Un paraje ecológico donde la vegetación nativa convive con especies serranas de más de tres mil metros de altura, con plantas de la amazonía y otras que nacen al nivel del mar: es el jardín botánico La Macarena, en Guachapala,   cuarenta kilómetros al oriente de Cuenca

Julio Meneses, el propietario, desentierra una botella de Sangre Azul, licor de pura caña elaborado en casa, para dar la bienvenida con un bocado exquisito que anima a los visitantes a recorrer ese paraíso inadvertido por los viajeros de la carretera Paute-Guarumales.

El predio de cinco hectáreas comienza al borde de la carretera y se precipita en gradiente en dirección al río Paute, hasta la planicie donde está la antigua casa de hacienda, de barro, madera y la cubierta de tejas, así como una capilla cuya patrona es la Virgen Macarena, que da nombre al lugar.

En medio del bosque, lo primero que salta a la vista es un enorme trapiche, fabricado en chicahuiña, madera incorruptible de la selva amazónica, cuyos engranajes se los ve intactos a pesar del uso al que habrían estado sometidos quien sabe desde cuando. Es una antigua pieza de museo, para ornamentar la intemperie.

En las proximidades sobresale un árbol de luma, gigante, el abuelo de todos los árboles del jardín botánico, cuya edad se calcula en 350 años. Sus frutos son golosina para las aves y animales silvestres: "Ellos son los dueños, tienen toda la libertad para aprovecharse del alimento hasta la saciedad", comenta Julio, mientras guía el recorrido.

El sitio, a   2.335 metros de altura, tiene la temperatura promedio de 18 grados centígrados, gracias al microclima creado con la abundante vegetación que genera humedad al calor del sol y provoca la transpiración de la piel.

Julio es un maestro de botánica por las caminerías entre las plantas de cáñaro, zapotes, olivos, paja toquilla, pomarrosa, platanillos, higos, café, guayusa, fresno, pambiles, guadúa, cáñamo, cidra, arrayanes, caoba, laurel, drago, cascarilla, capulíes, guabisay, balsa, eucaliptos, pinos, sauces y más de   500 especies dentro los linderos de la propiedad, muchas de las cuales resplandecen con el colorido de sus flores. El orquideario es un capítulo especial en ese libro hermoso de la naturaleza.

Por el jardín atraviesa la vertiente de Zhallín, que permite disponer de agua suficiente para el regadío: el declive forma una cascada que muestra el espectáculo del líquido en movimiento, precipitándose sobre una laguna en la que se refleja el esplendoroso entorno. Luego las aguas desaparecen por un túnel natural que reaparece más abajo y se encauza en busca del río al que van a parar atravesando las propiedades del vecindario.

En la espesura de la vegetación se levanta una choza zhuar construida con materiales de las viviendas de los aborígenes amazónicos, cultivados en el jardín botánico, con tratamiento paciente y aún afectuoso, para hermanar en un mismo ambiente especies de los más diversos orígenes.

En la choza circular se reúne a los visitantes para explicarles detalles del paraje botánico y relatarles leyendas de la antigua hacienda, con personajes del imaginario popular que dan sustento y pedagogía a las historias de amores, desafíos, temores, riquezas y venturas en la vida de los amos y servidumbres que allí habitaron en legendarios tiempos.

Al interior de la casa de hacienda hay un museo con variedad de muestras relacionadas con el paraje, herramientas de labranza, aperos de cabalgadura, ollas, artefactos de cocina de pasados siglos, equipos de música y hasta una rockola con discos que al oírlos despiertan añoranza.

El trapiche y las instalaciones para la fabricación del licor Sangre Azul son un tema atractivo en la visita. En este espacio se han acoplado antiguos sistemas de procesamiento con tecnología moderna que opera con fuerza eléctrica.

En fin, conocer el jardín botánico La Macarena es una experiencia placentera para los turistas. Y más para los niños y jóvenes estudiantes que acuden al sitio en el que el paisaje, el clima, el amor a la naturaleza, alimentan la imaginación, purifican el espíritu y reactivan el vigor que emana de los seres más inteligentes del mundo, como son los árboles, según Julio Meneses, el guía y maestro que dedica los mayores empeños al cuidado de esta reserva natural asentada en el valle del Paute.

 

Un reducto de vida
El jardín botánico La Macarena tiene patente concedida por el Ministerio del Medio Ambiente. El predio fue adquirido en 1978 por Olmedo Meneses Arce, padre del actual propietario que mantiene y conserva el sitio en las mejores condiciones ecológicas, fiel a la vocación de su progenitor.
Olmedo Meneses, abogado, fue Juez de la Corte de Justicia de Morona Santiago, donde al contacto con la naturaleza, descubrió el mundo maravilloso de las plantas. Así despertó su vocación por los árboles, que los considera protectores y amigos.
"Aquí despertamos temprano con el concierto de las aves silvestres que viven a plenitud en un ambiente de paz y disfrutan de las comodidades de su hogar natural, alimentándose con todo lo que produce la vegetación", comenta.
Entre las plantas y árboles, han encontrado espacio animales rescatados de la explotación comercial, a quienes se da refugio, cuidado y alimentación para que disfruten de sus vidas: iguanas, tortugas, llamas, forman parte de ese ciclo biológico que constituye un laboratorio de la naturaleza.
Los estudiantes que visitan el paraje atienden con curiosidad las explicaciones del guía y luego del recorrido de dos horas, se someten a una evaluación, respondiendo un cuestionario que se los reparte, para recibir una calificación que valora la interpretación ambiental que han adquirido.
Durante la visita, llama la atención el árbol de drago, un ejemplar endémico de la amazonía, que se ha adaptado en "casa" extraña como si fuera propia. El guía hace un tajo en la corteza y se ve brotar la sangre, que tiene poderes cicatrizantes para las lastimaduras y para curar infecciones. Nunca falta alguien que pruebe estos poderes del líquido que, en realidad, tiene todas las apariencias de la sangre.
Los grupos que llegan al lugar deben respetar un reglamento previsto para recorrer con seguridad y aprovechar de mejor manera la visita, así como para no causar daños al sitio, las plantas y animales. El dueño organiza los recorridos, que empiezan con el transporte desde Cuenca y terminan con el retorno al punto de partida.

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