quien elige, y así lo ha hecho, sin tutelajes ni ideas preconcebidas.
Los resultados están a la vista. Esas anheladas compensaciones al deterioro provocado por una clase política insensible y ensimismada, tuvo respuesta en quienes ven la vida con sencillez, comen una vez al día y buscan una mejor educación, salud, bienestar y un futuro para sus hijos en igualdad de oportunidades.

Ignorando esa realidad, muchos descontentos con el correísmo e identificados con la insensibilidad social, feudalismo, voracidad, elitismo y varios otros vicios asociados con la defensa del indefendible orden establecido, pusieron su esperanza en la vieja derecha elitista de Jaime Nebot, en la cúpula de la Iglesia Católica que con absoluta mala fe predicaron una lectura sesgada de la nueva Constitución y a la que se unieron grupúsculos evangélicos, protestantes y cristianos usando las mismas armas del oportunismo y la mentira. No podían estar ausentes los periodistas " estrella " de la televisión, Carlos Vera y Jorge Ortíz con adjetivaciones exageradas y análisis sesgados pregonando el No, al punto extremo de que el primero de los nombrados, se trepó a la tarima de la oposición en Guayaquil.

De igual forma, otros se convirtieron en cajas de resonancia poniendo a disposición sus columnas en los periódicos de circulación nacional en manos de empresarios de la comunicación social, todos jugando a ser actores políticos, dejando al descubierto sus intereses personales y poniendo en tela de duda a la prensa como actor social válido al servicio de la información pública. Y lo peor de todo, sin necesidad porque se ha comprobado €“ una vez más €“ que por donde van los medios, no va la ciudadanía.

Y al frente de la oposición vimos todos los días que duró la campaña a un presidente de la República insistente, muchas veces mal humorado, persuasivo, polémico, abrumador e infatigable armando cada estrategia del porvenir, dando ejemplo de constancia y de liderazgo político, junto al presidente de la Asamblea Nacional Constituyente, el " corcho " Cordero que jamás se amilanó ante sus detractores, que supo responder con un liderazgo limpio e inteligente a un No implícito orquestado por los dueños de la televisión y de la prensa con circulación nacional.

Ahora solo resta ver los rostros arrugados de la vieja política desfilando por el patio trasero de la derrota y anunciando su retiro de la vida política. ¡ Qué bueno ¡.

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