Alba Luz Mora

Muchas veces sus ideas y emociones son obstáculos para una tarea límpida y genuina por lo que es imprescindible una óptima formación y tener clara conciencia del rol social que desempeña. El momento que un periodista manipula la noticia o la deforma, según su propia ideología y emociones, la autenticidad pierde valor y llega manejada hasta los receptores.


La función del periodista es informar y orientar. Para ello debe estar atento al sinnúmero de acontecimientos de la vida cotidiana y moderna, seleccionarlos de acuerdo a su importancia y transmitirlos con la objetividad y fidelidad que requieren. Los medios y sus redactores actúan como intermediarios entre los hechos y los receptores. De allí surge la enorme responsabilidad que implica la tarea informativa, la necesidad de evaluarla en todo cuanto ella significa y cumplirla con objetividad y ética.

Sin embargo no siempre un comunicador puede permanecer impasible o ajeno a las noticias que le corresponde transmitir. Muchas veces sus propias ideas y emociones son obstáculos para una tarea límpida y genuina por lo que es imprescindible una óptima formación y tener clara conciencia del rol social que desempeña. El momento que un periodista manipula la noticia o la deforma, según su propia ideología y emociones, la autenticidad de la misma pierde valor y llega manejada hasta los receptores.

Tratándose del periodismo de opinión la tarea es aun más compleja. El cometido de un editorialista o columnista supone el afán de orientar al público sobre cualquier suceso de interés general y quien asume ese trabajo debe poner en claro lo acontecido, analizar los positivo y negativo y ofrecer una especie de resumen que sirva de antecedente clarificativo a la comunidad. Siendo indispensable esclarecer los sucesos que no son bien comprendidos, descubrir los pormenores que los rodean y darle al lector u oyente un límpido panorama para que pueda asumir cualquier postura o reacción frente a los hechos.

Cuando un comunicador olvida la ética, la imparcialidad en la información y asume partido por alguna de las causas, su oficio pierde verticalidad y se convierte en un manipulador del criterio ciudadano. Esta actitud va en desmedro del propio profesional, resta credibilidad al medio en el que se expresa y pierde la información su autenticidad. Esto suele ocurrir todos los días en nuestro país y vale la pena hacer un paréntesis de reflexión para evitar que la tarea informativa adolezca de veracidad y que quienes son los protagonistas de la función mediática desvirtúen su auténtico rol.

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