Yolanda Reinoso

Su altura de 370 metros resalta en el paisaje de tal forma, que aun sin historia o interés arqueológico, su sola presencia bastaría para que se la considerase un punto sobresaliente en la geografía de la zona.

 

 

 
 
Una roca en la historia de Sri Lanka


Sigiriya es una enorme roca de origen volcánico. Situada en la zona central de Sri Lanka, con su altura de 370 metros, resalta en el paisaje de tal forma, que aun sin historia o interés arqueológico, su sola presencia bastaría para que se la considerase un punto sobresaliente en la geografía de la zona.

Sobre ella, un rey de nombre Kasyapa edifica hacia el siglo V A.C., un palacio con fines de habitación real y, a la vez, de fortaleza; no es de extrañar pues la vista panorámica de la planicie que desde esa altura se ofrece: imponente, dominante, infunde poder, casi un sentido de propiedad sobre los jardines y sistemas de riego que rodean la monumental roca, y cuya verde vegetación, se alinea a lo largo de canales y pabellones por los que el agua parece seguir un recorrido puramente ornamental, si bien el fin primordial habría sido el sostenimiento agrícola.

Se trata pues, de un patrón que se repite en las antiguas civilizaciones con habilidades arquitectónicas: la construcción no se limita por su fin útil, sino que va más allá para regalar su espacio, aparentemente imprescindible, a lo estético, lo artístico, la belleza como valor indispensable, casi como un canto de respeto a la dada por la naturaleza misma en sus colores y vegetación.

La imponencia de la roca exige al visitante trabajo físico y actitud mental equilibrada, pues el ascenso al palacio sólo es posible a través de una escalera que se encarama a la pared plana de la misma, conocida como "la pared espejo" no sólo por ese aspecto, sino además porque, en su tiempo, fue pulida y trabajada con un material similar a la porcelana, de forma que la imagen de una persona podría reflejarse en ella. A lo largo del tiempo, esta pared fue rayada con inscripciones de visitantes que, por sobre todo, estimaron de mayor importancia dejar grabados sus nombres, una fecha, o un corazón flechado.

A una altura de 250 metros aproximadamente, la pared espejo se convierte en una galería de frescos que ilustran sensuales figuras femeninas en tonos terracota, de entre los que destaca el turquesa en la vestimenta o en los accesorios que adornan a estas mujeres. Están además sus nombres, grabados en la roca, aspecto enunciado por los conocedores como "grafiti", y cuya presencia indica la original existencia de más de 500 frescos de mujeres, borrados probablemente cuando el palacio pasó a tener fines monásticos budistas a fin de que las imágenes no "distrajeran" a los monjes de su meditación.
Una roca en la historia de Sri Lanka

En la cima de la roca, sobre su superficie plana, se llega por fin a la Puerta del León, una entrada majestuosa de ladrillo a lo que fuera el palacio, precedido por un enorme felino del que sólo quedan sus dos patas delanteras, y cuyas fauces abiertas habrían sido la puerta de entrada; las ruinas quedan sólo para imaginar el homenaje constante al monarca.

Desde esa altura, durante mi visita, el clima cambió abruptamente y una neblina espesa cubrió la vista panorámica de los jardines, envolviendo la roca en una blancura que no dejaba ver nada fuera de las ruinas del palacio elevado a 370 metros, altura de la que no perdí conciencia aun con la neblina alrededor y que, habiendo cubierto además la posibilidad de visión del cielo, parecía haber elevado la roca a un punto del espacio donde todo lo que existía en el contorno era la nada, si es que la neblina puede hacer sus veces.
Imagino que este efecto del clima ocurriría a menudo en la época del monarca y, lo paradójico, es que tiene que haberle servido para sentirse aún más poderoso, dueño de todo lo visible en ese momento, y en cambio a los monjes budistas, les habrá infundido un sentimiento de insignificancia, quizá de abandono a su suerte en medio de la blancura impenetrable de la niebla.

Este sitio es Patrimonio Cultural declarado por la UNESCO, y pasa que es además uno de tantos donde se experimenta la extraña sensación de que lo natural combina con lo creativo de la mano humana.
Una roca en la historia de Sri Lanka

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