Eugenio Lloret

En nuestro ambiente cultural, es una práctica muy común escuchar a ciertos escritores y literatos presentadores de libros comentar sin complejos ni pecados desde un tratado filosófico al best seller de bolsillo y hasta un libro de cocina, todo a vuelo de pájaro, a corazonada limpia, a medias o como una mera cortesía



Para criticar hay que tener pensamiento propio y para que éste sea acertado, hay que poseer información cabal, dominio del tema y evaluar los más diversos aspectos y matices con que en la vida real se expresa el arte y la cultura en general.

En este aspecto, el ejercicio de la crítica tiene por objetivo fomentar y promover los mejores valores y alentar las mejores esperanzas. Y esos atributos no se elaboran sobre la base de la simple destrucción. Tomemos de José Martí este pensamiento:   "criticar, no es morder, ni tenacear, ni clavar en la áspera picota, no es consagrarse impíamente a escudriñar con miradas avaras en la obra bella los lunares y manchas que lo afean; es señalar con noble intento el lunar negro, y desvanecer con mano piadosa la sombra que oscurece la obra bella ".

Como esfuerzo intelectual, el ejercicio del criterio exige una alta responsabilidad individual y social. Hay dos grandes males que combatir en cuanto al ejercicio del pensamiento y, por tanto, al de la crítica. Uno, el elogio excesivo, apologético o fuera de toda medida. Otro, la hipercrítica y ese espíritu destructivo con que a veces se juzga la obra de los demás y se evalúa lo que ha hecho otro.

En nuestro ambiente cultural, es una práctica muy común escuchar a ciertos escritores y literatos presentadores de libros comentar sin complejos ni pecados desde un tratado filosófico al best seller de bolsillo y hasta un libro de cocina, todo a vuelo de pájaro, a corazonada limpia, a medias o como una mera cortesía para cumplir con el amigo.

Para escribir crítica literaria es necesario estudiar la historia de la literatura y las teorías literarias. No creo que sea cuestión de sólo leer o publicar libros, ni siquiera es asunto de uno o dos años de estudio. Se trata de una dedicación completa y de por vida que solo gesta la vocación y el amor a la literatura.

En Ecuador hace falta incentivar el empleo bien remunerado de la profesión literaria en forma de docencia, hace falta el estímulo de premios pecuniarios a la crítica literaria.

Siendo la filología el estudio de la literatura y la evolución literaria, es decir, el conocimiento de los fenómenos literarios y de las técnicas y medios para la adquisición, interpretación y exposición de ese conocimiento, creo que para ser crítico se requiere ser filólogo.

En la historia contemporánea de Cuenca, por lo menos, en buena medida y que han hecho de la crítica literaria una profesión reconocida podría citar a manera de ejemplo a los doctores Efraín Jara Idrovo, Marco Tello Espinosa y Oswaldo Vásquez Encalada. Claro que hay escritores, intelectuales y poetas que sin ser filólogos son buenos críticos, entre los que cabe señalar, a vuelo de pájaro, nombres como Eliécer Cárdenas Espinosa, Jorge Dávila Vásquez, Felipe Aguilar, José Serrano, Alberto Ordóñez Ortíz, Gustavo Vega Delgado, Gerardo Salgado y María Eugenia Moscoso.

La pregunta es, por qué no hay más críticos literarios. Las respuestas son múltiples y diversas, pero me atrevería a decir que la razón fundamental para la carencia de críticos literarios en nuestro medio, radica en el temor a hacerse de enemigos o de perder amigos.

Como decía el escritor venezolano Baldomero Sanín Cano:   "para ser crítico literario no sólo hay que tomar clases de filología y filosofía, sino también de esgrima, armas de fuego y boxeo ".

Aprender a resolver estas contradicciones surgidas de la práctica es quizás uno de los problemas pendientes en el que deben trabajar quienes se dedican al oficio de evaluar las obras de otros, así como la nueva generación de críticos con formación superior en la especialidad.

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