Los responsables de la debacle de los partidos políticos han sido sus propios dirigentes, que nunca supieron escuchar la voz de la gente y no sintonizaron con sus necesidades básicas, preocupados de su vanidad, bienestar personal y de inventar cómo ganar las próximas elecciones |
La patrimonial e histórica ciudad de Cuenca se ha caracterizado siempre por ser un lugar en el cual el ejercicio de la política es, evidentemente, diferente a lo que ocurre en otros lugares del país. Nuestra ciudad ha sido cuna de grandes hombres que han ocupado cargos de gran importancia y relevancia en el contexto político nacional, ostentado varios de ellos, inclusive, la más alta magistratura del país.
Este ejercicio de la política en Cuenca y en el Azuay, durante muchos años, ha mantenido preclaros rasgos de pulcritud, honestidad, eficiencia administrativa y por qué no decirlo de un manejo modelo en el país. La representación política de antaño en épocas republicanas ya pasadas, cuando la forma de hacer política era eminentemente de servicio a la colectividad, cumplía inquebrantablemente con las expectativas de un pueblo sediento de cambios y del engrandecimiento de una República con oportunidades.
Esta Cuenca patrimonial quiere presenciar una forma de hacer política totalmente distinta a la que por décadas ha estado acostumbrado el Ecuador. En consecuencia, no quiere presenciar un ejercicio de la política lleno de cuadros de oportunismo y vanidad, por lo tanto no admite que la coyuntura esté por sobre los ideales.
La caída de los partidos políticos en el país, para dar paso a movimientos ciudadanos libres de cualquier compromiso político o económico, ha sido la partida de defunción de algunos personajes de ingrata recordación para el país, a quienes seguramente no volveremos a tener que soportar con sus incongruentes y poco propositivas declaraciones.
A la luz de los últimos acontecimientos políticos en la organización naranja socialdemócrata en el Azuay y en el país, esperamos que esa manera poco común del ejercicio político en nuestra ciudad, no sea una huella a seguir y tampoco una constante en el accionar, pues si nacimos en una organización política y ejercemos nuestros derechos en base a una ideología que marca la base de aquella, mal podemos abandonarla cuando comienza a hundirse. Los responsables de la debacle de los partidos políticos han sido sus propios dirigentes, que nunca supieron escuchar la voz de la gente y no sintonizaron con sus necesidades más básicas, pues estaban más preocupados de su vanidad, bienestar personal y de inventar cómo ganar las próximas elecciones. Veamos ahora con que cara se presentan en los próximos comicios.
Convencidos que el ejercicio de la política es un espacio que se debe ver más allá de los triunfos electorales, debemos aplicar la frase del maestro y filósofo norteamericano James F. Clark (1810-1888), quien al conceptualizar a los políticos decía: "Un político piensa en las próximas elecciones; un estadista, en la próxima generación".