El Ecuador vive, no cabe dudas, una etapa insospechada hasta hace poco de transformaciones en lo político, en lo social, en lo educativo y aun en el vivir diario, por iniciativa del Presidente en funciones, ratificado mayoritariamente en las votaciones de abril.

Los cambios que propone implican reacciones de los beneficiarios del status caracterizado por privilegiar a tradicionales grupos de poder político y económico, que ven amenazados sus intereses, dispuestos a librar batallas para obstruir los cambios.

El tema de la Educación ha abierto un enfrentamiento entre el Gobierno que impone la evaluación del magisterio para saber si los profesores están o no capacitados para formar a la niñez y juventud que asumirá en breve el destino de la sociedad y del país, y los organismos clasistas del magisterio que miran en este procedimiento una amenaza.

Las posiciones irreconciliables ameritan la reflexión de los dos lados, para sacar provecho de la iniciativa que tiene sustento ante la inocultable crisis en la que se debate la Educación y cuyos orígenes son de orden académico, económico -los sueldos de los maestros son risibles- y aún político, por la influencia de determinado sector en la Unión Nacional de Educadores, desde hace muchos años.

Conviene que el Gobierno y los gremios del profesorado en vez del enfrentamiento, coincidan en caminos apropiados de solución frente a un problema de trascendental importancia €“la Educación- que realmente interesa a todos los ecuatorianos y de la que en gran parte dependerá el futuro general del país.

Que la Educación no anda bien en el país es una verdad que no admite dudas. Pero los profesores no son los únicos culpables frente a una responsabilidad que involucra a padres de familia, a los institutos formadores de maestros y universidades, a las autoridades ministeriales y al propio gobernante, beneficiario excepcional de una formación dentro y fuera del país en condiciones muy diferentes a las del común de los ecuatorianos.

La serenidad, la prudencia, la reflexión, se imponen en el tratamiento de tema tan sensible de la realidad nacional, para no precipitar conflictos en vez de dar con los remedios apropiados.

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