Por Julio Carpio Vintimilla
¿Por qué hay corrupción? Enumeremos solamente las viejas explicaciones: religiosidad laxa (países católicos), moral permisiva, inobservancia de la ley, burocracia excesiva y abusiva, desorganización política, irresponsabilidad cívica |
En este vidrioso asunto de la corrupción, nadie puede echar la primera piedra. La hay en todas partes. Y, casi seguramente, la hubo en todos los tiempos. Al presente, por países €“ el Ecuador, Venezuela y la Argentina se aproximan a los máximos mundiales de gravedad del azote. (Para las respectivas vergüenzas, por supuesto.) La corrupción de la Rusia actual es casi perfecta y muy escandalosa; y sus raíces crecieron en la vieja, diferente y moralista Unión Soviética. La corrupción mexicana es antigua e inveterada. La corrupción italiana es más antigua todavía; y se asocia, frecuentemente, con las famosas mafias. Aunque a ciertos beatos ideológicos les cueste reconocerlo, en su idealizada Cuba también hay corrupción (En esto, nosotros nos limitamos a repetir lo que Raúl Castro dijera, hace poco, en un discurso.) Y, por fin, en uno u otro momento, los casos de corrupción saltan igualmente en los Estados Unidos; y suelen salpicar, con su barro, hasta a sus mismos presidentes Estamos tratando, pues, un hecho bastante reconocido y probado. Terminemos, en consecuencia, la enumeración. ¿Para qué abundar?
Pero sí viene bien, en cambio, citar un caso que €“ si no fuera, por un lado, trágico y aberrante €“ resultaría casi pintoresco. Veámoslo. Circula por estos días, en INTERNET, un mensaje titulado CARTA DE UN URUGUAYO. El anónimo autor dice más o menos lo siguiente: Mientras los Kirchner gobiernen a la Argentina, los uruguayos estaremos muy bien. Ellos nos conceden a nosotros unas notables y gratuitas ventajas Ejemplo. Cuando los inversionistas madereros finlandeses llegaron a la Argentina, las autoridades del país €“ las de la provincia de Entre Ríos y las del Gobierno Federal €“ les pidieron unas coimas tan exorbitantes que aquellos, directamente, no podían dar. Como les interesaba invertir en el Cono Sur, los bálticos buscaron otra opción. Y la encontraron en la vecindad inmediata, en el Uruguay; país que tiene una forestación muy parecida a la de Argentina, similares condiciones económicas, buena seguridad jurídica y menos corrupción. Conclusiones del corto cuento: Primera, la ambición desmedida e indebida es una muestra grotesca de los excesos de la corrupción. Segunda, la Argentina resultó perjudicada, por obra de aquellos mismos que deben beneficiarla. Tercera, bien juzgadas las cosas, los argentinos nos regalaron las papeleras (Fin del ejemplo.) ¿Ven ustedes los perjuicios que puede producir la corrupción; y las ventajas que puede traer la honradez, aunque sólo sea relativa? Adelante.
Y contrastemos. Miremos las excepciones. Hay unos pocos países con escasa corrupción: Finlandia, Suecia, Suiza, Nueva Zelandia. Y bastantes más con una corrupción baja y controlada: Canadá, Alemania, Francia, Japón, Australia, los Estados Unidos. (Tienen ciertamente corrupción; pero, casi siempre, se la denuncia, se la juzga y se la castiga.) Y, aisladamente, en muchos países, hay notables muestras de honradez. Demos el ejemplo correspondiente. La Municipalidad de Junín, en Mendoza, Argentina, está construyendo casas populares al increíble precio de 20.000 pesos (unos 5.200 dólares). ¿Cómo? Fácil y, a la vez, muy difícil. Con un buen liderazgo, una buena dirección técnica y una administración honrada. En cuatro palabras, con un buen gobierno. (Nada de retórica revolucionaria, ni de propaganda bullanguera y costosa, ni de aspavientos populistas.) ¿Reconocimiento general a la municipalidad? No, señor. Más bien, una ingrata sorpresa. Las autoridades provinciales €“ peronistas €“ expresaron cierta molestia por la iniciativa y el éxito departamentales. (Un departamento argentino es algo así como un cantón ecuatoriano.) El director del Instituto Provincial de la Vivienda declaró que era imposible bajar los costos de la construcción hasta semejante punto. No entremos en detalles. No corresponde. Anotemos, eso sí, la opinión de un hombre de la calle: ¡Claro! A los gobernantes provinciales no les alcanza ningún dinero para repartirlo entre los corruptos y los ineficaces del negocio de la construcción. (Fin del comentario.) El pueblo sabe que la corrupción explica muchas cosas chuecas y muchas desgracias públicas Dejemos aquí esta cuestión.
Y vamos al grano. ¿Por qué hay corrupción? Enumeremos solamente las viejas explicaciones: religiosidad laxa (países católicos), moral permisiva, inobservancia de la ley, burocracia excesiva y abusiva, desorganización política, irresponsabilidad cívica (Hemos hablado de ellas en otra oportunidad.) Viejas medicinas: castigos fuertes, más control político y social, mejor observancia de la ley Algo se puede hacer, y se ha hecho ciertamente, con tales acciones. Pero, los resultados €“ incluso los internacionales €“ han sido, hasta hoy, bastante limitados, decepcionantes. La corrupción sigue siendo generalizada y sigue haciendo de las suyas.
