Por Leonardo Berrezueta

 

Leonardo Berrezueta

 La necesidad de un periodismo libre, nos lleva a pensar si la libertad de prensa puede confundirse con la libertad de empresa, pues jamás la objetividad de un periodista puede verse invadida, ni siquiera, por los intereses empresariales de quienes son dueños de los medios

 

La comunicación y la labor de llevar la información a la población reviste un doble reto: El profesionalismo con el que se lo realice y la entereza para la investigación al llevar la verdad al público que requiere estar debidamente informado.   La necesidad de un periodismo libre, nos lleva a pensar si la libertad de prensa puede confundirse con la libertad de empresa, pues jamás la objetividad de un periodista puede verse invadida, ni siquiera, por los intereses empresariales de quienes son dueños de los medios.  
La libertad de expresión no es igual a la libertar de prensa.   Expresarnos libremente no puede ser usado para difamar o para endilgar una situación social, política o económica en particular lejos de la verdad.   Expresarnos libremente debe estar siempre e ineludiblemente dentro de los parámetros del estado de derecho.   La libertad de prensa conlleva el manejo objetivo de la información manteniendo los estándares que las mismas organizaciones periodísticas y de comunicación social han impuesto, y no manejando un criterio empresarial sobre el periodístico como tal.
La realidad social nos conmina a realizar análisis serios sobre el rol de la prensa en todos los niveles, pues el manejo no objetivo de la información en función de empatías o antipatías, nos encamina irremediablemente al sensacionalismo y al manejo de una comunicación poco seria.
 
 Mantener la objetividad periodística como norte, es la herramienta ética más firme que tiene un comunicador social, la que deberá estar a lo que mande la conciencia individual y pública.  
En el Ecuador, la tarea de la comunicación debe ser aportada también por la ciudadanía como una forma de retroalimentación de las actividades periodísticas.   Por tanto, aquella prensa que, sin lugar a dudas influye en la opinión pública, si no conduce su labor enfocada al beneficio del común de los ciudadanos, está condenada a manejar sus acciones, no como una labor social, sino como una pura y llana actividad mercantil.   La comunicación social en consecuencia, debe mirar a su rol de orientador y no al simple manejo de una actividad que brinde réditos económicos.
Finalmente, es muy importante como decíamos al inicio, que cada uno de los actores políticos, sociales y económicos, juguemos el rol que nos corresponde, dentro de lo parámetros legales y constitucionales, con eficiencia, eficacia, honestidad y responsabilidad.   En el caso de nuestros comunicadores sociales en general, salvo algunas excepciones de orden político, nos dan la garantía de que la información y la generación de opinión pública juega una suerte de orientación objetiva, veraz y oportuna.   Hagamos entonces, de esta práctica una conducta constante en el manejo de nuestras acciones tanto públicas como privadas.
 
 

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