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* Ingeniero, Diplomado en Gerencia de Gobiernos Seccionales, con cursos en el país y el exterior sobre planificación regional y local, formulación y evaluación de proyectos. El tema es oportuno al inicio de la gestión de nuevos gobiernos seccionales en el Ecuador, a partir de este mes. |
El desarrollo, tema siempre actual de competencia de quienes están en la gestión pública y privada, ha atravesado una larga historia de modelos y enfoques, desde posiciones globales en unos casos y sectoriales en otros, hasta posicionarse como el mejoramiento integral y equitativo de la calidad de vida de una población.
El Desarrollo Humano Sostenible (DHS) y el Desarrollo Sustentable consideran al ser humano sujeto principal de sus esfuerzos. En el desarrollo la planificación juega un rol de primera importancia, para enfrentar situaciones socio económicas complejas, incertidumbre, articular potencialidades, valores e identidad, definir características socio territoriales, de hábitat y ecosistemas, que configuren integralmente las problemáticas y solucionen eficazmente las especificidades. Permiten diseñar estrategias globales consensuadas, con planteamientos interrelacionados para los aspectos socio €“ culturales, económicos, territoriales, ambientales, de riesgo y político institucionales.
En el sector público, es importante la planificación para el desarrollo territorial, para saber dónde estamos, quiénes somos, a dónde queremos llegar y cómo hacerlo. Sin ella, ninguna de esas preguntas puede ser adecuadamente respondida y se configura una situación de improvisación, duplicación de esfuerzos, sin objetivos comunes, estrategias ni prioridades. Sin una coordinación que optimice recursos y esfuerzos con un direccionamiento hacia la construcción de país y los territorios subnacionales sobre los que actúa, se da un alto nivel de individualismo y discrecionalidad en la toma de decisiones, inversiones dispersas planteadas desde la oferta y sin respuesta a demandas, produciendo ineficiencia y conflicto.
La planificación es un instrumento de la gestión pública para el análisis y reflexión de una situación, el levantamiento de información de sustento, la configuración de la estructura de la problemática, define objetivos y acciones prioritarias, establece escenarios, trabaja en medio de la incertidumbre, presenta varias alternativas y elige a la mejor. Para el efecto se requiere de la participación activa de todos los involucrados, para una adecuada definición del problema, objetivos y metas a largo plazo. La ejecución, por tanto, debe ser progresiva, con monitoreo permanente y evaluaciones periódicas, para facilitar los ajustes necesarios y lograr resultados e impactos.
La planificación del desarrollo para ser eficiente debe incursionar en los campos estratégico y prospectivo, donde lo importante es el análisis de escenarios y de incertidumbre; sobre todo, cuando se viven cambios globales como los alcanzados en las Tecnologías de Información y Comunicación (TIC). Con razón se dice que el recurso del siglo XXI, es el conocimiento.
En el marco constitucional la planificación ha cobrado significativa importancia, como un fuerte soporte para el desarrollo, pues el artículo 279 institucionaliza "el Sistema Nacional Descentralizado de Planificación para el Desarrollo Participativo" y crea el Sistema Nacional de Planificación, con diferentes niveles de gobierno y organizaciones de la ciudadanía, teniendo como función principal la aprobación del Plan Nacional de Desarrollo, cuya estructura de organización territorial nacional y las competencias institucionales impulsarán la planificación en el territorio articulando objetivos, políticas, estrategias y metas de interés local, provincial, metropolitano, regional y nacional.
La planificación y su relación con el presupuesto público, tradicionalmente desarticuladas, también se conciben actualmente con una fuerte interrelación para mejorar la calidad del gasto. Los productos y resultados esperados de la planificación pueden ser continuamente verificados en su ejecución, facilitando los correctivos en forma oportuna. Hablamos así de la construcción sistemática de cultura de participación y de una armonía continua y permanente entre planificación y presupuesto, en el marco de una visión de país con acciones articuladas desde los Gobiernos Autónomos Descentralizados, para la optimización de recursos, el desarrollo equitativo y sostenible.
Es necesario resaltar la importancia de la planificación en el campo institucional, como la herramienta gerencial de administración pública, estratégica y operativa. En el marco de las competencias, cada organización o institución, tiene desde su constitución una misión específica; la razón de ser y existir de la institución constituye entonces una delimitación de competencias, pero al mismo tiempo, una invitación abierta para actuar en complementaridad, en el marco de los propósitos del desarrollo con los actores involucrados. La planificación institucional define corporativamente la visión institucional.
Sin embargo, en cada institución es fundamental generar apropiación de la finalidad, valores y objetivos institucionales, con compromisos en todos los niveles administrativos: directivos, ejecutivos, asesores, operativos, de apoyo. Este enfoque corporativo proporciona identidad institucional, un clima organizacional, políticas con estándares de excelencia, aprendizaje continuo y un alto nivel de desempeño.
La planificación entonces es un eslabón entre la actuación institucional, los consensos de respaldo a una estrategia global de desarrollo y sus prioridades, la satisfacción de demandas sociales, la coordinación complementaria de actuaciones y el alineamiento de acciones interconectadas para producir los resultados e impactos deseados a nivel nacional, bajo reglas específicas orientadas a conseguir el bien común o el buen vivir.
En los Gobiernos Autónomos Descentralizados, el escenario de planificación debe prever una estrategia de desarrollo en la cual uno de sus componentes principales es el territorial, teniendo presente la misión y la visión institucional; lo territorial al ser un espacio donde se articulan los aspectos económicos y sociales, es una instancia importante para la adecuada relación entre los seres humanos y la naturaleza, pues la localización de las actividades económicas debe respetar las características del patrimonio natural, en la medida que ésta debe beneficiar a las presentes y futuras generaciones.
En el marco normativo vigente, el componente de planificación del ordenamiento territorial está conformado por el análisis y definiciones técnicas de la estructura territorial, potencialidades y vocación del suelo, recursos naturales, biodiversidad, capacidad de soporte del territorio, y sobre todo, mira a entender las características socio antropológicas de los grupos humanos que habitan y conviven en esos hábitats.
La planificación territorial constituye un componente vital que orienta el desarrollo, determinando las condiciones existentes para la ocupación y uso racional del suelo, las restricciones sobre usos inconvenientes o de impacto negativo, y las opciones que no comprometen recursos destinados a las nuevas generaciones, ni la sustentabilidad ambiental o los límites de capacidad de soporte existentes.
La planificación, por consiguiente, está presente en el desarrollo institucional, en lo territorial, en el ser humano; sin embargo, no puede practicarse al margen de valores y principios de equidad, representatividad, legitimidad, rendición de cuentas, solidaridad y subsidiariedad, que le dan la verdadera trascendencia y estándares de excelencia. No es un esfuerzo aislado sino esencialmente de solidaridad y compromiso para beneficio de los actores involucrados y de la humanidad. Sin embargo, estos valores, a su vez, dependen en gran medida de la calidad personal de nuestras actitudes.