Nacido en Cariamanga, Max Berrú se nacionalizó en Chile y cantó treinta años en un conjunto musical que se identificó con el alma y la esperanza de una generación que hizo historia
En abril de 1997 Max Berrú bajó de los grandes escenarios, luego de ofrecer más de tres mil conciertos en decenas de países del mundo, con el grupo musical Inti Illimani, de Chile, el más famoso y popular de la nueva canción latinoamericana.
Algunas diferencias políticas con los compañeros le llevaron a la separación irrevocable, sin quebrantar la hermandad fraguada por treinta años entre zampoñas, rondadores, charangos, flautas, guitarras, quenas y más instrumentos musicales andinos. Seis mil personas le despidieron en el teatro Caupolicán, de Santiago, al cantor de una juventud sin fronteras madurada con rebeldías anunciadoras de una concepción social y política destinada a construir sus patrias nuevas.
La experiencia fue emocionante y desgarradora, un hito en la vida del artista, resistiéndose a contagiar de las lágrimas de los compañeros y del público que tras escucharle por última vez no paraban de gritar "otra, otra", obligándole a volver al escenario. "Antes de actuar, un médico amigo me recetó algo para aliviar la presión de las circunstancias", dice el personaje que evoca aquel concierto grabado por siempre en el alma.
Cuando bajó del escenario fue a primera fila del público y una niña le trajo a Aimara, su hija de tres años, para ponerla en sus brazos, mientras Marés González le entregó un presente en nombre del Colegio de Actores de Chile. Al otro día apareció en un diario la foto del artista con la niña, bajo el titular "Y se quedó con su reina "
Otro acontecimiento conmovedor le ocurrió en Roma, el 11 de septiembre de 1973, cuando los integrantes del grupo estaban en la cúpula de la basílica de San Pedro y alguien trajo la noticia del golpe contra el Presidente Salvador Allende y su muerte, mientras el Palacio de la Moneda ardía, bombardeado, en llamas.
Era medio día €“en Chile apenas empezaba el día- y para la noche estaba previsto un concierto en un barrio popular de Roma, que inicialmente dudaron en presentarlo, pero decidieron llevarlo adelante con redobladas energías, para iniciar una nueva trayectoria, inspirada en la solidaridad con el pueblo pisoteado por botas militares.
El espectáculo fue un acontecimiento irrepetible, con el público entusiasmado hasta el delirio, gritando de pie, con los puños apretados, "Viva Chile" , mientras el grupo no paraba de ofrecer canciones que inclusive no estaban previstas, para rendir homenaje al Presidente asesinado y al pueblo chileno que iniciaba la etapa nefasta más larga de su historia, bajo la dictadura de Pinochet.
"Yo conservo la grabación del programa de esa noche en Roma y me cuesta escucharlo, pues no deja de calarme el alma hasta las lágrimas", confiesa el artista del conjunto identificado con los ideales revolucionarios del gobierno de Allende, cuya representación llevaba por los países del mundo.
Días antes, el grupo había grabado en Milán canciones chilenas para un disco de larga duración de la casa editora Vedette Records y hubo tiempo para ponerlo un nombre ajustado al momento: Viva Chile.
Muerta la democracia, el grupo pasó al exilio. Las circunstancias políticas de Chile convirtieron a Inti Illimani en voz de la protesta contra la dictadura en Europa y el mundo y no se alcanzaba para actuar en ciudades de Italia, Francia, Holanda, Alemania, Suecia, Checoslovaquia, Viet Nam y muchos otros países. "Con frecuencia nos dividíamos para presentarnos el mismo día en sitios diferentes", dice Berrú.
El personaje se entusiasma cuando habla de su trayectoria musical y humana. Hombre que desde los tres años le hacía el dúo a la madre que cantaba y planchaba al mismo tiempo, o al abuelo, alterna la conversación con las canciones que le brotan como parte del diálogo y sus manos hacen mímica como si estuviese rasgando las cuerdas de una guitarra.
"Yo aprendí a hablar y cantar al mismo tiempo", dice, para recordar a Napoleón Berrú, el abuelo que le enseñó una de las canciones más antiguas y queridas: Palomita Cuculí. El veterano tocaba la bihuela y le evoca cuando dirigía la banda musical de Cariamanga, el pueblecito lojano donde nació el futuro integrante del famoso Inti Illimani un 5 de junio de 1942.
