Por Eliécer Cárdenas

 

Eliécer Cárdenas En todo el mundo, los maestros, como cualquier conglomerado profesional, se hallan sujetos a evaluaciones periódicas, no con el ánimo de "castigarlos" sino justamente a fin de que su preparación mejore y se actualice.

La evaluación al Magisterio, dispuesta por el Ministerio de Educación, ha generado la protesta del gremio de educadores, que califican a esta iniciativa como coaccionadora de los docentes y de tener un carácter supuestamente represivo. Además, señalan que no existiría un marco legal para las sanciones por no cumplir con el mínimo en las pruebas posteriores a la primera evaluación sean cumplidas, entre éstas la separación del educador o educadora de sus funciones.      
En todo el mundo, los maestros, como cualquier conglomerado profesional, se hallan sujetos a evaluaciones periódicas, no con el ánimo de "castigarlos" sino justamente a fin de que su preparación mejore y se actualice. Este sistema de evaluación por desgracia ha estado ausente en la práctica, y es por ello que al tratar de establecerse en la actualidad genera toda clase de suspicacias y recelos. A este penoso panorama ha contribuido también, y en buena medida, el gremio del Magisterio, la Unión Nacional de Educadores, que de fiel defensora de los derechos de los profesionales del ramo devino en solapadora de no pocas inepcias y faltas, tanto al nivel profesional como a la disciplina. Con un paternalismo digno de mejor causa, se acostumbró mal a los maestros y maestras a encontrarse exentos de una evaluación periódica.
Sin embargo, el actual Magisterio de Educación, con su ya largo enfrentamiento con la cúpula magisterial, no sería la persona indicada para iniciar el proceso de evaluación de los educadores, puesto que de inmediato se lo ha tildado de "enemigo de la UNE", de "perteneciente a la Partidocracia", y otros epítetos que sin ser justos precisamente, sin embargo crean un ambiente adverso al proceso de mejoramiento docente y capacitación permanente del conglomerado magisterial.  

 

Por su parte, la Unión Nacional de Educadores posee su propia "agenda", por así decirlo, respecto a la capacitación de los educadores, gremio al que considera su coto indisputado, dentro del cual el Ministerio de Educación no podría realizar ninguna actividad si no es con el previo visto bueno o permiso de la UNE. Esta verdadera perversión del concepto de defensa gremial y clasista, no es otra cosa que el resultado de muchos años y décadas de culpable dejación de responsabilidades de las autoridades educativas, que no han sabido o no han podido establecer un orden fuera de lo que convenga o no a las estrategias políticas de la cúpula gremial.
 El tira y afloja Ministerio de Educación €“ UNE no es conveniente a los intereses de la formación de la niñez y juventud del país. Ninguno de los antagonista en este conflicto se ha ganado el derecho a representar al Magisterio, un conglomerado que, por otra parte, ha sido y es maltratado, sujeto a sueldos míseros, escasas condiciones favorables a su labor, y por si fuera poco, con una autoestima de las más bajas entre los profesionales del país. Todo ello tiene que cambiar, pero no dando la razón a la UNE o al Ministerio de Educación de turno, sino a través de un proceso que, fuera de los intereses políticos coyunturales, propenda a un mejoramiento global en la calidad de nuestra Educación, que tampoco es de las peores del Continente, como se encargan interesadamente de propalar ciertos intereses educativos privados que lucran muy bien son la sempiterna crisis de la Educación Pública. Parafraseando cierta frase célebre la Educación es demasiado importante para que quede en manos de los ministros del Ramo o del gremio de los docentes. Otros actores de la sociedad civil están llamados a intervenir para que este necesario proceso llegue a buen término.

 

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