La muerte súbita del estadounidense Michael Jackson, símbolo contemporáneo de la música Pop, el 25 de junio, dio vueltas por el mundo. Admirado, controvertido, acusado y absuelto por aberraciones infamantes a la niñez, con su carisma artístico atrajo multitudes a sus costosos conciertos en Europa y los Estados Unidos. También estuvo en México. Su muerte fue sentida, pero no sorprendió, por la vida agitada que llevaba desde que se proyectó con éxito internacional en la niñez en la farándula. Su vida fue una transformación incesante, empezando por la apariencia física del hombre de raza morena que modificó su rostro y blanqueó la piel al coste de cirugías y maquillajes que graficaron con exactitud los rasgos de su compleja personalidad. También, una transformación desde la infancia pobre hasta la madurez de opulencia, propia de los más grandes y afamados personajes del estrellato del arte.
Michael Jackson, nacido en 1958, es un referente en la historia de la música contemporánea, desde los años 80 del siglo pasado, gracias a los avances de la tecnología en la producción artística y la globalización de las comunicaciones. Por sobre sus defectos humanos, escándalos y sobredosis en sus excesos personales, fue un artista con méritos basados en el esfuerzo propio y la inteligencia. Nadie olvidará a corto tiempo la imagen extravagante, acrobática y delirante del artista acompañando sus canciones con pases vertiginosos de baile como solo él podía hacerlos. El infarto le fulminó mientras se alistaba para hacer vibrar a Inglaterra en este mes de julio.
Su muerte, parte del singular espectáculo público de su vida, ha promocionado sus videos musicales y millones de admiradores los adquieren a cualquier precio. Además, ha permitido descubrir facetas poco conocidas del personaje, que ha destinado grandes sumas de dinero a obras de beneficencia social, en contraste con sus deudas millonarias y cuantiosos derroches personales.