El monumento inca-cañari más importante del Ecuador soportó cuatro siglos
sin problemas, para deteriorarse desde que empezaron las acciones
de preservación y mantenimiento

Ingapirca - Ecuador
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Un color verde enfermizo recubre las piedras sillares del complejo arqueológico de Ingapirca, cuyas uniones son cada vez más desajustadas, mientras en la población del mismo nombre, treinta casas están desplomándose por el deslizamiento de unas sesenta hectáreas de terreno saturado de aguas subterráneas.

¿Qué es más grave, lo que ocurre en el monumento arqueológico, también amenazado de derrumbarse, o en las viviendas del pueblecito, donde las familias damnificadas han evacuado las casas o siguen habitándolas obligadas porque no tienen dónde refugiarse?

 Las dos cosas son igualmente graves y necesitan tratarse en forma integral para encontrar soluciones emergentes, pues la causa común es la presencia de aguas que provocan un movimiento masivo en dirección al río Silante. El Ministerio de Patrimonio Natural y Cultural y el Instituto Nacional de Patrimonio Cultural, con especialistas de México, Egipto, Chile y otros países, han sometido al vestigio inca-cañari a una "junta de técnicos", pero las acciones destinadas a buscar soluciones al problema social e hidrogeológico de la población, están en segundo plano.

El problema del complejo arqueológico no es de estos días, pero se habría agravado por las soluciones deficientes que se dieron entre 1994 y 1995. Por entonces se revistió de cemento el barranco detrás del obelisco del Castillo, para detener la erosión del talud, que amenazaba desplomarse y arrastrar la sección arquitectónica más importante en las cinco hectáreas de vestigios, muros y paredes de piedra junto al templo o fortaleza conocido como Ingapirca.

Construido en el siglo XV, el conjunto resistió el paso de los siglos y las inclemencias ambientales, para envejecerse apresuradamente desde cuando se empezó a poner atención en su mantenimiento. En 1994 se habló ya de que las piedras labradas sufrían "un cáncer" extraño que debilitaba la superficie y provocaba su erosión, dándose como solución limpiarlas de los hongos, líquenes y vegetación que las cubría. Se utilizó raspadores metálicos para eliminar la minúscula capa vegetal y al parecer fue el peor desacierto, pues esos elementos daban protección natural a las piedras cuando la requerían o se secaban en el verano.
 
El revestimiento del talud del barranco con cemento, tampoco fue una solución acertada: lo que se precisaba era evacuar las aguas que aflojaban las bases del conjunto arqueológico, para la estabilización del entorno. Ahora se está reforzando el talud con dos plintos de hormigón armado, uno de 28 metros de largo y otro de 35, que empiezan con un ancho de 80 centímetros y llegan a 70 centímetros en lo alto, además de que se realizan drenajes para desecar el suelo en la parte baja.

Esta obra de estabilización del talud y evacuación de las aguas corre a cargo de Fausto Ochoa, ingeniero contratado por el Ministerio de Patrimonio Cultural, que asegura la concluirá hasta mediados de abril próximo. La excavación de pozos de exploración del nivel freático ha permitido localizar más vestigios arqueológicos, incluyendo restos humanos, piezas cerámicas y de cobre, que enriquecen el valor cultural del sitio. El plazo del trabajo fue de cuatro meses, a partir del 25 de noviembre anterior, pero ha sobrepasado, en vista del cuidado que ha sido menester por los nuevos descubrimientos.
 
En el obelisco del Castillo salta a la vista el desajuste cada vez mayor entre las piedras, por acción del movimiento del piso, al punto que algunas separaciones han sido "reparadas" rellenándolas con piedras sobrepuestas que llaman la atención porque no corresponden al lugar donde se encuentran. Además, hay piedras sillares que han perdido la superficie, carcomidas por el "cáncer" del que son víctimas y amenaza contaminarse.
Ingapirca - Ecuador
  Las fisuras han sido rellenadas con piedras incrustadas. También se observa como se
descascara la superficie de las piedras.
 
Los problemas del conjunto arqueológico y de la población de Ingapirca, son más graves de lo que ha trascendido al público, como puede constatarse en una visita de observación al lugar.

 

Fausto Ochoa, ingeniero responsable de la estabilización del complejo.
Fausto Ochoa, ingeniero responsable
de la estabilización del complejo.

 

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