Eugenio Lloret
Un total de 435 instituciones del sistema nacional de educación superior para una población estudiantil de más de 400 mil en todo el país. Y para colmo de males y pese a la moratoria vigente hay 28 solicitudes para crear nuevas universidades

 
Denominar como crítica la situación de la universidad ecuatoriana y, consecuentemente, ocuparse de la crisis que le abruma, parece ser ya actitud común frente a las formas de abordar sus rasgos característicos. Más aún, cabe preguntarse si el término mismo de crisis, es el adecuado para afrontar su realidad, o habría que buscar otra u otras nociones que, articuladas a formulaciones teóricas, pudieran revelarse más útiles para la explicación de una institución enferma que distribuye al voleo títulos académicos que cada día significan menos y acreditan pocos conocimientos a un ejército de desocupados.

Quienes dirigen la universidad se empeñan en maquillar una realidad, hacen esfuerzos para esconder la evidencia que la nación entera conoce: la universidad es mala, que los profesionales que salen de sus aulas, en un gran porcentaje son mediocres. No se trata de ofender ni de hablar en voz baja, sino de ser objetivo y formular una crítica en positivo.

Qué oportuno y bueno que el Gobierno de la revolución ciudadana haya vuelto sus ojos a la educación superior para pedirle cuentas sobre su rendimiento, al tiempo que ha presentado su propuesta de "Sistema Nacional de Educación Superior " en su empeño por revolucionar el sistema, sacarla de su silencio cómplice y de su postración que le tiene entre las peores de América Latina, muy a pesar de contadas excepciones de excelencia académica entre la que están €“ sin temor ni favor €“ la Universidad de Cuenca y la Universidad del Azuay.

El país tiene 72 universidades y escuelas politécnicas de las cuales 29 son públicas, 34 privadas y 9 particulares co- financiadas por el Estado. Además, la FLACSO, la Simón Bolívar y el IAEN otorgan títulos de cuarto nivel. A éstos se suman 363 institutos superiores técnicos y tecnológicos de los cuales 146 son públicos, 200 privados y 17 co- financiados, conformando un total de 435 instituciones del sistema nacional de educación superior para una población estudiantil de más de 400 mil en todo el país. Y para colmo de males y pese a la moratoria vigente hay 28 solicitudes para crear nuevas universidades.

El problema es complejo. Hemos caído en una consideración puramente cualitativa y, además, absolutamente desprovista de todo fin nacional. Hemos llegado a esta conclusión: todo ecuatoriano debe llegar a un grado universitario; eso es sencillamente absurdo y monstruoso, porque, ¿qué es un grado universitario? Seguimos con la idolatría del doctor, en detrimento del país. En cambio, carreras, actividades y habilidades que el Ecuador necesita para su crecimiento, a nivel de técnicos medios, de obreros calificados ¡no tenemos! En este momento por ejemplo, ¿cuántos se gradúan de abogados, de periodistas, de ingenieros, de economistas? ¡Una cantidad abrumadora!

¡Revolución educativa! eso es imperioso y debe ser emulada por todos los sectores ciudadanos y políticos y no únicamente por la SENPLADES o el CONESUP que no han hecho nada por sacarle a la universidad de su postración y muerte leucémica.

En nuestra universidad hay decidia, negligencia, mercantilismo desmedido, deserción estudiantil, subdesarrollo hasta la médula junto con anacronismos como la masificación y la gratuidad. Sobran eso si los diagnósticos, los discursos, las promesas y las buenas intenciones del CONESUP.

La lección de Puembo deja múltiples lecturas y desde ahora convoca a otros actores de la crisis universitaria, como por ejemplo, a los sectores productivos, que de manera inexplicable han dado la espalda a la educación superior.

Gobierno y Universidades tienen una asignatura pendiente con la sociedad en general. Empero la universidad no podrá ser conciencia crítica si antes no es autoconciencia, si la universidad como institución autónoma no conoce sus problemas y se empeña en resolverlos.

La universidad es tanto lo que ella propone como lo que sobre ella se dice y lo que ella hace y deja de hacer.

 

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