El colegio que lleva su nombre le rindió homenaje al conmemorar el 12 de febrero los 145 años de su fundación. Consta aquí la intervención de Marco Tello, profesor del Plantel, en la sesión conmemorativa en el Salón de la Ciudad, destacando la vida y la obra del visionario personaje
Benigno Malo perteneció a una generación de hombres lúcidos, excepcionales. Al observar alrededor €“como lo registró Arrom en el mapa generacional hispanoamericano-, descubrieron que en el país quedaba todo por hacerse; por lo tanto, se vieron obligados a asumir todos los oficios, todos los riesgos y responsabilidades. Eran diestros en el manejo de la pala y el pincel; practicaban el arte de la pluma, la espada y el cincel; nunca dudaron en remplazar la toga del magistrado por el jubón del proscrito. Alumbrados por un mismo fervor romántico, fueron poetas y prosistas refinados, pero también hombres de acción; actuaron con igual fuego interior como pensadores y empresarios, como tenientes políticos, ministros, embajadores o jefes de Estado.
El compromiso, la participación en la política beligerante y encarnizada de su siglo, no fueron óbice para que nos legara el testimonio de su rebeldía ante la oscilación de algunos espíritus al impulso de ocultos o mezquinos intereses, ni para que nos privara, en trazos generosos o severos, del análisis profundo sobre las motivaciones y las consecuencias del acontecer y del actuar. El temperamento reposado y filosófico que, impelido por las circunstancias, se desbordaba en acción, lo han convertido en uno de los pensadores ecuatorianos más agudos, admirable no solo por el sabio razonar, por lo templado del estilo, sino también por una penetrante y asombrosa actualidad. Esta es la razón por la cual el nombre del patrono no es un simple adorno sugestivo bajo las cúpulas del establecimiento centenario; es una flama siempre viva en los nobles ideales que afloran en la fecunda actividad periodística, en la pieza oratoria, concisa, medular, en el ensayo pulcro, erudito, aleccionador; en fin, en el animado apunte biográfico. Rendir homenaje a esta figura señera y singular de la historia es aproximarse a una vida en trance de constante rebeldía intelectual. Sublevación intelectual, subrayemos. Debido a ello, es uno de los referentes esenciales en la construcción de la nacionalidad ecuatoriana, al que nos acercamos con cautelosa reverencia.
Frisaba en los veintidós años, acababa de recibirse de abogado, y ya estuvo entre los integrantes de la Junta Provincial del Departamento del Sur, por voluntad del Libertador. Siete años después, ya fundada la Nación, firmó con otros rebeldes una pública condena a Flores por sus excesos y arbitrariedades; pero luego de la victoria del caudillo en Miñarica, debió buscar refugio en Colombia y el Perú. De regreso a la Patria, no dio paz a la mano y orientó a los conciudadanos a través de un infatigable ejercicio periodístico. Era casi natural, entonces, que la recia personalidad de Malo y su influjo en la opinión de las gentes ilustradas no pasaran inadvertidos al genio estratégico de Flores, quien, en 1843, lo llamó a ocupar el Ministerio del Interior y Relaciones Exteriores. | |
Edificio Patrimonial del Centenario Colegio Benigno Malo |
"Tan culpable es el hombre que mendiga un empleo, como el que, por falso desprendimiento, lo rehúsa", fue la sabia respuesta sobre sus deberes de ciudadano con que acalló a quienes criticaron la colaboración con el gobierno al que había combatido. Haciendo honor a su palabra de que la patria está ante todo, se dedicó por entero a conciliar los ánimos, pero también a fomentar la industria, la agricultura y el comercio y nunca fue desleal a Flores ni aun después de su caída, lo que confirma su honestidad intelectual. En 1848 -tenía Malo 41 años- fue senador ante el Congreso, en donde brilló por la elocuencia y el poder de persuasión. En 1849 volvió a desempeñarse como Ministro del Interior durante el efímero gobierno de Manuel de Ascázubi; sin embargo, fueron meses de fecunda entrega a la preocupación por mejorar la realidad educativa ecuatoriana, que será desde entonces el motivo central de sus desvelos.
