Un año de gestión controversial ha permitido al Presidente Correa salvar obstáculos y cumplir su promesa mayor: la Constituyente.
Rafael Correa va para un año de gestión presidencial. El tiempo ha sido corto para tantas cosas sucedidas, con saldos positivos en el mantenimiento de la paz pública y la buena imagen del Gobierno, a pesar de la confrontación con los sectores productivos, con entidades privadas de tradicional peso político, el Congreso y los medios de comunicación social.
Desde el inicio -15 de enero de 2007- el mandatario introdujo una imagen de cambio en su administración, empezando por designar por primera vez en la historia a una mujer Ministra de Defensa: Guadalupe Larriva, cuencana que murió en un absurdo accidente aéreo militar a una semana de asumir el cargo.
Eliminar a un congreso mayoritariamente adverso, luego de negarse a tener candidatos de su tienda para el parlamento, fue una jugada decisiva que marcaría el resultado de otras acciones políticas posteriores. La oposición se redujo a la mínima expresión, cuando el Tribunal Supremo Electoral descalificó a la mayoría por interferir el proceso de consulta popular convocado. Nunca antes se había dado un caso similar en el Ecuador.
Posteriormente, el Presidente fue minando con críticas duras la poca credibilidad de lo que quedaba por llamarse congreso, mayoritariamente de suplentes, mientras su imagen se mantenía y robustecía con el apoyo popular expresado en la consulta de abril, al ganar su convocatoria de Asamblea con plenos poderes.
Los medios de comunicación más influyentes siempre fueron críticos de la gestión presidencial, pero encontraron respuestas severas del mandatario, que acabó desenfadadamente por denunciar en ellos un poder opositor, que ha acabado por ver disminuida su credibilidad.
La firmeza por hacer respetar la autoridad y el cumplimiento de las leyes ha sido una tónica del gobierno, sin miramientos hacia las fuerzas vivas o el alcalde de Guayaquil que han querido desafiar la actitud oficial. La respuesta colectiva favorable a su posición, demostró la elección de asambleístas el 30 de noviembre: 80 candidatos triunfantes afines al gobierno frente a 50 de todas las demás corrientes políticas. Tampoco se había dado un respaldo popular similar a gobernante alguno en la historia nacional. Fue el triunfo contra los partidos políticos tradicionales con la campaña de desprestigio hacia ellos, de parte del Presidente de la República.
La Asamblea Nacional Constituyente está en manos de gente afín al Gobierno. Esto facilitará la elaboración de una Constitución que permita cumplir sin tropiezos las propuestas oficiales: equidad en la distribución de la riqueza, en la tributación de impuestos, en el ejercicio de los derechos ciudadanos, en el desarrollo nacional. El tiempo lo dirá €“en el corto plazo- hasta dónde el gobierno y la asamblea actúan a tono con las promesas con las que conquistaron los éxitos electorales.
Lo primero que hizo la Asamblea apenas instalada fue ratificar al Presidente y Vicepresidente de la República que, con la sobradez del respaldo popular, se permitieron renunciar reconociendo la autoridad máxima de la Asamblea sobre otros poderes del Estado.
Lo segundo, disolver el Congreso, quitando a los diputados la inmunidad de la que habían gozado y abusado: los legisladores se fueron a casa enmudecidos y obedientes y al parecer no pocos guarnecen a la sombra por temor de acciones legales que les podría caer encima.
El pueblo apoyó en las urnas la propuesta de cambio liderada por el gobierno.
La última prueba de fuego del gobierno es la reforma tributaria propuesta a la Asamblea y que, por su radical posición frente a consabidos evasores de impuestos, genera una controversia de la que tampoco se eximen ciertos medios, pero están en boca del Presidente que los desacredita, por las campañas de desinformación y provocación de pánico en el público.
Que ha caído la popularidad del Presidente, que hay disminución de empleo, baja en la producción y elevación de precios, son temas que ocupan primeras páginas y comentarios profusos en medios a los que el mandatario no se cansa de calificarlos de mentirosos.
En fin, un primer año de controversias, pero también de avances democráticos, el 2007que de comienzo a fin coincide con la gestión del Presidente Correa. Un año durante el cual el país ha vivido un clima de paz que no se había sentido desde que hace casi tres décadas retornó el orden constitucional. No obstante, no puede asegurarse que esta calma se prolongue, pues los partidos políticos tradicionales promueven la inconformidad popular para recoger réditos que les permita reactivar sus menguadas energías.
La rebelión liderada por Nebot contra las reformas tributarias
fracasó en el desafío a la Asamblea Constituyente.