Una comunidad azuaya cuya gente se entusiasma con un programa de forestación en sus terrenos erosionados y estériles
Llevar la cuenta de sus días es parte del ritual en la vida cotidiana de Mama Juana €“Juana Morocho-, campesina setentona con autoridad de líder en Zhiña, comuna del cantón azuayo Nabón.
"Con hoy vivo 25.906 días de mirar el sol sobre esta tierra", comenta a las autoridades que han llegado a la minga de siembra de árboles en las laderas erosionadas sobre la pequeña población. "Yo nací el cuatro de octubre de 1937 a las ocho de la mañana" €“añade con energía y seguridad, como si hubiera tenido consciencia el instante en el que vino al mundo-, siempre risueña.
El 20 de septiembre fue un día especial para los habitantes del caserío al pie de las lomas resecas, hasta donde llegaron el Gobernador del Azuay y el Director del Programa Nacional de Forestación, Carlos Alvear, con técnicos que han escogido ese entorno para recuperar, con árboles nativos, los suelos empobrecidos y estériles.
Mama Juana empezó por oficiar una ceremonia milenaria de agradecimiento a la naturaleza, antes de que los mingueros treparan la loma Rompevientos para excavar los hoyos y sembrar las pequeñas plantitas de quishoar, duco, sauce, acacias y taras, especies nativas con las que se aspira a devolver el verdor perdido en la loma blanquecina por la erosión.
Con voz de mando, la vieja mujer exige a los vecinos poner esmero en sus tareas para proteger la Pachamama. Sobre una cobija tendida en la plaza del pueblecito están recipientes con tierra y agua, así como granos y frutas, y a un lado un fogón donde humea el incienso entre carbones ardientes: "la tierra, el agua y el fuego son parte de nuestra vida", dice la campesina con la misma sabiduría milenaria de los filósofos griegos en los orígenes de la civilización.
En Shiña, apenas a 65 kilómetros al sur de Cuenca, la gente habla el quichua y el español, indistintamente. Por ello, Mama Juana pronuncia su elocuente discurso en los dos idiomas ante los oyentes atentos, a quienes invita a agradecer a la madre tierra por la generosidad de sus frutos y porque un día acogerá a todos en su seno por las eternidades.
El Director de Proforestal, Carlos Alvear, trepa la loma sobre la población de Shiña, para asistir a la minga de siembra de árboles. |
Cumplido el ritual anunciador de la minga, los pobladores se aprovisionan de las plantitas hacinadas bajo un galpón y escalan en filas por la loma, llevando al hombro las lampas, zapapicos, barretas, más el balde con agua para el primer riego vivificador de la planta recién sembrada. Las mujeres jóvenes lucen trajes elegantes y vistosos en los que al movimiento de las polleras las lentejuelas brillan como soles diminutos.
En la colina Rompevientos, propiedad de la comuna de Shiña, la gente se esparce sobre cuatro hectáreas que se llenan de movimiento y colorido en un ajetreo hormigueante animado por los empujones del viento que da nombre al cerro, desde el que se mira, como una postal, el caserío apacible entre las lomas del entorno.
Cada minguero se hace cargo de tres plantas. El 20 de septiembre quedaron sembradas 1.800 en las laderas de Rompevientos y si no llueve, cada 15 días, ellos volverán con su balde de agua para alimentarlas, hasta que las raíces robustas puedan soportar los rigores de la erosión y los veranos.
El plan forestal de Shiña proseguirá en semanas venideras en otras comunidades: en Hayaloma, Rañas, Pucallpa, Lluchín, Quilosisa, Paván, Shiñapamba y Rosaspamba hay comunidades con más de cinco mil asociados listos para la tarea, previéndose que en la zona podrían sembrarse cien hectáreas de plantas nativas, cuyos frutos y maderas revertirán en beneficios comunitarios, a más de las ventajas del mejoramiento de suelos y de las condiciones ecológicas.
Mama Juana, la líder de la comunidad, aspira a poner la cara al sol varios miles de días más en el futuro, para volver al seno de la Pachamama después de haber visto maduros los árboles recién sembrados en las lomas que antes eran verdes, y espera a volverlas a ver verdes en el futuro.
Un plan para veinte años
Funcionarios y técnicos responsables de los planes de forestación, en el día de la minga. Abajo, al extremo derecho, la alcaldesa de Nabón, Amelia Erráez. |
El programa de forestación y reforestación del Ecuador es responsabilidad de Proforestal, unidad adscrita al Ministerio de Agricultura, creada en el actual gobierno, cuya dirección está a cargo de Carlos Alvear Alvear.
Su plan tiene largo alcance, para sembrar un millón de hectáreas de vegetación en los próximos 20 años, para disminuir la desertificación y recuperar las condiciones ambientales, con plantaciones de protección y conservación, forestería social y agroforestería y plantaciones industriales y comerciales.
El sistema de mingas permite ocupar la mano de obra de las comunidades, con incentivos económicos, pues los asistentes reciben una retribución de 12 dólares por jornada, aparte que las comunidades forman los viveros que producen las plantas, compradas por Proforestal para el poblamiento de los terrenos.
Una de las plantas en las que se ha puesto mayor empeño en el cantón azuayo de Nabón, es la tara, arbusto conocido como quinoa o cascarilla, de cuyas vainas se extraen sustancias que se las usa en las curtiembres y sirven en el campo de la medicina, con perspectivas de exportación: "en el mundo hay un 80% de déficit de este producto susceptible de explotarse en el Ecuador con beneficios económicos", sostiene Fabián Jiménez, consultor del programa de forestación en el Azuay, uno de los técnicos presentes en el programa de Shiña.