Por Eliécer Cárdenas

 

Eliécer Cárdenas La UNE, las universidades lideradas por el CONESUP y un sector del movimiento indígena, agrupado en la CONAIE, deberían ser de hecho aliados naturales y hasta forzosos en el avance hacia los cambios

Tres factores de confrontación política y social se han conjugado últimamente para enfrentar al Gobierno de la Revolución Ciudadana, y se trata de sectores y áreas que, de manera paradójica, inicialmente compartieron e impulsaron el proceso de cambios de este régimen. Por un lado la UNE, o más bien la cúpula del magisterio ecuatoriano, de otra parte las universidades lideradas por el CONESUP, y finalmente un sector del movimiento indígena, agrupado en la CONAIE. Serían de hecho aliados naturales y hasta forzosos en el avance hacia los cambios, pero el punto de quiebre de este Gobierno pasó por su legislación, aupada en la incontrastable mayoría que posee en la Asamblea Nacional y acuerdos dentro de él que le permitieron prescindir de los representantes directos e indirectos de las tres fuerzas hoy en pugna con el Gobierno.
El proyecto de ley de Educación Superior, mereció de inmediato los reparos del universitariado, en la medida que asegura un intento de control gubernamental de los centros superiores y politécnicos, en menoscabo de la tradicional autonomía universitaria, objeto de abusos en no pocos casos. La Unión de Educadores, por su parte, no admite que el Gobierno proceda a evaluar a los maestros y maestras sin su consentimiento y participación, por lo cual luego de una amplia campaña de críticas a este proceder del Ministerio de Educación, se lanzó a una huelga indefinida, ya que la gota que derramó el vaso en la pugna fue el cese del ministerio del ramo de constituir una especie de agente de retención de los descuentos al magisterio para financiar al gremio.
Finalmente, el tercer actor en escena es
 

la CONAIE-Pachakutik, menoscabado en su potencial de convocatoria y movilización, pero que aún constituye una fuerza dentro del sector indígena de la Sierra y la amazonía. Sus agravios con el Gobierno obedecen a su alejamiento de ciertas áreas susceptibles de controlar a los sectores campesinos, y la tendencia oficial a basarse de otras organizaciones indígenas y campesinas y no de la CONAIE en sus políticas sobre el agro, la minería y el agua. El detonante del conflicto es el proyecto de Ley de Aguas, calificado por la CONAIE como "neoliberal" y "privatizador".
Lo preocupante en esta coyuntura de confrontación es que unos sectores que deberían ser los aliados naturales del Régimen, sean sus opositores más activos en esta etapa, de inicio recién, del segundo mandato de Rafael Correa. Se trata de una consecuencia directa de la escasa permeabilidad del equipo gobiernista a las propuestas de estos sectores, y su falta de inclusión dentro de un proyecto que se observa zigzagueante y hasta contradictorio, pese a la retórica del Socialismo del Siglo Veintiuno. Es evidente que en este punto de crisis, el Gobierno debe replantear sus estrategias e intentar una verdadera inclusión dentro de su proyecto de estas fuerzas que se sienten desplazadas e inclusive traicionadas por PAIS y su administración, cosa que no es verídica pero que muestra hasta qué punto de ruptura ha llegado el Gobierno con un importante segmento de la sociedad con posiciones progresistas de izquierda, dentro del abanico político del país. Por el momento, las fuerzas de la derecha no pueden menos que sentirse regocijadas ante este confrontación que a la larga les beneficiará.

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