Y, ahora, las preguntas precisas, actuales y claves. ¿Se puede hacer algo más? ¿Hay algún avance en el conocimiento de este problema? En otras palabras: ¿Se podrá, en el futuro, convertir una Venezuela corrupta en una Suecia honrada? Talvez, sí. Seamos optimistas: La corrupción puede ser dominable. Pero, no sólo con las viejas recetas. Y, peor todavía, con los dogmas €“ ya demostradamente ineficaces -- de las anticuadas ideologías izquierdistas. Las nuevas recomendaciones €“ de las ciencias políticas y administrativas €“ son más bien, genéricas y pragmáticas. Ejemplos. (1) Reducir el estatismo. El poder muy concentrado estimula la corrupción. El interés particular y la codicia humana €“ inevitables en toda sociedad €“ se comprenden mal y se manejan peor en los sistemas estatistas o estatizantes. (Unión Soviética, Cuba, Venezuela, Argentina, países árabes.) (2) Simplificar y mejorar los sistemas impositivos. La imposición complicada y defectuosa facilita la corrupción. (3) Control muy amplio de las actividades de la administración pública. (Defensor del Pueblo, Fiscalía Nacional, Contraloría, Congreso, consejos distritales, organizaciones privadas (ONGes), opinión pública vigorosa.) (4) Educación política y cívica democráticas. Es decir, fortalecer el espíritu ciudadano y la participación popular. Nada mejor, para fomentar la corrupción, que la indiferencia general. (5) Muy importante. Separar la toma de las decisiones de la contratación laboral. En una municipalidad, -- para poner un caso €“ los partidos triunfantes integrarían un consejo ejecutivo y contralor. Pero, la administración estaría a cargo de una empresa independiente, técnica y especializada. En otras palabras, nada de clientelismo (el gran vivero latinoamericano de la corrupción). Esto ya se ha hecho €“ según se nos dice €“ en los países nórdicos y en Nueva Zelandia. Y los Estados Unidos establecieron tal modalidad, parcial y gradualmente, desde comienzos del siglo pasado. En resumen, más medidas prácticas; y menos especulaciones teóricas y moralistas. Y suficiente por hoy.
Finalmente, ustedes deben saber que existe, en el gobierno actual, una repartición llamada Secretaría Nacional de Transparencia de Gestión; la encargada de combatir la corrupción. (De paso, ¡qué nombrecito!) ¿Estarán los ideologizados e inefables funcionarios de la tal oficina al corriente de estas novedades? Y, ¿nuestro actual sistema político es apto para controlar la corrupción? Y, por otra parte, ¿se espabilará nuestra anestesiada y abúlica sociedad? ¿Qué sucederá, en el futuro próximo, con la corrupción? Bueno, nadie tiene la bola de cristal Pero, convengamos, al menos, en que todos deberemos preocuparnos un poco del asunto. Así sea.
Pero sí viene bien, en cambio, citar un caso que €“ si no fuera, por un lado, trágico y aberrante €“ resultaría casi pintoresco. Veámoslo. Circula por estos días, en INTERNET, un mensaje titulado CARTA DE UN URUGUAYO. El anónimo autor dice más o menos lo siguiente: Mientras los Kirchner gobiernen a la Argentina, los uruguayos estaremos muy bien. Ellos nos conceden a nosotros unas notables y gratuitas ventajas Ejemplo. Cuando los inversionistas madereros finlandeses llegaron a la Argentina, las autoridades del país €“ las de la provincia de Entre Ríos y las del Gobierno Federal €“ les pidieron unas coimas tan exorbitantes que aquellos, directamente, no podían dar. Como les interesaba invertir en el Cono Sur, los bálticos buscaron otra opción. Y la encontraron en la vecindad inmediata, en el Uruguay; país que tiene una forestación muy parecida a la de Argentina, similares condiciones económicas, buena seguridad jurídica y menos corrupción. Conclusiones del corto cuento: Primera, la ambición desmedida e indebida es una muestra grotesca de los excesos de la corrupción. Segunda, la Argentina resultó perjudicada, por obra de aquellos mismos que deben beneficiarla. Tercera, bien juzgadas las cosas, los argentinos nos regalaron las papeleras (Fin del ejemplo.) ¿Ven ustedes los perjuicios que puede producir la corrupción; y las ventajas que puede traer la honradez, aunque sólo sea relativa? Adelante.
