Por Alba Luz Mora

 

Alba Luz Mora
 El joven Chauvin es lojano, tuvo un abuelo gentil y risueño, verdadero maestro en el arte de la fotografía, es hijo de un padre inteligente y humanista, todos sus tíos cumplen roles sociales de importancia y con gran iniciativa y talento



El caso de José Antonio Chauvin, joven ecuatoriano idealista y con ánimo dispuesto para la lucha y la superación de nuestras injusticias sociales, es uno de los innumerables protagonizados en Latinoamérica, por lo general, entre gente fresca, joven, que busca múltiples caminos para realizar sus   ideales.
Pero también implica no prever y hasta olvidarse que todo tiene sus límites y riesgos, que los fenómenos sociales característicos de este nuevo milenio dejan advertir la presencia de organizaciones extremistas ya institucionalizadas, la innovación de los llamados "ejércitos paralelos" y una serie de movimientos con membretes distintos e igual finalidad, que no dudan en utilizar la clandestinidad, el oportunismo y la informalidad para conducirse en la sociedad y para utilizar armas tan audaces como el terrorismo, el narcotráfico y el secuestro, para llevar adelante sus organizaciones y sus planes. Por ello cualquier equívoco, cualquier imprudencia en la materia, a sabiendas de que hay peligros y sorpresas poco manejables, es quedar librado a   consecuencias inadvertidas que ponen en peligro la paz, la seguridad y hasta la vida de su protagonista y atraen la zozobra y la angustia a sus familiares.
 El joven Chauvin es lojano, tuvo un abuelo gentil y risueño, verdadero maestro en el arte de la fotografía, es hijo de un padre inteligente y humanista, todos sus tíos cumplen roles sociales de importancia y con gran iniciativa y talento. Seguramente lo distingue esa capacidad mental y percepción aguda de la gente de la región sureña, con personalidad definida y temperamento bizarro, que a través de las oportunidades políticas que le ha dado el entorno donde se movía, sobresalió por su claridad de pensamiento y su valentía. Había llegado a ejercer la segunda función importante dentro del Ministerio de Gobierno y Policía, le sobraban amigos y contactos y encontró la oportunidad que había aguardado mucho tiempo para realizar sus aspiraciones. Lo malo es que luego de la denuncia que lo envuelve, ha quedado solo frente al juicio ecuatoriano, sin la solidaridad de quienes lo guiaron ¿o utilizaron?, para despejar un ovillo bastante enredado, que no debería comprometer a las altas esferas ni ofrecer a la perspicacia ciudadana un tinte de gravedad y compromiso inaceptables. Ojala se despeje la maraña agravada por las mil conjeturas mediáticas y salga a la luz la verdad y la justicia.      

Suscríbase

Suscríbase y reciba nuestras ediciones impresas en su oficina o domicilio llamando al 0984559424

Publicidad

Promocione su empresa en nuestras ediciones impresas llamando al 0999296233