La insólita muerte de un joven emigrante ecuatoriano en EE UU., víctima de dos accidentes de tránsito encadenados en fatal coincidencia con el mes del amor y la amistad, el cumpleaños, el aniversario matrimonial y la fecha natal de la hija que no conoció
Desde que en 2004 se aventuró por la migración clandestina, no dejó de llamar dos y tres veces por semana a Sonia Solórzano. Esta última vez, ella le cantó el happy birthday a coro con Erika, de cuatro años, la hija que él ansiaba estrecharla en brazos en diciembre, pues en los planes estaba regresar a Cañar, su tierra, para inaugurar la casa levantada con los ahorros de residente en el extranjero. La fiesta sería grande, pues incluía el matrimonio eclesiástico, pendiente porque no tuvo recursos para celebrarlo a tiempo.
Febrero tenía connotaciones especiales para Guido y Sonia: él nació el 10 de febrero de 1983. El matrimonio civil fue el 7 de febrero de 2001 y la pequeña Erika nació el 8 de febrero de 2005. La conversación telefónica, por ello, fue larga y emotiva: "Yo le canté los pasillos que más le gustaba oírlos, aficionado como era a la música ecuatoriana. Allí están más de cien discos que él los compró y los he escuchado cada vez para recordar los tiempos del matrimonio feliz", comenta, mientras la niña señala un mueble sobre el que se ha levantado como un altar donde sobresale entre imágenes religiosas la fotografía del padre que será por siempre para ella un nombre sin recuerdo.
El miércoles 11 de febrero de 2009 se añadió al calendario de días especiales de tantos febreros, pero la fecha quedaría grabada con caracteres de tragedia en el corazón de la familia y en la memoria colectiva, por las circunstancias increíbles de la muerte de Guido Salvador.
Á‰l vivía con Rosa, Luis y Joselo, los hermanos que hicieron patria clandestina en Queens, departamento neoyorquino con tantas decenas de miles de ecuatorianos y emigrantes hispanohablantes dedicados a sobrevivir, trabajar, sufrir y ahorrar, esperando el día de volver al terruño de sus raíces y de los seres queridos.
La víspera Guido había convenido en esperarle temprano frente a su casa al primo Felix Jara, para ir al trabajo de construcción al que ambos se dedicaban, en el sitio donde les tocaba estar juntos, como ocurría a veces. Pero cuando €“entre las 6:15 €“ Félix guiaba el vehículo por la avenida hacia el lugar del encuentro, la policía le desvió de la ruta al parecer debido a un accidente. Ya no pudo darse el encuentro y Guido no llegó al trabajo. Cuando Félix, al medio día, vio por TV la noticia del accidente por el que le alteraron el trayecto, jamás sospechó que algo malo le pudo ocurrir al pariente. "Talvez se quedó dormido, como a veces pasa por el cansancio de las jornadas extenuantes", conversaría después de repatriar el cadáver y enterrarlo en el cementerio de Cañar, con cientos de personas conmovidas para despedir al compatriota muerto en forma espeluznante. | |
Felix Jara, primo de Guido, estuvo próximo a la tragedia. Abajo, la viuda Sonia Solórzano con la hija, Erika, en su residencia en Cañar. |
Durante ese miércoles Félix y los hermanos de Guido se preguntaron por teléfono varias veces por la suerte del familiar, que tampoco respondía al celular. Al fin de la tarde, la TV amplió las informaciones sobre el accidente de la mañana y se conoció que un hispano de entre 25 y 30 años fue atropellado por un automóvil y arrastrado cerca de 30 kilómetros luego por un furgón que venía detrás, en el que se había enganchado el cuerpo de la víctima sin que el conductor lo advirtiera.
Los policías que intervinieron en las primeras indagaciones encontraron en el bolsillo del accidentado el teléfono celular semidestruido del que extrajeron el chip para colocarlo en otro aparato y llamar a alguien que pudiera identificarlo. Patricia, la cuñada, recibió la llamada y tras varias preguntas, se comprobó el nombre: Guido Salvador Carabajo Jara. "Tiene problemas de tránsito, está detenido en la inspectoría de Policía, necesita ayuda", le dijeron, para atenuar la brutalidad de la noticia.
