El 21 de octubre serán 25 años de la santificación del religioso ecuatoriano Hermano Miguel y el próximo 9 de febrero un siglo de su muerte
El espíritu del Hermano Miguel impregna el ambiente del colegio La Salle, edificio del antiguo Noviciado Apostólico de Nuestra Señora del Puerto, en Premiá de Mar, cerca de Barcelona, España.
El santo, nacido en Cuenca del Ecuador el 7 de noviembre de 1854, vivió allí del 21 de julio de 1808 hasta morir el 9 de febrero de 1910, en medio de la consternación de los hermanos de congregación, maestros y discípulos, de quienes conquistó afecto y admiración por sus cualidades humanas con olor a santidad.
El edificio de tres plantas, de ladrillo visto, en 1970, cuando empezaron a declinar las vocaciones religiosas, se transformó en un plantel educativo para niños y jóvenes entre 6 y 16 años. Ahora allí no hay más de cuatro religiosos en funciones directivas y docentes, pues el personal mayoritario es seglar.
Apenas se ingresa por el pórtico en medio del frontis, sobresale en el vestíbulo un cuadro con el Hermano Miguel como personaje central, camino a los altares, llevando de la mano a un grupo de niños, mientras la Virgen con el niño Dios en brazos se alista a recibirlo.
Mario Álvarez, de 80 años, el mayor de los hermanos cristianos que residen en el edificio, guía por las aulas, pasillos, salones y el templo al visitante. Á‰l trabajó cuarenta años en Bolivia y Venezuela y había pasado corto tiempo por Quito, para visitar el sitio donde reposan los restos del santo de su mayor devoción.
Lo primero que muestra es el templo, donde el santo cuencano oró y alimentó su espíritu. En el altar mayor sobresale una escultura de Nuestra Señora del Puerto, la virgen morena patrona del establecimiento, en medio de dos grandes vitrales: a la izquierda el Hermano Miguel y a la derecha San Juan Bautista de la Salle, fundador de la congregación, quien tiene también otro cuadro en una pared al pie de la cual estuvieron los restos del Hermano Miguel hasta repatriarlos al Ecuador en 1937.
Durante la Guerra Civil Española €“1936/1939-, el Noviciado fue semidestruido por elementos franquistas que creyeron allí había células de resistencia. "Se pretendió quemar el edificio pero el fuego no se contaminó por las paredes de ladrillo y piedra de 1.6 metros de espesor. El sepulcro del Santo fue profanado por militares que dejaron esparcidos por el suelo los restos mortales", informa.
El señor Crespo se cuidó de llevar consigo dos vértebras y una clavícula del Hermano Miguel, que durante tres años los custodió en su residencia y se convertirían después en elementos claves de investigación científica en el proceso de santificación.
Publicaciones del Hermano Miguel en el museo. | Placa junto a la habitación que ocupó el religioso y en la fachada del edificio, marcada con amarillo la ventana de su vivienda |
El hermano Mario Álvarez, guía en el recorrido, junto a una estatua el santo de su devoción. | Imágenes del Hermano Miguel y Juan Bautista de La Salle en los vitrales del templo de la congragación. |
Monserrath Crespo, nieta de aquel técnico, labora en el plantel docente: "Mi abuelo €“confiesa-, entre el revoltijo y las amenazas de los franquistas, fingió tropezarse y regó las herramientas, para recoger entre ellas los huesos del santo que los guardó hasta devolverlos a la comunidad después de la guerra".
A la salida del templo, hay un museo del Hermano Miguel: viejas fotografías de la casa donde nació €“hoy sede Arzobispal de la Cuenca del Ecuador-, retratos de los padres y del niño, del joven, del religioso en sus años de madurez, así como fotos del día en el que sus restos fueron exhumados del cementerio de Premiá de Mar para colocarlos al interior del templo de la congregación.
En una urna está la vértebra del santo, pues la otra vértebra y la clavícula, recuperados por el señor Crespo, fueron al Museo del Vaticano a una sección de los santos. Hay también cartas, textos escolares escritos por el Hermano Miguel, poemas religiosos y documentos alusivos al proceso de santificación.
En la primera planta alta, una placa de cerámica con el retrato del personaje indica el cuarto donde murió el 9 de febrero de 1910. Un piso más arriba, el auditorio principal del establecimiento lleva el nombre del santo cuencano, cuyo retrato ocupa un sitio destacado.
Cada febrero, la comunidad, los alumnos y los fieles de Premiá de Mar celebran el aniversario de la muerte del Hermano Miguel, con mucho afecto y devoción. La mayor solemnidad es el 8 de febrero, en vísperas, cuando se cumple La Encendida, que consiste en la esmerada iluminación del frontis y de los ambientes del enorme edificio institucional, que luce galas y esplendores en honor del personaje más importante de la comunidad de los Hermanos Cristianos de Premiá de Mar.
El santo y los milagros
Luis Florencio Febres Cordero Muñoz, a los 14 años de edad, vistió el hábito de La Salle con el nombre de Hermano Miguel y en 1859 inició su apostolado en la escuela Beaterio de Quito.
Había nacido con una deformación de los pies que le impidió caminar hasta los cinco años, cuando un milagro €“según testimonios aceptados por la Iglesia Católica- le permitió ponerse en pie, después de una aparición de la Virgen María en el jardín de la casa familiar.
Se acogió a la vida religiosa contra la voluntad del padre, seguro de su vocación, identificado con los hermanos cristianos, para desempeñarse como maestro de niños para los que redactó sin descanso textos de diversas asignaturas.
En 1888 asiste en Roma a la beatificación de Juan Bautista de La Salle y es personaje admirado por sus conocimientos literarios y obra cultural, especialmente como autor de los textos de diversas asignaturas, para suplir la carencia de libros para la educación en el Ecuador.
En 1892, a los 38 años, es Miembro de la Real Academia de la Lengua Española. Hasta 1907 desempeña funciones directivas en planteles educativos lasallanos de Quito y un año después viaja por segunda vez a Europa, para enseñar en Bélgica y Francia el Español a los miembros de la Congregación destinados a cumplir misiones en América Latina. Al fin se radica en Premiá del Mar, cerca de Barcelona, donde los superiores creen disfrutará de un ambiente favorable para sus problemas respiratorios, que acaban por llevarle a la tumba en 1910.
Fue sepultado en el cementerio de Premiá, con solemnidades y multitudinaria asistencia, por la fama adquirida como educador y hombre de santidad. En 1925 sus restos fueron exhumados para llevarlos al sitio preparado en el templo de la Congregación, donde fueron profanados durante la Guerra Civil Española en 1937, dando origen a la repatriación al Ecuador y su alojamiento definitivo en el Noviciado de La Magdalena, en Quito.
En 1977, luego de un proceso canónico riguroso, fue beatificado por el Papa Paulo VI y el 21 de octubre de 1984, Juan Pablo II le llevó a los altares tras verificar su santidad y los milagros concedidos a numerosos devotos.