La ciudadanía se encuentra bastante hastiada de las sesiones asambleístas, que resultan algo así como "mucho ruido y pocas nueces", en tanto la subida de precios, atribuida al Gobierno con total mala fe, hace estragos en los bolsillos populares, que presas de lo inmediato de las necesidades, van desencantándose de los alquimistas de Ciudad Alfaro y sus teóricas probetas para traer la felicidad |
"Dar un paso al costado" significa, en el argot de la cúpula del Movimiento Alianza País, retirarse, hacerse a un lado, según confesión propia de Alberto Acosta, quien fue el Presidente de la Asamblea Constituyente hasta cuando las encuestas, según parece, determinaron una caída en la popularidad del colectivo de Ciudad Alfaro con sus demoras, disquisiciones y discursos en torno a los artículos de la futura Carta Política.
Nuestros profesores de Derecho Constitucional solían decir que ésta, la Ley de Leyes, contiene el marco general de la institucionalidad legal de un país, y algunos teóricos de esta rama jurídica señalan que mientras más general y menos artículos contenga, una Constitución es mejor y más expedita. El experimento de Ciudad Alfaro, a donde fueron muchos activistas, algunos políticos profesionales y unos cuantos aventureros y aventureras, hizo todo lo contrario. Trató nada menos que de embutir en la aún nonata Constitución todo lo posible, desde la flora y la fauna al modo de satisfacer sexualmente a una esposa o pareja de hecho. El resultado fue abrir las puertas al galimatías, a las discusiones por un "quítame de ahí estas pajas", y, por supuesto, a las dilaciones de la oposición que ponía peros a cada coma del artículo o parágrafo que entraba a la discusión.
Ocho meses para redactar la Carta Política parecieron demasiado a la cúpula gobiernista, aunque Alberto Acosta sostenía que mientras mas discusión, mucho mejor. No siempre las discusiones son buenas, sobre todo cuando algunos artículos se prestan a mil y un interpretaciones, de éstas algunas tan retorcidas como lo que entendieron ciertas señoras de la oposición por "el derecho a la vida", o "el derecho de nacer", para utilizar el título de una radionovela de hace muchas décadas. Así, la Asamblea demostró que sabe tanto de legislar como un zapatero de construir aeropuertos.
Mientras la futura Constitución madura, la ciudadanía se encuentra ya bastante hastiada de las sesiones asambleístas, que resultan algo así como "mucho ruido y pocas nueces", en tanto la subida de precios, atribuida al Gobierno con total mala fe, hace estragos en los bolsillos populares, que presas de lo inmediato de las necesidades, van desencantándose de los alquimistas de Ciudad Alfaro y sus teóricas probetas para traer la felicidad mediante unos artículos que han ido creciendo y ramificándose, cual plantas parásitas, al gusto y antojo de cualquier propuesta a ser introducida en ella. Ojalá los improvisados constitucionalistas comprendan que han perdido mucho tiempo, que han desgastado sin pena ni gloria un proyecto que mereció el apoyo en las urnas de la inmensa mayoría de los ecuatorianos y ecuatorianas, esto es cambiar €“para mejor, se sobrentiende- el marco institucional de la República, pero sin hierbajos experimentales ni ideas antojadizas que, en el coloquio de expertos en constitucionalismo, provocarían risas, como el asunto de cambiar los símbolos patrios.
Es que aprender en política, sobre la marcha, es muy grave, porque la víctima de esta clase de aprendizajes, esto es el país, sufre las consecuencias de tanta novatada. Es que cualquiera pudo ser asambleísta. La democracia lo determina así, pero casi nadie resultó a la altura de las históricas circunstancias.
A estas fechas, cabe esperar que la futura Constitución sea menos mala de lo que piensan muchos desencantados ecuatorianos. Que así sea, por el bien del país y el futuro de un proyecto de cambios lamentablemente dejado en lo constitucional en manos inexpertas. O malintencionadas, en el caso de ciertos elementos opositores.