Caído el gobierno de Ascázubi, retornó Malo a la vida sosegada del terruño, donde alternó la preocupación por la industria y el comercio con una intensa faena intelectual a través del periodismo. Motivado por su celo en favor de la instrucción pública, en 1857 aceptó la nominación de Director de Estudios del Azuay. En 1864, a pesar de los mutuos recelos, García Moreno le nombró Gobernador de esta provincia. En cuanto el proyecto político garciano significó reforma, sobre todo en materia educativa, e innovación dentro de los cauces de la libertad y la justicia, recibió el apoyo del pensador cuencano, para quien el Presidente reunía en ese entonces "el ardiente patriotismo de Rocafuerte, el valor de Flores, la laboriosidad burocrática de Roca y la pureza de Ascázubi". Pero no bien el gobernante se apartó de esta senda y tomó por los vericuetos de la tiranía, halló en el rebelde Malo el más enérgico censor que condenó acremente los procedimientos €“dice- "que no han imperado ni en medio de la barbarie de las tribus primitivas". Los años que transcurren entre el apoyo moderado y el rompimiento frontal con la política garciana, corresponden a la época de plenitud y madurez de nuestro compatriota como escritor, como hombre comprometido con el estado de la región, como pensador que, por la formación y la vivencia personal, puede mirar en la vastedad del horizonte hispanoamericano y universal la verdadera dimensión de su país y de su tiempo. Y es también el período para la cosecha de los frutos de sus desvelos, uno de ellos, largamente madurado, la fundación de la Universidad del Azuay, hoy Universidad de Cuenca, de la cual fue su primer Rector.
El rectorado de Malo fue corto, pero fueron seis meses suficientes para orientar los primeros pasos de la gestión universitaria. Quebrantos en la salud le obligaron a renunciar. Dos años después, rindió tributo a la tierra de sus afanes, en medio de la consternación de la sociedad que vio en su muerte, como expresó aún condolido Remigio Crespo Toral, "el desaparecimiento de un jefe, de un padre de la ciudad, de un anciano consejero del pueblo".
No concluiremos esta breve semblanza sin un rápido espigueo sobre el origen de las ideas y acciones que fundamentan la palpitante actualidad de Benigno Malo, de modo particular en el campo de la educación nacional. Así, por ejemplo, lo que tiene de visionario y profético cuando habla sobre el futuro de la región azuaya ( "El porvenir, pues, de Cuenca, su rango, su influencia, su bienestar están librados al descubrimiento y desarrollo de las riquezas naturales que abundan en su suelo; riquezas ignoradas y que solo el ojo de la ciencia puede descubrirlas"), se afinca en la experiencia personal como conocedor de la naturaleza, explotador de sus recursos, agricultor, industrial y comerciante, cuando se hizo responsable de la administración de la heredad paterna.
Y como conocía tan bien y de primera mano el estado de postración del campesino azuayo, puede afirmar, en el informe que presenta como Subdirector de Estudios del Distrito del Azuay, en 1857, con plena autoridad, luego de describir el estado deplorable de la educación en general: " €¦la clase indígena, sobre todo, sigue en estado lamentable de atraso, sin que penetre a esa parte oscura de nuestra región social ni aun la escasa luz que se difunde en las otras clases de la sociedad", y aboga a continuación por el establecimiento de escuelas dominicales en las parroquias rurales. ¿Qué se debe enseñar? En el mismo documento se anticipa al proyecto educativo de García Moreno cuando afirma que el país no saldrá de su marasmo "si no se resuelve a establecer enseñazas serias de Química aplicada a las artes, de Mineralogía, de Botánica, de Agricultura, de Mecánica y Manufacturas". Pero más tarde discrepará con el proyecto garciano en cuanto Malo sostenía que el estudio de las ciencias naturales no debía excluir el de las ciencias humanísticas.
