Ricardo Márquez Moreno, de 93 años, acaba de publicar un cuaderno de poesías y recuerdos suyos y de sus familiares íntimos, en homenaje a Rosario Elena Iñiguez Arteaga, su esposa, fallecida el 23 de julio de 2004
Abogado de profesión, hombre público respetable desde sus años jóvenes y de madurez, fue por muchos años Director del Registro Civil del Azuay, cuando aún no había llegado la tecnología informática para facilitar el manejo de los datos personales y estadísticos de la población azuaya.
La publicación tiene interés por varios motivos, empezando por la portada, en la que consta una fotografía de la villa Roselena, bien patrimonial demolido el 1 de mayo pasado €“día feriado- , en pocas horas, para que nadie interfiriera en el atentado contra la construcción de valor arquitectónico y cultural.
Al entregar la publicación a AVANCE, el doctor Márquez Moreno rememoró datos sobre esa construcción, que fuera propiedad de Juan Iñiguez Vintimilla, su suegro, quien la habría construido en las postrimerías del siglo XIX, bautizándola con el nombre de la esposa, Rosa Elena Arteaga Crespo.
"Hasta la casa donde nos quisimos, ya la están tumbando desde el otro día", es una frase tomada de alguien para colocarla junto a la fotografía de la portada, que es lo único que queda de ella. Á‰l recuerda que sus suegros le contaban de la época de construcción, cuando fue necesario adquirir pintura en Europa para los murales y cuadros del cielo raso: "un pintor €“cuyo nombre no recuerdo, dijo- había sido contratado y mi suegro me contaba que era un hombre que tenía lesionado un ojo, por lo que había separado las partes de una pepa de mango para ingeniarse con ellas unas gafas y protegerse. Un orificio en la mitad de la fracción concerniente al ojo hábil, le permitía mirar y pintar el cielo raso desde un andamio en el que el hombre se acostaba", informa el personaje que pone énfasis en el valor patrimonial y afectivo de la casa vinculada a la esposa y a la familia de ella.
La villa Roselena, bien patrimonial demolido apresuradamente el 1 de mayo pasado, en la portada de la publicación literaria del doctor Márquez. |
Otro recuerdo de aquella edificación se vincula con la coronación a la Morenica del Rosario, el 8 de diciembre de 1933, cuando él era un joven de 18 años. La tarima en la que se ofició la ceremonia para rendir el homenaje multitudinario a la Virgen se levantó adosada al muro de la villa Roselena, hacia la avenida Solano. Es uno de los acontecimientos que se le grabaron en la mente para toda la vida, pues no recuerda haber visto una concurrencia masiva más numerosa en acto público alguno en la ciudad de Cuenca.
La súbita demolición de la villa Roselena , que ya había cambiado de propietarios, produjo un debate público en el que participaron personas y entidades culturales de la ciudad, pues se había acabado irremediablemente con una construcción de valor digno de preservarse, en la ciudad Patrimonio Cultural de la Humanidad.
Un juego del destino
Rosario Elena Iñiguez Arteaga. |
El cuaderno de poseías y recuerdos tiene poemas de Ricardo Márquez Moreno a la esposa y sobre temas varios, así como de los hijos y nietos que evocan al ser querido.
El autor relata el caso curioso que le llevó a tratar a la que sería su esposa, de la que se enamoró al azar, antes de haberla conocido. Un domingo, como de costumbre, fue a la misa en la capilla de la escuela de los Hermanos Cristianos, donde había cursado los estudios primarios.
Al cruzar el patio, rumbo al templo, encontró una fotografía que alguien la habría extraviado, donde aparecían una señora y su hija, una quinceañera que le cautivó por su belleza. El joven guardó consigo esa foto, para admirar cada vez que podía el encanto de ese rostro, mientras se daba modos para consultar a compañeros y amigos sobre quién podría ser la joven.
Pasaron los días, las semanas y los meses, y Ricardo conservaba la fotografía en su billetera, admirando siempre a la joven, hasta que le sorprendió la ocasión de conocerla en forma inesperada. Tras las vacaciones de un carnaval, se enteró de que el compañero Julio Ricardo Iñiguez había sufrido una caída desde la terraza de su residencia y se hallaba delicado.
Entonces, con varios jóvenes amigos, fueron a visitarlo. Cuando golpearon la puerta, salió a abrirlos nada menos que la hermosa doncella de la fotografía, ante quien él no pudo ocultar su asombro y acaso ella tampoco pudo dejar de sorprenderse, al ver al jovencito desconocido contemplándola con embeleso.
Así, al azar, el destino había puesto a los dos en un mismo camino para transitar la vida y acabaron convirtiéndose en esposos, tronco de una familia que llegó a ser numerosa y feliz. Juan Iñiguez, el suegro, era dueño de una biblioteca que fue la fuente de lectura de Ricardo Márquez en sus años juveniles. Además, él era hombre de cultura y letras que había escrito, entre muchas otras cosas, una colección llamada "Pequeños Grandes Poemas", de la que en la publicación en honor a la esposa fallecida hace cuatro años, el nonagenario viudo ha transcrito una estrofa que le encaja en el alma y los recuerdos, escrita por su suegro: "Tu belleza es antigua. Mi cariño antes de conocerte ya te amaba: en mí vivías, solo nos faltaba encontrarnos los dos".