Mientras mayor sea la insubstancialidad de una proposición, mejor será la acogida brindada hoy en los medios, puesto que presenta la ocasión para ganar sintonía con preguntas de este tenor: ¿cree usted que se debe cambiar el escudo nacional? |
Fundamentar los puntos de vista en la solidez argumentativa fue una práctica intelectual bastante común antes de que se generalizaran los sondeos de opinión mediante los cuales se evalúan conjeturas y se da forma a engañosas certidumbres. Lanzar una propuesta de alcance nacional exigía razones suficientes que aseguraran su necesidad, su eficacia; en consecuencia, habría sido impensable averiguar si se creía en la inocencia o en la culpabilidad de alguien, puesto que ello no era asunto de fe, sino competencia de los jueces. En contraste, mientras mayor sea la insubstancialidad de una proposición, mejor será la acogida brindada hoy en los medios, puesto que presenta la ocasión para ganar sintonía con preguntas de este tenor: ¿cree usted que se debe cambiar el escudo nacional? A comienzos del siglo pasado, el compositor Luis Pauta Rodríguez propuso un proyecto de reformas al Himno Nacional, con el objeto de corregir algunos errores de forma, perceptibles en "el desacuerdo estético entre el texto del canto con el musical", lo que ha sido causa, decía, para que "en más de cincuenta años no se haya podido cantar como corresponde, pues no se lo puede ejecutar por todo género de voces, sean sopranos, tenores, etc., mucho menos a solo voces, sino únicamente con el apoyo del acompañamiento de los instrumentos que, mecánicamente suplen la deficiencia de la generalidad de las voces dentro de sus escalas". En la carta dirigida en noviembre de 1916 a los nietos de Antonio Neumane, quienes habían criticado el proyecto porque no había sido consultado al patriotismo de los ecuatorianos, y porque sostenían que el himno, a pesar de sus defectos, debía conservarse intacto como una preciosa reliquia, Pauta defiende así su posición: "Un Himno patrio no es una simple melodía destinada para la ejecución de instrumentos; sino un canto del pueblo, que en sencilla frase exterioriza espontáneamente sus cívicos sentimientos por medio de la forma más sublime, cual es la expresión de la idea lírico-musical, en perfecto consorcio de ritmos y sentimientos. Por esta razón, la música del canto debe estar en consonancia con la estética y el ritmo del verso. De otro modo, faltaría la unidad de expresión, requisito sustancial de una composición de esta naturaleza". Pero no se limita el proponente a describir los defectos de la composición, sino que precisa las enmiendas: "Cambiar el término que rige el canto de las estrofas a un tono superior, cambio que regulariza la correspondiente altura de las voces en todas las partes de la composición, en razón del correcto enlace tonal entre el coro y las estrofas, lo que no resulta con el enlace de los términos adoptados en el original, en los cuales se tocan los extremos de altura y de gravedad, entre el coro y las estrofas, respectivamente. Con la modificación de términos en las partes de las estrofas, se ha reparado también el defecto de modulación del enlace tonal entre el final del coro con el principio de las estrofas, o viceversa; error de forma sustancial que ha dificultado, asimismo, la fácil ejecución del Himno; porque el intervalo de quinta mayor que media entre la última nota del coro, con la primera de las estrofas, es de difícil ejecución por la distancia del intervalo tonal ya que el oído no puede recibir naturalmente su entonación". Añadamos, aun a riesgo de aburrir, que para adelantarse a las refutaciones, Pauta Rodríguez se acoge a este pensamiento nietzscheano: " ¿Será preciso negar a los que han venido después el derecho de animar las obras antiguas, según los impulsos de su alma nueva? No, pues, solo dándoles nuestra alma adquieren aquellas obras poder para continuar viviendo: es nuestra sangre la que les hace hablar para nosotros mismos. Una ejecución fielmente histórica parecería un lenguaje de fantasmas que se dirigen a fantasmas. No se honra a los antiguos maestros dejando temerosamente cada palabra y cada nota en el mismo sitio donde las dejaron; se las honra mucho mejor esforzándose a volverlos siempre de nuevo a la vida". Pero volver a la vida uno de los símbolos patrios, el Himno Nacional, significaba para nuestro compositor obrar en el interior de su contexto artístico, pues suponía que en todo lo demás representaba el alma siempre nueva de la nación. Este es un buen ejemplo de diafanidad mental, de honradez, de patriotismo, muy diferente al discurso con que uno y otro bando trivializan hoy hasta el escarnio el tema de los símbolos patrios con criterios zoológicos.