Las experiencias de la música impregnan su vida. Cuando interno en el colegio La Dolorosa, de Loja, recibió como castigo disciplinario que no saldría a casa tres meses, descubrió que un cocinero era aficionado al canto, mientras hacía sus menesteres. Entonces hizo dúo con él y algún profesor admiró su voz, por lo que le propuso que participara en un acto del establecimiento, a lo que él se negó, a menos que le levantaran la sanción, como ocurrió al fin.
Max terminó la secundaria en el colegio Mejía, de Quito, siempre acrecentando su fama de cantante, que la compartía con el fútbol, al punto que integró el equipo de Liga Deportiva Universitaria, mientras cursaba la Facultad de Arquitectura de la Universidad Central.
Pero su destino le llevaría por caminos imprevistos. En 1962 Chile era sede del Mundial de Fútbol y él fue a darse en Santiago al impulso de la pasión por ese deporte que estuvo a punto de convertirlo en su profesión. Fue a Chile y se quedó allí para siempre.
En Santiago conoció a Jorge Coulón, aficionado a la música, con quien formó el dúo Huairapamushcas €“hijos del viento en quechua- que fue imponiéndose en las peñas y perfeccionándose, hasta ganar un Festival de la Canción en 1966, de donde salió un primer disco.
Berrú se había matriculado en la Facultad de Ingeniería de la Universidad Técnica de Chile y alternaba los estudios con los escenarios. En 1967 fue uno de los fundadores de Inti Illimani, el conjunto que le catapultaría a la fama junto con Horacio Durán, Pedro Yánez, Ernesto Pérez de Arce inicialmente, a quienes se sumarÃan luego Marcelo Coulón, Horacio Salinas y José Seves.
El grupo conquistó rápidamente públicos en Chile y en los países latinoamericanos, hasta ubicarse como uno de los más populares y afamados de la Nueva Canción. Vinieron los viajes por el mundo con los triunfos que le consagrarían en un referente histórico de la música latinoamericana.
Los integrantes estaban hermanados por una sensibilidad social y una nueva forma de practicar el arte, como protesta y denuncia. Max llevaba latente la experiencia de trabajar en las minas de carbón de Lota en 1964, donde se refundió por seis meses para preparar su tesis universitaria: "Yo bajé a los piques a más de cien metros de profundidad y recorrí las galerías de las minas en tren o arrastrándome por los túneles, con un casco y una lámpara para avanzar en las tinieblas. Yo vi morirse hombres de 40 años envejecidos por la silicosis y vi obreros que se turnaban para dormir en camas calientes", recuerda.
La experiencia cambió su vida y renunció al plan de ir a abrirse campo en los Estados Unidos para ser rico, o para volver al Ecuador. Entonces se afilió al Partido Comunista de Chile con el sueño de perseguir la igualdad y la justicia. Víctor Jara, compañero de arte, de sensibilidad y vocación política, le entregó la afiliación al partido al que sigue unido con lealtad.
En 1970 los integrantes de Inti Illimani fueron invitados por la Universidad de Chile a integrarse oficialmente a ella y participar en su representación dentro y fuera del país. Entonces asistieron al Conservatorio universitario para perfeccionar sus técnicas y emprender la desafiante aventura de hacer del arte una expresión social y política de los pueblos de la América Latina.
En el gobierno de Salvador Allende el conjunto vivió su apogeo, alcanzando aplausos y renombre por el mundo. En julio de 1973, Inti Illimani, con una delegación de 200 jóvenes chilenos recorrió Europa para promocionar la cultura y el arte de su país. Al final de la temporada, se quedó en Milán para grabar aquel disco que acabaría llamándose, imprevistamente, Viva Chile, pero ya no podrían volver a su país, pues la dictadura perseguía, torturaba y hacía desaparecer a los hombres y mujeres identificados con la tendencia del gobierno derrocado.
El cantante de Inti Illimani en una tenida de música en Cuenca, en
medio de Galo Duque, Hernán Muñoz, Raúl Rodríguez y Marcelo Astudillo.