Julio Carpio Vintimilla A partir de la década de los sesenta, la educación ecuatoriana se va haciendo universal, en condiciones bastante desfavorables: bajos presupuestos, mala preparación de los docentes, politización izquierdista de catedráticos, estudiantes universitarios y maestros, corrupción Así llegamos al siglo XXI los defectos persisten

 

Yo conozco bien la pobreza, señor periodista. Y voy a decirle, al respecto, algo muy importante: Salí de ella gracias a la educación que recibí (Así se expresaba, palabras más, palabras menos, el profesor Navia, subsecretario de Educación de la Provincia de Mendoza, Argentina.)Y repitamos aquí €“ para seguir €“ la vieja sentencia china: No regales un pescado; enseña a pescar. ¿Enseñar a pescar no equivale, metafóricamente, a educar? Pues, claro. Y €“ ampliando el asunto -- ¿educar a un pueblo no equivale a enseñar a pescar a todo un pueblo? Por supuesto. Ahora, veamos el asunto desde otro ángulo: la educación es el medio más eficaz de hacer justicia social. (Y, hoy día, -- con las nuevas economías del conocimiento €“ el medio más eficaz de enriquecer a los países.) Pero, limitemos, también, la cuestión: No creamos que la educación es la lámpara de Aladino de la vida social. Hay que cumplir, aparte, ciertas condiciones. Lo ideal es una educación adecuada, en una sociedad adecuada. En otras palabras, una educación moderna y democrática, en una sociedad moderna y democrática. (Cualquiera otra situación trae desarreglos y distorsiones. Se puede comparar, a propósito, los casos muy dispares de Finlandia y Cuba.) ¿Cosas más o menos sabidas o bien sabidas? Ciertamente. Pero, ¿cuántas veces se aplica bien lo bien sabido? Pocas veces. Y, por eso, son tan pocos los países que han logrado una educación de verdadera calidad. Y tan muchos los países sumidos en la pobreza y, aún, la miseria educativa.
 
 
Universidad de Cuenca

Para entrar en el tema de hoy, tomemos una perspectiva histórica. La educación ecuatoriana del siglo XX comenzó con la reforma liberal. Se implantó el laicismo en la educación pública. Fue nada más que un paso; pero, en verdad, un muy buen paso adelante. Se produjo una notable apertura mental Había que continuar. Es decir, había que mejorar académicamente, técnicamente. Se lo hizo. En la década de los treinta, la llamada Misión Pedagógica Alemana preparó maestros primarios y secundarios y recomendó la creación de los normales. En las décadas de los cuarenta y los cincuenta, se fundan las primeras facultades universitarias de Filosofía y Letras. (Lamentablemente, los liberales habían eliminado ciertos estudios humanísticos -- como Filosofía y Latín €“ por considerarlos "cuestiones de curas".) A partir de la década de los sesenta, la educación ecuatoriana se va haciendo universal, en medio de unas condiciones bastante desfavorables: bajos presupuestos, mala preparación de los docentes, politización izquierdista de catedráticos, estudiantes universitarios y maestros, corrupción Y, así, -- insuficientemente educados €“ llegamos al siglo XXI. Y los defectos persisten

Y, otra vez, hay que meter, en el cuento, al estado inoperante. Ese estado que ni siquiera soñó en una verdadera reforma universitaria; que no pudo detener la politización socializante de las universidades públicas (habría bastado con llevar a la justicia, en su momento, a los violadores del laicismo); que puso en marcha reformas curriculares chapuceras y, a la larga, perjudiciales; que, por último, permitió que el MPD (Movimiento Popular Democrático, maoísmo) se apoderara de la dirección de las universidades públicas, de los gremios educativos y, en muy buena medida, de la misma educación nacional En síntesis, ese estado que permitió que una educación pública apenas buena o regular, terminara siendo pésima ¿Qué sería de nuestra educación si no tuviéramos, hoy, ese 40 por ciento de más o menos mediocres institutos privados? Pues, lo peor: que habríamos caído al fondo del pozo educativo. En definitiva, ocurrió lo mismo que con la aplicación de la ley, con la vialidad, con la seguridad social, con la defensa El estado €“ obeso, tonto y abúlico €“ fue incapaz de actuar, de poner orden, de controlar Un ejemplo concreto: la torpe clausura de las universidades, realizada por Velasco Ibarra en l970. Clausurar, en vez de exigir reformas y asignar los fondos presupuestarios de acuerdo con la eficacia de cada institución.

Y, en este punto, hay que referirse a los izquierdistas. Los socialistas radicales €“ según dice Horacio Tarcus, en un estudio sobre el caso argentino €“ tuvieron, durante el siglo XX, dos proyectos: el civilizatorio, hasta la década de los sesenta; y, luego, el revolucionario, hasta la década de los ochenta. (Lo mismo, aproximadamente, pasó en el Ecuador.) El primero, tuvo un éxito relativo; el segundo, en cambio, fracasó plenamente. (Los socialismos radicales del siglo XXI son, en realidad, fenómenos populistas, anacrónicos y trasnochados.) Los civilizadores €“ mencionemos, aquí, a Benjamín Carrión, Alfredo Pérez Guerrero y Carlos Cueva Tamariz €“ hicieron su obra: la Casa de la Cultura, la educación popular, unas universidades relativamente mejoradas y en trance de reformas positivas, literatura, arte, periodismo Los revolucionarios, al contrario, demolieron, en gran parte, lo ya construido. Mencionemos a dos de ellos: Manuel Agustín Aguirre y Milton Reyes. El primero €“ en su proyecto denominado Segunda Reforma Universitaria €“ propuso extender la conciencia social de los catedráticos y los estudiantes. (Léase adoctrinar en el marxismo básico.) El segundo inventó €“ o propagó y aplicó €“ un célebre lema: Luchar y estudiar. Como las dos acciones son, obviamente, incompatibles, se terminó luchando un poco y estudiando casi nada. Resultado: fracaso revolucionario y ruina académica. La "dinamita teórica" €“ extraña metáfora usada alguna vez por un dirigente de los profesores de la Universidad Central €“ resultó ser, literalmente, muy poderosa y efectiva. Y aquí estamos €“ todos los ecuatorianos de hoy €“ pagando los platos que se rompieron en las maniobras de la incapacidad y en la borrachera ideológica.

Bueno, -- como han visto ustedes -- les hemos presentado a los dos grandes culpables de nuestro fracaso educativo: el estado inútil, que dejó hacer las barbaridades; y el grupo, o grupos, de desmadrados que las hicieron (De paso, el MPD pertenece, con todo derecho, a la hoy famosa "partidocracia" ) Y, para concluir, la educación ecuatoriana no tuvo una "larga noche neoliberal".Sigue teniendo una tenebrosa, y aparentemente interminable, noche socialista. Y, en esas profundas oscuridades, anda perdida, todavía, una entrañable esperanza que tuvimos: la justicia social.

 

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