Eliécer Cárdenas

La oposición ha hecho alarde de negatividad aberrante contra un gobierno que mantiene popularidad, cuando lo inteligente hubiera sido reconocer los aspectos positivos, y enfilar las críticas en aquello que consideren negativo estos sectores, que carecen de un programa que pudiera sustituir a la estrategia de Acuerdo País y sus aliados.

La Campaña por el Sí o el No para el referéndum sobre la nueva Carta Política se perfila sañuda y sin cuartel.   El Gobierno, con los diversos resortes del poder y la innegable popularidad que mantiene, pese a las continuas "encuestas desfavorables" que le endilgan sus adversarios, está dispuesto a lograr un triunfo arrasador por el voto positivo, y para ello actuó en  imponer "señales" en el proyecto constitucional que fueran del agrado de los electores, como el reconocimiento del trabajo en el hogar como susceptible dle aseguramiento social, o el reconocimiento de los idiomas quichua y shuar como "lenguas oficiales de contacto intercultural", que no dice nada en resumidas cuentas, pero que conjuró una potencial disidencia entre el sector indígena.

 La oposición, en cambio, tiene como única "fortaleza" - si cabe calificar con este término de la planificación estratégica su pobre desempeño- a los resquemores, miedos y suspicacias que el régimen ha dejado a su paso entre determinadas jporciones de las clases media y alta.   Un temor que puede capitalizar votos, sin duda, pero que no parece suficiente para que el No triunfe en el referéndum y con ello el Ecuador deba partir de cero en cuanto a definir su problemática institucional.   La oposición ha hecho alarde de negatividad en su confrontación con el Gobierno de Rafael Correa.   Todo cuanto el Mandatario y su equipo han hecho, de inmediato se ha descalificado. Aberrante manera de oponerse a un gobierno que mantiene popularidad, cuando lo inteligente hubiera sido reconocer los aspectos positivos, y enfilar las críticas en aquello que consideren negativo los sectores oposicionistas, que dicho sea de paso, carecen de un programa que eventualmente pudiera sustituir a la estrategia de Acuerdo País y sus aliados.

En la lid por el Sí o el No, los sectores oposicionistas se juegan el futuro.     Durante el año y medio de  gobierno de Alianza  país han demostrado ser un eficaz ariete contra el régimen, pero no han sido capaces de proponer alternativas que resulten atractivas o cuando menos convincentes.

Nebot, por ejemplo, se encastilla en "su" Guayaquil, y pierde imagen nacional, en tanto no se perfila por ningún lado un líder  de la oposición con carisma, y sobre todo, sin la sospecha de que pertenezca ala "vieja partidocracia", con lo cual se le hace difícil combatir con posibilidades de éxito a Correa y su particular estilo de mantenerse en la cresta de la popularidad mediante golpes de mano y audacia que, hasta ahora, le han resultado provechosos.  

Ahora bien, en el proyecto constitucional no todo es perfecto, nimucho menos, y lo peor que ha podido hacerse es "blindar" a la futura Constitución con la salvaguarda de consultas populares que puedan eventualmente modificarla. Más temprano que tarde, quienes confeccionaron la Carta Política se darán cuenta de incongruencias, vacíos o simplemente utópicas declaraciones que merecerán cambiarse.   Pese a ello, una Constitución, imperfecta y abundosa endetalles secundarios y hasta prescindibles en un texto de esa naturaleza, es el resultado del anhelo de la ciudadanía ecuatoriana por cambiar un esquema que se agotó en el marasmo y la corrupción más rampantes.   el excesivo presidencialismo del que se acusa al proyecto constitucional es el resultado lógico de suscesivos régimenes con presidentes que fueron verdaderos rehenes de los grandes intereses económicos, y los partidos que hicieron lo que querían en el Congreso Nacional de ingrata memoria para los ecuatorianos y ecuatorianas.

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