Los hermanos de Guido Salvador y el primo Félix Jara acudieron prestos al recinto policial donde los agentes, tras varias indagaciones y rodeos, acabaron por expresarles las condolencias. "Está muerto, lo sentimos", les dijeron.
La cruel noticia demoró hasta el otro día para llegar a la madre, a la esposa y la familia de Guido Salvador, en Cañar. Antes que los familiares en los Estados Unidos, la TV pasó detalles espectaculares del accidente y la identidad de la víctima. Flor Elisa Jara Galarza, la madre, fue de las últimas en enterarse ya en la tarde del jueves 12, pues se hallaba en una finca en San Antonio de Paguancay, a donde llegó uno de los hijos menores, sin acertar cómo darle aviso de la muerte del hermano que apenas la víspera cumplió 26 años.
La frecuencia de los accidentes de tránsito o de trabajo de ecuatorianos en Estados Unidos o Europa, ha disminuido su novedad. Pero esta vez, ante la impresionante forma en que se produjo, la muerte de Guido Salvador causó escalofríos a quienes vieron las imágenes por la TV. Parecía increíble, pero era cierto: su cuerpo fue arrastrado de Queens a Brooklyn por un automotor al que se incrustó nadie se explica cómo.
Tras los penosos procedimientos policiales y legales para la repatriación, los restos de Guido Salvador demoraron una semana para llegar al Ecuador. El funeral, en el cementerio de Cañar, la tarde del jueves 19 de febrero, fue un acontecimiento doloroso extraordinario: no menos de 500 personas despidieron al compatriota al que la mayor parte de acompañantes no conocieron, pero cuya muerte fue sentida más que cualquier muerte, por los ingredientes fatales que la volvieron única e irrepetible.
En un barrio periférico del cantón Cañar, su residencia es más rural que urbana. En el patio de la casa pasean las aves domésticas con familiar mansedumbre, mientras en el dormitorio ocupa un sitio preferido el retrato de Guido Salvador, también junto a las imágenes religiosas de su devoción.
Allí están además los trofeos por sobresalir en los deportes, especialmente el voley, así como por su labor como director del grupo de danza folclórica Oasis, que lo fundó él, y en el que actuaba con destreza, luciendo atuendos típicos de los indígenas cañaris.
Félix Jara, el primo, recuerda que también en los Estados Unidos organizó un grupo de danza con el mismo nombre, Oasis, que intervino con éxito en festivales de organizaciones de emigrantes ecuatorianos y de la América Latina. "Era entusiasta, tenía liderazgo, contagiaba el humor", dice.
Félix asumió las responsabilidades en los trámites para la repatriación del cuerpo de Guido Salvador y acompañó en el retorno fúnebre del emigrante. Á‰l reside desde hace 12 años en los Estados Unidos y tras los dos primeros años de ilegalidad, alcanzó el status de residente luego de contraer matrimonio con Judy, ciudadana estadounidense. Además, es quien mejor habla el inglés en el grupo familiar, lo que facilitó relacionarse con los funcionarios burocráticos.
Lo extraño es que Guido Salvador se incrustara bajo los hierros de la parte inferior del vehículo que venía detrás y fuera arrastrado 30 kilómetros. También su conductor, percatándose de un ruido inusual, detuvo la marcha, levantó el capot del carro e inspeccionó sin encontrar nada raro, por lo que prosiguió hasta cuando alguien le habría insinuado que arrastraba algo: un cuerpo humano que no se había despedazado, pues estaba adherido a un fierro que lo arrastró casi en vilo. Las autoridades policiales han liberado de culpabilidad a los dos conductores.
"El cuerpo estaba intacto", dice Félix, quien reconoció de inmediato el rostro inconfundible del primo y amigo con el que solía trabajar o reunirse en horas y días de descanso para recordar a los seres queridos distantes, jugar los naipes, hacer música o para jugar los partidos de Voley en los que Guido Salvador era colocador invencible.