Eugenio Lloret
La generalidad de las empresas periodísticas actúan bajo una orientación editorial de empresa cuyos propietarios tienen posiciones e intereses políticos para juzgar, controlar, censurar y " orientar " como actores políticos y enfrentar a los gobiernos de turno, aprovechándose de la crisis de las instituciones democráticas y de la ausencia de credibilidad de los partidos.
 
Es un asunto sabido por todos pero en el que, me parece, se habla en voz baja o se insiste poco. Me refiero a las empresas de comunicación como negocio. Se los identifica como "medios " que deciden qué publicar y cómo difundirlo.

Nada tiene de peyorativo ni de extraño advertir que un diario, un canal de televisión o una estación de radio en el Ecuador €“ en manos de clanes familiares y políticos €“ son un negocio legítimo. Lo malo, me parece, es escamotear esta situación. Y tan es así que ahora las grandes empresas periodísticas, están siendo gerencialas o dirigidas por expertos empresarios mercadólogos, que por periodistas.

En el Ecuador existen unas 1.168 frecuencias de radiodifusión, 323 canales de televisión abierta y 121 de televisión por cable y más de 60 periódicos, convirtiéndose en el país que bate el récord a nivel internacional.

La generalidad de las empresas periodísticas actúan bajo una orientación editorial de empresa cuyos propietarios tienen posiciones e intereses políticos para juzgar, controlar, censurar y " orientar " como actores políticos y enfrentar a los gobiernos de turno, aprovechándose de la crisis de las instituciones democráticas y de la ausencia de credibilidad de los partidos políticos y desde su particular visión defender sus intereses y negocios amparados en la libertad de expresión y de opinión. Todo dentro de lo que se ha dado en llamar la "opulencia mediática ", la espectacularización y la superficialidad en donde la noticia se convierte en un producto más para la venta.

En su momento la UNESCO advertía que el desarrollo de un país se mide por el número de periódicos, radios y canales de televisión. Pero en Ecuador, ese objetivo está seriamente cuestionado por la calidad de contenidos, imágenes y programas que se venden.

Y dentro de esta confusión, la situación de indefensión del ciudadano común frente a los medios es de absoluta pobreza. Por ello, hoy más que nunca nos manifestamos contra el poder sin control, no democrático e impune de las grandes empresas periodísticas como la televisión que intentan imponer su visión de la realidad y sus valores. Estos oligopolios sirven a intereses económicos y políticos de accionistas, financieros y anunciantes en donde los medios alternativos están en desventaja.

Las razones expresadas a través de varios manifiestos de la Asociación de Editores de Periódicos del Ecuador lo dicen todo, en tanto, el Gobierno los volvió a tildar de actores políticos y de mafias económicas e informativas en medio de una manifiesta animadversión del presidente de la República contra varios " periodistas ", especialmente de aquellos vinculados con la televisión y con las empresas de comunicación por su postura incondicional arrogante y narcisista de alterar los acontecimientos noticiosos hasta provocar la desinformación y el caos en desmedro de la ética y de la buena práctica profesional.

Entonces, cabe preguntarse ¿es necesaria la autorregulación para el funcionamiento de los medios ¿En términos de responsabilidad social y por la trascendencia de su misión en el Ecuador es prudente la autorregulación y su independencia del poder político. Alguien dirá que esta es una afirmación de Perogrullo. Pero lo que queremos al insistir en ella es ir más lejos y al fondo en el análisis de las relaciones entre el poder y las empresas periodísticas.

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