La ruta Guayaquil-Quito, la obra vial más atrevida en la historia del Ecuador, fue la mayor ambición y felicidad de Eloy Alfaro, y también el medio de transporte a su inmolación.
El 25 de junio de 1908 €“cien años atrás- llegó a Quito la primera locomotora procedente de Guayaquil, en medio del festejo multitudinario de los habitantes de la Capital de la República.
Fue la apoteosis del general Eloy Alfaro, quien había dedicado los mayores esfuerzos de su gobierno revolucionario para unir la sierra y la costa a través del ferrocarril trasandino, superando las adversidades de la naturaleza y las calumnias de los adversarios políticos.
En 1890 el Presidente Antonio Flores Jijón, en un mensaje al Congreso, refiriéndose al proyecto ferroviario contratado por Alfaro el 14 de junio de 1897, había dicho: "El erario ha gastado más de tres millones de sucres, para que la capital quede como antes, incomunicada con la Costa Nunca he creído en la pronta construcción de la carretera, ni menos de los ferrocarriles. De simples caminos de herradura es de lo que necesita el país, ante todo".
Alfaro estaba consciente de que la vía férrea transportaría el progreso. No puso reparos en acometer el desafío y en sus dos administraciones hizo realidad uno de sus mayores sueños en bien del país, sin doblegarse ante la oposición de sus enemigos políticos que hicieron cuanto pudieron para que fracasase el proyecto, ni tampoco ante las inclemencias de la naturaleza con inviernos que provocaron deslaves, catástrofes y pérdidas económicas que fueron superadas con tenacidad y decisión.
El ferrocarril más difícil del mundo, fue considerado el proyecto de unir la sierra con la costa del Ecuador. Cuando se habían tendido las rieles por la cordillera de Sibambe, sobrevino un desastre: "Sucedió que en aquel año no hubo estación seca y que las lluvias torrenciales se prolongaron ocasionando el desastre", diría Alfaro, como si la naturaleza se opusiera a que el ferrrocarril trepara por Sibambe.
Y añadiría: "Don Archer llegó desalentado a Quito €“fue el contratista de la obra- y cuando me relacionó la magnitud del desastre acaecido, yo también quedé anonadado. Me preguntó: ¿Qué hacemos? Primero tomemos un trago de wisky, para espantar al diablo y después veremos que se hace, le contesté".
Entonces convinieron en una nueva trayectoria, nada menos que por la montaña de la Nariz del Diablo, atravesándola con una vía en forma de eses por lo empinado de la estribación, donde un ingeniero de apellido Davis murió de insolación al hacer los estudios y le sucedió el mayor John Harman, hermano del empresario principal, quien también falleció por insolación durante los trabajos.
También morían los trabajadores, por lo que se hubo de contratar cuatro mil obreros de Jamaica, probados para resistir las inclemencias de la naturaleza. Los trabajadores enfermaban de fiebre que se probó la causaban insectos casi imperceptibles que caían de arbustos de la zona, por lo que se contrató personal especializado para derribar esa vegetación.
Pero al fin el ferrocarril llegaría a Quito hace un siglo. Roberto Andrade (Vida y muerte de Eloy Alfaro) dejaría elocuente información sobre el histórico acontecimiento: "El pueblo acudió a ver el primer convoy y estalló en desaforado grito de entusiasmo, en aplausos, en ovación a Alfaro y a Harman, apenas apareció la locomotora, resoplando. Una de las hijas del Presidente, la señorita América, acercóse al extremo de las rieles, acompañada de todo lo selecto del concurso, y hundió un clavo de oro, el último del ferrocarril, conforme a una costumbre norteamericana. Las muestras de regocijo se prolongaron por algunos días. A la parroquia de Chimbacalle, paraje hasta donde llegó el ferrocarril, dio la Municipalidad el nombre de Alfaro, En los salones del Congreso se reunió todo lo granado del partido liberal, y de los entusiastas de todos los círculos sociales, en los días subsiguientes; y agradecieron a Alfaro en discursos de conmovedora elocuencia y con hermosas obras de arte, joyas y preciosidades, presentes de gremios, asociaciones, cuerpos de ejército, grupos de empleados, etc. Enternecía la fiesta y en aquellos días, el patriota fue feliz "
En septiembre de 1909 Alfaro se referiría al ferrocarril en su mensaje al Congreso: "Con el arma al brazo, entre el fragor de la guerra civil, arrostrando el dicterio y la difamación, ha construido el Gobierno Radical ese ferrocarril que une las cumbres de los Andes con las orillas del mar; ese Ferrocarril que ha principiado a derramar bienes sobre los pueblos y que, extendiéndose y ramificándose más tarde, expulsará del territorio de la República los últimos restos del tradicionalismo, tan opuesto a la ventura nacional. El Ferrocarril es, por si solo, un elemento irresistible de reforma; y es por esto que lo han combatido y combaten sin tregua todos los reaccionarios, todos los sostenedores de preocupaciones y doctrinas incompatibles con el espíritu de las sociedades modernas "
Un siglo después de la inauguración de la ruta de Guayaquil a Quito, el ferrocarril agoniza en el Ecuador. A Cuenca llegó apenas en 1965 pero duró poco y nunca fue un buen servicio el que ofrecía. Cuando en 1993 ocurrió el desastre de La Josefina, el tramo de rieles de El Descanso a Cuenca quedó destruido y nadie se ha preocupado por la rehabilitación.
La obra cumbre de Eloy Alfaro, considerada la más importante del Ecuador en el siglo XX, le conduciría también al Viejo Luchador a la inmolación: el 28 de enero de 1912, tras el fracaso de un movimiento revolucionario para retomar el poder, él y sus principales colaboradores detenidos en Guayaquil fueron llevados por tren a Quito, para ser masacrados en una orgía de sangre auspiciada por los reaccionarios a los que se había referido apenas cuatro años antes, en la estación ferroviaria de Chimbacalle, en la parroquia bautizada con su nombre, Eloy Alfaro.