La presencia de un ecuatoriano entre las víctimas de la invasión armada de Colombia
agrava la crisis diplomática. La pretensión de Uribe es involucrar al Ecuador
en el conflicto interno de su país
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Invasión Colombiana a territorio ecuatoriano
Espectáculo bárbaro luego de la matanza realizada por el ejército colombiano
en territorio del Ecuador
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El Presidente colombiano Álvaro Uribe ha impuesto la agenda de interés público del Ecuador en el último mes, luego de la matanza que ordenó en territorio ecuatoriano del dirigente Raúl Reyes de las FARC y de un grupo de alrededor de 20 compañeros de guerrilla y ciudadanos que nada tenían que ver con ella.

La incursión militar violatoria de la soberanía territorial del Ecuador mantiene en suspenso las relaciones diplomáticas entre Ecuador y Colombia, sin que un mes después del hecho se advierta la posibilidad de la normalización, pues el gobierno colombiano insiste en la contumaz posición de justificar el atentado perpetrado en un país amigo y vecino, a pretexto de combatir al terrorismo y el narcotráfico.

Ecuador ha mantenido una posición soberana y altiva en los foros internacionales, logrando que se reconozca como una acción al margen de los convenios vigentes, la cometida por las fuerzas armadas colombianas. Pero tras los apretones de manos €“forzados- entre los mandatarios de los dos países al fin de una cita de cancilleres de la OEA, la tensión persiste y aunque se descarta la posibilidad de que pueda desembocar en una acción armada, aleja las posibilidades de reanudar una relación fraternal entre los dos países, con perjuicios mutuos en el ámbito del intercambio comercial propio de naciones que no han tenido conflictos anteriores y han fortalecido los programas de cooperación.
La incursión de la madrugada del 1 de marzo en territorio ecuatoriano próximo a la frontera con Colombia, produjo una masacre en el grupo de miembros y no miembros de las FARC que acampaban en el sitio sin oportunidad de defenderse. Fue tan bien planificada y certera la operación, con apoyo tecnológico de los Estados Unidos, que bien se pudo lograr detener con vida al dirigente de las FARC y a sus acompañantes: fueron sorprendidos mientras descansaban, sin darles tiempo para un respiro, peor para defenderse. Fotografías del estado en el que quedaron los cuerpos tras la arremetida militar, ponen en evidencia que las víctimas fueron abatidas en forma inmisericorde e inhumana y que acaso inclusive algunos de quienes sobrevivieron al hecho, habrían recibido disparos innecesarios para acabar con sus vidas.

La presencia del ecuatoriano Franklin Aisalla entre las víctimas, quien al parecer estaba vinculado a las FARC desde años atrás, introdujo un ingrediente de mayor gravedad en la violación territorial: un ecuatoriano abatido por fuerzas extranjeras que invadieron el suelo patrio, no tiene precedentes y, por ende, impone una razón más que obliga al gobierno ecuatoriano a radicalizar la protesta contra el gobierno de Colombia.

Lo que está claro es que el gobierno de Uribe ha hecho todo lo posible para involucrar al Ecuador en un conflicto propio de su país y, que en este tipo de acciones tiene el apoyo logístico y tecnológico de los Estados Unidos. Sin su visto bueno no se mueve una hoja en la selvática zona fronteriza entre los dos países, lamentablemente con el refuerzo de la base militar de Manta, cuya presencia estaría aprovechándose al máximo, ante la inminencia de que le queda corto tiempo para mantenerse en el país.

También está claro que país adentro, se vuelve urgente la investigación para determinar hasta qué punto sectores vinculados con políticos y elementos de las Fuerzas Armadas del Ecuador, han tenido o tienen relación con las FARC.

El Gobierno de Uribe, que cometió crasos errores en la campaña de comunicación para exponer ante el mundo que el gobierno ecuatoriano estaría apoyando a las FARC, debe ser llamado por los organismos internacionales que regulan las relaciones entre los países, para que se compromete a evitar que en el futuro vuelvan a producirse episodios como los de comienzos del mes pasado. Más aún, esos organismos internacionales tienen que establecer responsabilidades, sentar precedentes y sanciones para que sus deliberaciones y resoluciones no queden €“como parece está ocurriendo- en compromisos diplomáticos de momentánea repercusión, sin efectos prácticos en el plano de la realidad presente y futura.

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