Acérrimo enemigo del centralismo, piensa que si bien hubo razones para que también la formación universitaria de la juventud ecuatoriana se centrara en Quito, la propagación de las luces por toda la República exige nuevas fuentes y focos de irradiación del saber. " €¦la ilustración €“afirma- marcha con los hombres, se importa con los libros, se difunde con los periódicos, se aprende en las conversaciones en los viajes, se mezcla con la vida pública, y sin sentirlo la sociedad se encuentra transformada. En medio de este movimiento general de los espíritus y de esa viva fulguración que despide el estudio de las ciencias en todas las clases de la sociedad, querer conservar una institución como único tipo, como única fuente, único foco de luces, y único lugar de todos los conocimientos humanos, sería desconocer la marcha invasora de la civilización".
En 1863 se había pronunciado en favor de la educación de la mujer, lo que le convierte en un adelantado de su tiempo, cuando era impensable en la sociedad imaginar el papel de una mujer fuera de la casa o del claustro conventual: "Los hombres €“dice- se han creado para sí colegios, liceos, han establecido cátedras de idiomas, de filosofía, teología, medicina y legislación; se han repartido entre ellos todas las profesiones. ¿Y qué han hecho por la mujer?". Más tarde, en 1868, en el discurso inaugural de la Universidad del Azuay, llama la atención sobre la necesidad de dar educación a la clase obrera: " ¿No sería una gloria inmarcesible que a la Universidad de Cuenca le tocase la iniciativa en proclamar la igualdad entre el laboratorio y el taller, entre las bellas artes y la literatura? ¿No sería un gran paso de progreso en la moralidad y en las ideas, colocar a igual altura la pluma de Solano y el cincel de Vélez? ¡Ojalá que en el frontis de nuestra universidad se leyera esta inscripción: ¡Honor y gloria a todos los talentos, a todas las virtudes, a todos los merecimientos!"
¿Qué es la universidad para Benigno Malo? La define por sus objetivos. En el mencionado discurso inaugural expone: " €¦las universidades resumen, pues, en sí todo el poderoso movimiento intelectual que se ha dejado sentir desde la edad media hasta nuestros días". Y se remonta en el espacio y en el tiempo, y trae el recuerdo de Carlomagno ensalzando, al cabo de un largo viaje, el aprovechamiento de los jóvenes de las clases sociales inferiores y censurando la molicie de los nobles. La Universidad, razona Malo, viene a ser la sede de la aristocracia del talento y de la virtud, pues proclama "la supremacía del saber sobre los pergaminos feudales de la riqueza y el nacimiento". ¿No cobran estas ideas permanente actualidad, cuando entre nosotros se vela el significado de aristocracia intelectual tras el término excelencia, merced al cual se publicitan los logros académicos? ¿Podrá haber excelencia sin esfuerzo, sin constancia, sin disciplina intelectual? Por cierto, si hoy volvieran entre nosotros, con sus ideas, Carlos el Grande y Benigno Malo serían llevados en vilo ante el Defensor del Pueblo.
Benigno Malo no solo fue un espíritu anticipado a su tiempo por sus conceptos en materia educativa. Cuando enfoca otros aspectos medulares que atañen a la supervivencia misma de la Nación, sus reflexiones estremecen como si arrancaran de la observación de lo que ocurre en nuestra realidad: " ¿Siete constituciones y media en treinta años? €“se pregunta en su ameno estilo coloquial- ¿A constitución por cuatro años tres meses! €“se vuelve a preguntar- ¡Qué fecundidad tan orgánica la del Ecuador! Talvez no haya una república americana que haya hecho más tentativas de estructura política, como la nuestra. ¿Y cuál es la causa de tanta esterilidad en los resultados, de tanta imposibilidad de mejorar la condición social del pueblo y del gobierno? Es muy clara €“se responde-: la de que nuestras constituciones no han sido fruto de estudios constitucionales ni de teorías discutidas por la prensa ni en la tribuna; sino el aborto improvisado de un partido vencedor en las guerras civiles €¦". Quizás la única diferencia estribe en que hoy las guerras civiles se libran en las urnas.