Por Eugenio Lloret Orellana
Hoy, nexorablemente entrados en el siglo XXI, n la fiesta del trabajo, no hay fiesta, ni hay trabajo. |
Cuando han transcurrido nueve años del tercer milenio y 123 de perpetuar la memoria de los mártires de Chicago, nos siguen sobrando razones para reivindicar el sentido histórico del Primero de Mayo, por más que insinúen que el obrerismo es algo superado o simplemente aquello de que la fiesta del trabajo se ha convertido en un fin de semana largo o un recuerdo "light " en donde el sindicalismo sale de escena porque la mayoría de los medios de comunicación lo sacan o solo lo mencionan en aspectos negativos de las organizaciones y sus dirigentes.
| Gutiérrez, mediante decreto del 23 de abril de 1915, consagró " El Primero de Mayo de cada año, día festivo para los obreros del Ecuador ". Desde entonces las celebraciones por el Día Universal del Trabajo les daban la oportunidad de ejercitar una suerte de " gimnasia revolucionaria " mediante desfiles pacíficos y lleno de consignas en medio de banderas rojas reclamando la conquista de los derechos laborales, proceso lento y tortuoso que se concretaría recién en 1938 cuando se expidió el Código del Trabajo. Hoy, inexorablemente entrados en el siglo XXI, en la fiesta del trabajo, no hay fiesta, ni hay trabajo. Millones de trabajadores en el mundo sufren el avance de una epidemia que ataca de una forma brutal y contundente: el desempleo. Como nunca antes, la desocupación atraviesa todas las clases sociales y todos los sectores productivos, incluyendo el Estado en todas sus manifestaciones. Este mortal embate al trabajo asalariado es peor que al ocurrido en la famosa depresión de los años 30. Nuestro país no es ajeno a esta política global, por lo que los trabajadores estamos sufriendo los ataques más furibundos del neoliberalismo capitalista que hace que los pobres sean más pobres y los ricos sigan siendo los mismos, pero mucho más ricos. Hace algunos años, un sociólogo norteamericano esgrimía irónicamente dos alternativas posibles ante la desocupación: fusilar trabajadores o reducir los horarios de trabajo. El debate continúa porque la solución de reducir la jornada laboral implica también mantener los salarios, con lo cual el trabajador pasaría a ganar más por hora. Frente a esto es posible que muchos sectores vinculados con la producción se inclinen por eliminar trabajadores antes de compartir sus ganancias porque para el dinero no hay patrias ni fronteras. Para el sindicalismo reivindicativo tampoco debe haberlos. |