Eugenio Lloret
No sólo el periodismo, sino toda la producción editorial, toda la generación de elementos y materiales para la formación de opinión, debe ser objeto de revisión, de análisis, para sincerarla, para hacerla más realista y positiva


La actividad editorial no es una labor puramente cultural, entendido este último término en el sentido restrictivo y hasta con connotaciones peyorativas que muchas veces se le quiere dar. Al contrario, tal actividad cumple funciones que rebasan tales marcos y se insertan en la vida general, en el desenvolvimiento total de la colectividad, alimentando sus energías y asegurando la posibilidad de alcanzar metas en los más diversos órdenes.

En tal sentido, la actividad editorial cumple una función eminentemente política, entendido este término en la más amplia y positiva de sus aceptaciones, más allá de todo cerco partidista y desde luego, de cualquier baja implicación politiquera.

La actividad editorial es, no un catalizador, sino un dinamizador de la democracia. No es algo que simplemente coadyuva, sino que genera, impulsa y desarrolla el modo democrático de pensar, vivir y actuar.
La democracia es, en efecto, un sistema vivo de ideas, de decisiones y de participación. Lo que lo diferencia de otros sistemas es, justamente, el hecho de que ello supone la posibilidad de que en la sociedad se produzcan, se reproduzcan, circulen y se discutan, las más disímiles opciones, los más diversos puntos de vista, para que tomen decisiones con base a ello y se asegure la participación efectiva de todos los sectores no sólo en esa toma de decisiones sino también en la ejecución y puesta en práctica de los mismos. Los otros sistemas, al contrario, se basan en puras órdenes, en impulsos inconsultos, en el imperio de la voluntad hegemónica del gobernante de turno o partido político.

La democracia es, por eso mismo, un régimen de opinión pública. Y ésta es un fenómeno social que sólo se da cuando existen medios de generarse, expresarse, formarse, esa opinión, que es, si no la suma, sí el producto de las opiniones individuales.

No sólo el periodismo, sino toda la producción editorial, toda la generación de elementos y materiales para la formación de opinión, debe ser objeto de revisión, de análisis, para sincerarla, para hacerla más realista y positiva. En tal sentido, la tan cacareada desmitificación del periodismo, que creemos debe entenderse también como destrucción de " mitos " se vuelve una labor imperativa.

Además, un nuevo enfoque del periodismo, de la información desmitificada que se propone, requiere, por una parte, el mejoramiento profesional de los trabajadores de la prensa, y por el otro lado, una transformación total de los estudios académicos y para ello se impone una nueva praxis desalienadora y humanizante de la profesión.

En resumen: la actividad editorial, la publicación de libros y revistas, juegan un papel trascendental en ese mecanismo eminentemente democrático que es la formación de la opinión pública.

Sólo la información, la difusión de ideas, la puesta en órbita pública de conceptos, teorías y puntos de vista, puede llevar a una sociedad a vivir realmente la democracia.

Tener una política editorial es, por tanto, una política democrática.

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