Por Julio Carpio Vintimilla

 

Julio Carpio Vintimilla

Ášnico país
latinoamericano que ha logrado un poder y una influencia mundiales. La Cuba de Castro fue nada más que una apariencia: en el fondo, nada más que un alfil en el ajedrez de la Guerra Fría. La Venezuela de Chávez es nada más que un gran alboroto internacional. Chile promete; pero, es un país pequeño. Colombia avanza; pero, tiene su guerra perdurable. Perú €“ el viejo país imperial €“ no es capaz de
encontrar un camino hacia nuevas glorias

 

Hacia la mitad del siglo XX, tuvo cierto éxito un inesperado libro del autor austriaco Stefan Zweig: BRASIL, PAÁS DEL FUTURO. El autor €“ vienés, de origen judío €“ había logrado ya, anteriormente, bastante fama con cierta literatura suya característica: entre sicológica e histórica. Una buena muestra de ella es la colección de ensayos €“ breves y a veces brillantes €“ denominada MOMENTOS ESTELARES DE LA HUMANIDAD. (Zweig había llegado al Brasil, alejándose de la tormentosa Europa de la Segunda Guerra Mundial. En la imperial y tibia ciudad de Petrópolis, vivió sus últimos años y se suicidó con su esposa ) Retrocedamos al inicio. Bueno, ¿país del futuro? ¿No era ésta una caracterización muy imprecisa, un poco etérea, bastante desiderativa? Sí, señor. (Por eso, los cínicos €“ que nunca faltan €“ añadían al título de la obra un socarrón y rotundo "Y siempre será así". Se equivocaban por supuesto. Brasil no esperaba pasivamente su futuro; lo preparaba.)
 Pero, -- para descargo de Zweig €“ hay que señalar que aquello del futuro, aplicado a los países, era, por entonces, algo relativamente corriente y   actual en los círculos educados. Una obra de Antón Zitschka,   se titulaba, justamente, PAÁSES DEL FUTURO. (Apareció, en español, en la conocida y recordada colección geográfica OMEGA.) Para Zitschka,   los países del futuro eran Canadá, Brasil, Argentina, Australia, Nueva Zelandia, Sudáfrica Es decir, aquellos que, al momento, se organizaban, se robustecían y empezaban a significar en la escena internacional. (Algo, pues, como la categoría de los PAÁSES EMERGENTES de hoy.) Vistas las cosas de este modo, el libro de Zweig se justifica y queda mejor. Fue un muy buen augurio. Y hay que mencionarlo en estos días; cuando el futuro del Brasil ya no es futuro; ya se ha hecho presente
Algunos saben hoy €“ antes, cuando se estudiaba Geografía en América Latina, cualquier bachiller lo sabía €“ que el Brasil es un país de dimensiones continentales. (Si se le excluye Alaska, los Estados Unidos son más pequeños que Brasil.) Pero, -- a pesar de esta mayúscula condición €“ el Brasil es un país relativamente uniforme. (Cualquiera   de los menores países andinos es más variado que el gigante del Atlántico Sur.) La razón: el Brasil es un país bajo. (Las mayores alturas brasileñas €“ el Cerro de la Estrella, el Pico de la Neblina, etc., -- equivalen, apenas, a las alturas de Quito, la capital ecuatoriana; esto es, están entre los 2.300 y los 3.000 metros.) El Brasil es, sobre todo, un país tropical de llanuras y mesetas. Y, en cuanto a la vegetación, de selvas y sabanas. Sólo en el lejano Sur €“ Paraná, Santa Catalina, Río Grande €“ el Brasil es un país de clima subtropical. (Parecido al de la Florida y las Carolinas de los Estados Unidos.) Una curiosidad territorial e histórica: En el período colonial, el Brasil se anexó €“ quitándosela a España €“ la llamada Provincia Cisplatina (el Uruguay de hoy).
