El viejo parque de Jima se convierte en un espacio desolado donde el cemento invadirá los espacios de los jardines y de la vegetación ornamental.
Panorámica de Jima, parroquia rodeada de majestuosas montañas tutelares. |
El patrimonio cultural del Ecuador no está solo en las ciudades más grandes. A veces permanece oculto en pequeños pueblos ignorados por las entidades encargadas de respetar sus bienes culturales o su arquitectura.
Es el caso de Jima, parroquia tan antigua como Cuenca que aún antes de que le "colonizaran" los españoles tenía sus costumbres, ritos, tradiciones y leyendas que fueran luego acopladas a la nueva realidad impuesta por la intervención civilizadora.
Una controversia se ha producido recientemente entre los viejos y los nuevos habitantes de la población: unos defendiendo la integridad del parque en torno del cual se levantan el templo y viejos edificios que dan fisonomía propia al lugar, y los jóvenes que quieren desbaratarlo para que el cemento invada el terreno de los jardines y los árboles.
El parque con su vegetación y el estado ruinoso en el que está ahora. |
Al fin, los tractores han derribado los árboles y han arrasado la vegetación, para remodelar este espacio público al gusto y tono de las más modernas corrientes estéticas sustentadas en la dureza compacta de los materiales de construcción de moda. Un aspecto desolador ofrece el centro parroquial donde no ha quedado la raíz de una planta.
¿No hay en el Azuay una oficina del Instituto Nacional de Patrimonio Cultural encargada de asesorar y hacer cumplir las leyes que protegen los bienes culturales, estén en la capital de provincia o en los pueblos por ellos ignorados? Todo ya es tarde, pues la destrucción del parque y sus plantas ornamentales se ha consumado irremediablemente.
¿Quién responde por ello: la Municipalidad de Sígsig, a donde pertenece Jima, el Consejo Provincial del Azuay? ¿O quién? Vale exigirse una investigación del por qué de semejante intervención arrolladora, que desconcierta a los pobladores del lugar y a quienes lo visitan: deprime y apena ver destruido el parque en el que los árboles demoraron décadas para tomar la altura y frondosidad que alcanzaron, para ser derribados y destruidos de un momento a otro.
Jima es una parroquia con historia. Por allí pasaron Bolívar y Sucre. Hay un documento del mariscal suscrito en ese lugar, que es un tesoro para sus habitantes. El templo, con características arquitectónicas singulares, es un bien patrimonio digno de respetarse, cuidarse y protegerse. En él hay un órgano construido en la segunda mitad del siglo XVIII, que es una joya en proceso de destrucción y deberían recuperarlo las autoridades cuya única función es la de proteger los bienes patrimoniales de la cultura nacional. Las fotos de esta sección no exigen muchas palabras para confirmar lo enunciado sobre la importancia de Jima dentro de la cultura popular del Azuay y del país.
Un documento firmado en Jima por el Mariscal Sucre, el interior del templo y lo que queda de un órgano del siglo XVIII. |