Y contrastemos. Miremos las excepciones. Hay unos pocos países con escasa corrupción: Finlandia, Suecia, Suiza, Nueva Zelandia. Y bastantes más con una corrupción baja y controlada: Canadá, Alemania, Francia, Japón, Australia, los Estados Unidos. (Tienen ciertamente corrupción; pero, casi siempre, se la denuncia, se la juzga y se la castiga.) Y, aisladamente, en muchos países, hay notables muestras de honradez. Demos el ejemplo correspondiente. La Municipalidad de Junín, en Mendoza, Argentina, está construyendo casas populares al increíble precio de 20.000 pesos (unos 5.200 dólares). ¿Cómo? Fácil y, a la vez, muy difícil. Con un buen liderazgo, una buena dirección técnica y una administración honrada. En cuatro palabras, con un buen gobierno. (Nada de retórica revolucionaria, ni de propaganda bullanguera y costosa, ni de aspavientos populistas.) ¿Reconocimiento general a la municipalidad? No, señor. Más bien, una ingrata sorpresa. Las autoridades provinciales €“ peronistas €“ expresaron cierta molestia por la iniciativa y el éxito departamentales. (Un departamento argentino es algo así como un cantón ecuatoriano.) El director del Instituto Provincial de la Vivienda declaró que era imposible bajar los costos de la construcción hasta semejante punto. No entremos en detalles. No corresponde. Anotemos, eso sí, la opinión de un hombre de la calle: ¡Claro! A los gobernantes provinciales no les alcanza ningún dinero para repartirlo entre los corruptos y los ineficaces del negocio de la construcción. (Fin del comentario.) El pueblo sabe que la corrupción explica muchas cosas chuecas y muchas desgracias públicas Dejemos aquí esta cuestión.
Y vamos al grano. ¿Por qué hay corrupción? Enumeremos solamente las viejas explicaciones: religiosidad laxa (países católicos), moral permisiva, inobservancia de la ley, burocracia excesiva y abusiva, desorganización política, irresponsabilidad cívica (Hemos hablado de ellas en otra oportunidad.) Viejas medicinas: castigos fuertes, más control político y social, mejor observancia de la ley Algo se puede hacer, y se ha hecho ciertamente, con tales acciones. Pero, los resultados €“ incluso los internacionales €“ han sido, hasta hoy, bastante limitados, decepcionantes. La corrupción sigue siendo generalizada y sigue haciendo de las suyas.
Y, ahora, las preguntas precisas, actuales y claves. ¿Se puede hacer algo más? ¿Hay algún avance en el conocimiento de este problema? En otras palabras: ¿Se podrá, en el futuro, convertir una Venezuela corrupta en una Suecia honrada? Talvez, sí. Seamos optimistas: La corrupción puede ser dominable. Pero, no sólo con las viejas recetas. Y, peor todavía, con los dogmas €“ ya demostradamente ineficaces -- de las anticuadas ideologías izquierdistas. Las nuevas recomendaciones €“ de las ciencias políticas y administrativas €“ son más bien, genéricas y pragmáticas. Ejemplos. (1) Reducir el estatismo. El poder muy concentrado estimula la corrupción. El interés particular y la codicia humana €“ inevitables en toda sociedad €“ se comprenden mal y se manejan peor en los sistemas estatistas o estatizantes. (Unión Soviética, Cuba, Venezuela, Argentina, países árabes.) (2) Simplificar y mejorar los sistemas impositivos. La imposición complicada y defectuosa facilita la corrupción. (3) Control muy amplio de las actividades de la administración pública. (Defensor del Pueblo, Fiscalía Nacional, Contraloría, Congreso, consejos distritales, organizaciones privadas (ONGes), opinión pública vigorosa.) (4) Educación política y cívica democráticas. Es decir, fortalecer el espíritu ciudadano y la participación popular. Nada mejor, para fomentar la corrupción, que la indiferencia general. (5) Muy importante. Separar la toma de las decisiones de la contratación laboral. En una municipalidad, -- para poner un caso €“ los partidos triunfantes integrarían un consejo ejecutivo y contralor. Pero, la administración estaría a cargo de una empresa independiente, técnica y especializada. En otras palabras, nada de clientelismo (el gran vivero latinoamericano de la corrupción). Esto ya se ha hecho €“ según se nos dice €“ en los países nórdicos y en Nueva Zelandia. Y los Estados Unidos establecieron tal modalidad, parcial y gradualmente, desde comienzos del siglo pasado. En resumen, más medidas prácticas; y menos especulaciones teóricas y moralistas. Y suficiente por hoy.
Finalmente, ustedes deben saber que existe, en el gobierno actual, una repartición llamada Secretaría Nacional de Transparencia de Gestión; la encargada de combatir la corrupción. (De paso, ¡qué nombrecito!) ¿Estarán los ideologizados e inefables funcionarios de la tal oficina al corriente de estas novedades? Y, ¿nuestro actual sistema político es apto para controlar la corrupción? Y, por otra parte, ¿se espabilará nuestra anestesiada y abúlica sociedad? ¿Qué sucederá, en el futuro próximo, con la corrupción? Bueno, nadie tiene la bola de cristal Pero, convengamos, al menos, en que todos deberemos preocuparnos un poco del asunto. Así sea.
El Gobernador del Azuay, Leonardo Berrezueta (segundo de la izquierda) mantiene constante vigilancia de la gestión de los funcionarios de Transparencia.