 En lo demográfico, el Brasil es también un gigante: cuenta con unos 190 millones de habitantes. (Mucho, en las proporciones americanas y europeas; poco, en las asiáticas. Sigamos con las primeras; las que aquí importan. Sólo el estado de San Pablo €“ con unos 50 millones de habitantes €“ es más poblado que España, Colombia o la Argentina.) Y €“ por otra y muy importante parte €“ la economía brasileña es la octava del mundo. Y va para más; mucho más. (Apoyada en su enorme potencial: abundantes recursos naturales; población bastante sana y crecientemente educada; capitalización, tecnología y administración propias; política democrática; un proyecto nacional ) Todo esto, de manera   lógica, tendrá importantes consecuencias en su desarrollo y en su correspondiente papel geopolítico.
¿Cómo se produjeron tan magníficos resultados? Pues, gracias a una pragmática, afortunada y constante evolución. La primera etapa de este proceso fue el Brasil colonial. La colonia portuguesa fue creciendo aislada; de espaldas a las más famosas colonias españolas de Sudamérica. (Los imperios portugués y español sólo contactaron y se pusieron en conflicto €“ en el Río de la Plata.) Después de la independencia de las colonias españolas, -- cuando se crea el cinturón amortiguador geopolítico: Bolivia, Paraguay, Uruguay €“ Brasil, en cierto modo, mejora su aislamiento y se beneficia de él. (El Brasil real €“ para Perú, Ecuador o Colombia €“ está al otro lado del gran mar verde; al otro lado de la selva impasable.) En tales condiciones, -- gradual, pacíficamente y en los tiempos oportunos €“ el Brasil va delimitando su espacio geográfico. A principios del siglo XX, su amplio contorno €“ en el interior de Sudamérica €“ está ya acotado. (Se firmaron tratados con todos los vecinos.) Y €“ en otro orden de cosas €“ a fines del período colonial, apareció un fuerte sentimiento nacionalista. (Que se expresa, netamente, después,   en la liquidación de la monarquía portuguesa y la fundación de la república.) Y, luego, en el Período Varguista, -- entre 1930   y 1954 €“ se manifiesta ya, con fuerza, la aspiración del país a ser una potencia mundial. Y, simultáneamente, se acelera el proceso de industrialización. (Son los años en los cuales Zweig habla del país del futuro.) Más tarde, la Brasilia de Kubistcheck les da a los brasileños un poderoso estímulo sicológico: la nueva capital es un símbolo. (El símbolo de la grandeza nacional.) Y, en adelante, el Brasil avanzará; con constancia, con sensatez, con modestia, con prudencia
Resultado: El Brasil es hoy el único país latinoamericano que ha logrado un poder y una influencia mundiales. Los demás se quedaron cortos. La Cuba de Castro fue nada más que una apariencia: en el fondo, nada más que un alfil en el ajedrez de la Guerra Fría. (En una línea parecida, la actual Venezuela de Chávez es nada más que un gran alboroto internacional.) Chile promete; pero, es un país pequeño. (Podrá ser una Suecia; nunca, una Alemania.) Colombia avanza; pero, tiene su guerra perdurable. (Y no podrá alcanzar, por supuesto, las dimensiones humanas y económicas del Brasil.) Perú €“ el viejo país imperial €“ no es capaz todavía de encontrar un buen camino hacia nuevas glorias. México le sigue a Brasil; pero, bastante detrás. (Y tiene, en estos años, grandes problemas sociales; hasta el punto de ser considerado, por algunos expertos, un candidato a la condición de estado fallido.) ¿Y la Argentina? Bueno, la Argentina es un cuento aparte. Un caso dramático. Fue el mayor fiasco de los grandes proyectos nacionales del siglo XX. (Exceptuado el socialismo soviético.) La Argentina no perdió sólo unas décadas. Perdió prácticamente todo el siglo pasado. Y, con él, la formidable oportunidad que tuvo de ser el primer país latinoamericano; y, también, una potencia de escala mundial. Muy probablemente, ya nunca lo será. Tendrá que contentarse €“ en el mejor de los casos €“ con unas realidades canadienses o australianas. (Lo cuál no es poco; pero, tampoco es mucho.) El Brasil , en cambio, ganó, muy meritoriamente, el difícil siglo XX. Y, en el XXI, ya empieza a ser lo que quiso ser, lo que quiere ser   y lo que puede ser.  

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