| Las fuerzas del no cambio han alimentado rencor, han rumiado frustraciones, han promovido ataques y rumores de la más variada especie, han contado con una prensa, digámoslo francamente, convertida en el "brazo comunicacional" de la oposición. |
La "medición de fuerzas" entre Rafael Correa y el alcalde de Guayaquil Jaime Nebot, que pretendía ser una competencia de popularidad o más bien, de "quien acarrea más gente", ha determinado por desgracia un preocupante agudizamiento de la lucha entre los sectores que quieren cambiar el país, a veces con alguna receta medio equivocada, y quienes no desean se modifique ni un ápice el status quo del cual han disfrutado y se han beneficiado. Durante el año de gobierno de Alianza País, las fuerzas del no cambio han alimentado rencor, han rumiado frustraciones, han promovido ataques y rumores de la más variada especie, han contado con una prensa, digámoslo francamente, convertida en el "brazo comunicacional" de la oposición y al fin creyeron llegado el momento de desafiar a un régimen con popularidad indudable, pero que ha empezado a generar inconformidades y dudas.
De algún modo, Correa invocó la confrontación, a través de sus ataques a Nebot, engrandeciéndolo a los ojos de una oposición dispersa, sin liderazgo, y catapultándolo así como el abanderado y €“cuándo no- de un "guayaquileñismo" que alza la cabeza cuando les conviene a las clases dirigentes del Puerto Principal, que poseen un arsenal de recursos, entremezclando el orgullo local legítimo con el fraccionalismo regionalista que tan bien saben manejar, a costa del eterno "chivo expiatorio", el Estado, que sin embargo siempre ha atendido a la ciudad más grande del país. La mezcla explosiva de regionalismo, neoliberalismo, egoísmo de las clases superiores y algunas medias, de hecho tenía que provocar la manifestación o marcha de enero pasado, que ha reactivado la oposición sin programas ni proyectos que no sean otros que mantener las cosas como estaban antes del gobierno correísta, es decir con mezquindades, chantajes, burbujas de poder en un mar de necesidades y los islotes de riqueza en un océano de expectativas insatisfechas.
Pero no todo debe atribuirse a la oposición ahora despertada y con deseos de revancha sino a un programa de gobierno que ha pretendido caminar con la rapidez de un rayo, con los andadores de la Asamblea Constituyente, sin contar con que los sectores de poder económico no tendrán ahora el poder del Estado, pero cuentan con el más variado arsenal para ponerle la vida a "cuadritos" al Gobierno, desde un repugnante soborno que se investiga para dividir a la mayoría de la Asamblea Constituyente, hasta los rumores infundados, las tergiversaciones, las baterías de cierta prensa nada objetiva, enfiladas a diario para tumbar los proyectos de Rafael Correa y su equipo. Sin duda, esta oposición no trepidará en repetir las clásicas "botadas" de gobierno que estiló en la última década y algo más, siempre cuando sus intereses y poder se sentían amenazados de algún modo. Al país sin duda le espera un año duro. El gobierno tiene que mantener la sangre fría y sobre todo el Presidente Correa debe dejar de lado intrascendentes polemizaciones y movilizar aquella parte del país, la mayoritaria, que desea cambios y que en las urnas propinó apabullantes derrotas a los defensores del egoísmo y la injusticia social bajo la capa blanca de la defensa de la democracia y las libertades que, cuando ellos estuvieron en el poder, no las respetaron para nada, salvo por supuesto sus "libertades" empresariales celosamente salvaguardadas por el Estado.