La historia increíble de la carretera Jima-Amazonas, que empezó a construirse en tiempos de Velasco Ibarra, y es todavía una débil esperanza para los pueblos amazónicos
Testimonios de un día especial en la unión de la carretera con el viejo sendero por el que han transitado siglos. |
Aquello de que el Ecuador ya es de todos suena a ironía a los ecuatorianos que habitan en lugares sin carreteras, agua potable, teléfono, médicos o maestros.
Así son los pueblitos remontados a los confines milenarios del abandono de los poderes públicos, como San Miguel de Cuyes, Tambillo, Nueva Tarqui, donde la gente aún aspira a que se hicieran realidad los reclamos que heredaron de sus abuelos desde la mitad del siglo XX.
El 14 de diciembre fue un día para la historia de esos lugares de la jurisdicción de Gualaquiza, cantón de Morona Santiago, pues el Gobernador del Azuay, Oswaldo Larriva, recorrió la carretera interprovincial Jima-Amazonas iniciada por Velasco Ibarra, aún inconclusa.
El camino abierto al andar, en siglos. | Octavio Carchi lucha por la carretera un medio siglo. |
Decenas de pobladores de la zona se habían reunido en Ramosurco, punta de la trocha hasta donde llegan los vehículos motorizados. También niños de las escuelas y alumnos del colegio de la parroquia estaban allí para recibir con aplausos a la autoridad que prometía gestionar la continuación de la obra convertida en utopía de tanta demora en realizarse.
Ramosurco no es un caserío, sino sitio despoblado de unión de la carretera con los caminos precarios abiertos al andar de los incas, los cañaris, los españoles y los colonos criollos, en pos de metales preciosos de los ríos orientales. O también los contrabandistas y los comerciantes. Allí solo hay vegetación selvática y huellas del desbroce con las máquinas que se abrieron paso para no ir todavía a ninguna parte. Una casucha de rústico campamento es la única construcción para refugio de los aguaceros infaltables en todo el año.
El paraje cobra vida los viernes y sábados, con buses y camionetas de pobladores de Jima que llegan con productos de mercado para encontrarse con los que vienen en caravanas de acémilas desde Morona Santiago con los productos de sus campos. Unos llevan la sal, el azúcar, las colas y cervezas, los fósforos y los abarrotes y otros los quesillos, el aguardiente sin destilar, la yuca, las reses y más riquezas de su tierra.
La gente que acompaña al Gobernador se asombra por el original mercado a la intemperie, mientras decenas de acémilas adormiladas de cansancio posan sobre sus cuatro patas para no acostarse en el barrizal que pisotean. Los animales y los vehículos a motor, como la carretera nueva y los viejos caminos, son extremos que juntan €“o mejor separan- tiempos pasados con el siglo XXI.
El Gobernador Oswaldo Larriva, derecha, dialoga con la población. | Un "moderno" puente peatonal. |
Uno a uno toman el micrófono los líderes de los pueblos olvidados para repetir el mismo reclamo al Gobernador: la carretera. El presidente de la Junta Parroquial de San Miguel de Cuyes es patético y elocuente: "Velasco empezó la vía pero a poco fue derrocado y se paralizó; Jaime Roldós reactivó el proyecto en tiempos de la invasión peruana, pero murió y todo volvió a cero. Sixto Durán asignó 500 millones de sucres para continuarla, pero el desastre de La Josefina cambió en forma emergente el destino de la asignación ", pondera la fatal mala suerte.
Otro campesino enumera las penalidades de la vida humana en semejantes condiciones de olvido oficial, pues no disponen de un centro de salud, escasean los profesores, no hay un aparato telefónico €“ni hay señal de celulares-, y las cosechas se pudren por falta de vías para el transporte.
Otro habla de la riqueza arqueológica escondida sin aprovecharse para el turismo, como las trincheras de Tambillo, con murallas de piedra que son testimonios de cuarteles y grandes salas de sesiones de los incas. "Hace 1.500 años gente nativa de la cuenca del río Cuyes fue a fundar los pueblos de Gualaceo y Sígsig", asegura.
La gente de los caseríos más cercanos ha demorado cuatro horas para llegar al sitio donde se juntan la trocha carrozable y el sendero con secretas historias de siglos. La presencia de la autoridad provincial ha reactivado la esperanza de que ahora que dicen que el Ecuador ya es de todos, estos parajes recónditos se conecten por carretera con los pueblos más próximos de Azuay y Morona Santiago, antes de que avance mucho el siglo XXI.
Entre la realidad y la leyenda
El trayecto del viaje empieza por la Panamericana Sur hasta Tinajillas, a 30 kilómetros de Cuenca, donde se desvía para recorrer 12 kilómetros hasta Jima. De aquí a Ramosurco hay alrededor de 22 kilómetros, el tramo demorado casi medio siglo en construirse, mientras faltan cerca de 20 kilómetros para llegar a Amazonas, desde donde se llega por carretera a Gualaquiza.
Entre Jima y Romasurco es accidentada la geografía, con lomas en las que predomina la vegetación nativa que alterna con pinos obligados a aclimatarse sin motivo en tierra extraña.
Es una vía con anécdotas, pues por ella habrían transitado García Moreno, Eloy Alfaro y otros políticos del siglo XIX en sus increíbles andanzas entre la sierra y la amazonía. Por allí también han trajinado los curas salesianos en sus misiones orientales hacia la selva aún indómita.
La loma Moriré, por la que atraviesa la vía, es famosa por la inclemencia del tiempo que hizo morir a muchos caminantes congelados por el frío. Las lluvias torrenciales con granizo, tempestades de viento y rayos, más la neblina, han cobrado vidas de incautos que desafiaron el peligro sin medir los riesgos.
La trocha carrozable cruza con trayectos del antiguo sendero con marcas de los camellones formados por las caravanas de acémilas y de transeúntes que, a lo largo de los siglos, atravesaron los parajes en el peregrinar de generaciones en incesante ir y venir de ignoradas existencias.
Paisajes accidentados de exuberente vegetación, entre la sierra y la amazonía. |