Por Eliécer Cárdenas

 

Eliécer Cárdenas  La oposición se decantó por Gutiérrez en un fenómeno que puede explicarse por el odio a Correa y su proyecto, pues quienes despreciaban al coronel por su condición de clase media y sus orígenes regionales, no titubearon en apoyarle, como la alternativa que pudiese forzar una segunda vuelta

El triunfo de Rafael Correa con un cómodo margen que le permitió evitar la segunda vuelta, eventualidad que por varias razones hubiera representado un riesgo para el Mandatario y su movimiento político PAIS, significa que la popularidad del Presidente se mantiene, a pesar de la innegable erosión que le ocasionó la tenaz labor opositora, entusiastamente secundada por ciertos medios de comunicación, devenidos desembozadamente en instrumentos opositores, pese a su autoproclamada "independencia". Correa y su proyecto político recibieron el voto mayoritario en las urnas, frente a las restantes fórmulas electorales que no presentaron reales alternativas de gobierno sino que se enfrascaron en una campaña contra Correa, con pocos contenidos propositivos.
Frente a Correa, la oposición es claro que se decantó por Lucio Gutiérrez, en un curioso fenómeno que solamente puede explicarse por el odio a Correa y su proyecto, ya que quienes despreciaban al coronel retirado por su condición de clase media y sus orígenes regionales, en la pasada campaña no titubearon en darle su apoyo, convencidos de que sería la única alternativa que, eventualmente, pudiese forzar una segunda vuelta donde sería más fácil batir al adversario Correa. Los cálculos de la recalcitrante oposición fallaron, pero en cambio Gutiérrez y su partido Sociedad Patriótica salieron fortalecidos con una amplia bancada en la Asamblea Nacional, e inclusive algunas autoridades seccionales en un porcentaje nada desdeñable.
Sin embargo, falta ver si el ex Presidente de la República y ex edecán de Carondelet sabrá capitalizar       su           momentáneo      

 

liderazgo     de     la oposición, ya que en sus filas no se advierten personas que puedan conformar un equipo sólido de estrategias políticas que vayan más allá de las tareas de zapa a la administración de Correa y la cantinela de que "con Lucio se vivía mejor", slogan que no resultó tan efectivo, a pesar de que apuntaba al innegable descontento popular que causa el encarecimiento del coste de la vida durante los últimos meses.
Correa mantiene su popularidad, algo disminuida, es cierto, pero con un margen de predominio suficiente en la próxima Asamblea Nacional que le evitará negociaciones con otros sectores, incluido el MPD que, con su actual bancada obtenida se considera necesario frente a la merma de la hegemonía de PAIS en la Función Legislativa.
Pocos cambios se avizoran en el estilo de gobernar de Correa, ya que ha descartado de plano dialogar con las fuerzas opositoras, salvo quizá, y esto por motivos puramente estratégicos, con el alcalde de Guayaquil Jaime Nebot que logró un nuevo y amplio triunfo en el cantón. Para Correa, la oposición no merecía ninguna concesión, máxime si se trata de una oposición empeñada en demolerle, poco permeable a la busca de consensos. Lucio Gutiérrez tampoco parece un interlocutor digno para el Presidente de la República, por la simple razón de que la campaña del ex coronel se basó en el ataque despiadado al Gobierno. Así, las voces que claman por una improbable concertación a mediano plazo en el panorama político del país pecan de irrealismo. El nuevo período presidencial más bien aparece cargado de los presagios de nuevas y más fuertes confrontaciones.

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