Por Marco Tello

 

Marco Tello
"Consideramos que por encima del interés que su materia biológica pueda ofrecer para la ciencia, está la necesidad de conservar un objeto tan maravilloso, un juguete cósmico digno de ser preservado en su integridad geológica amenazada por la voracidad de estos insectos dotados de una rudimentaria inteligencia que les inclina a la autodestrucción"


"Es el atardecer del sexto día. La misión que nos fuera confiada por S. D. M. se ha detenido un instante en la observación de un fenómeno que entusiasma a la tripulación. Un cuerpo celeste diminuto sigue en dirección perpendicular a la nuestra, escoltado en su girar por un cuerpo aun más pequeño, de coloración plateada. Creemos que se trata de una más entre las innumerables concentraciones de polvo cósmico flotantes en el espacio; pero nos sentimos atraídos por la atmósfera intensamente azul que lo circunda, variando de intensidad conforme cabecea alrededor de su centro de atracción, como una fruta ciega recién lanzada al abismo por la rotación de los cuerpos interestelares.

"Precisados a reducir la velocidad al mínimo, a menos de cien kilómetros por segundo, permanecemos de este modo, casi inmóviles, examinando el interior de nuestro hallazgo. La superficie se agita por el movimiento de una sustancia líquida que, con probabilidad, es la que se refleja en la coloración de la atmósfera celeste. Algo que sorprende es el destello de unas luces que oscilan sobre el oleaje, en buen orden y disposición, como libradas del azar por algún tipo de inteligencia intergaláctica. Más allá, esmaltan el crepúsculo unos globos de fuego que estallan muy lejos de sus puntos de origen, lo que por un instante nos lleva a recordar los antiguos resplandores que precedieron a cada cataclismo que aniquiló las especies anteriores a nuestra civilización.

"El asombro aumenta cuando, afinados los cristales, descubrimos sobre la superficie no inundada por el líquido una variedad de objetos adheridos a las rocas. Afinando la mira principal un poco más, se revela   en nuestra pantalla exterior la verdad sobre el mundo quizá nunca imaginado que transmitimos desde la cabina de nuestra nave mayor para conocimiento de S. D. M., apelando a vuestra infalibilidad sobre lo que hemos de hacer, antes de proseguir nuestra misión de limpieza cósmica, con los seres extraños que pueblan este planeta, algunos de cuyos ejemplares tratamos de succionar con destino al laboratorio interplanetario.
 
Sin embargo, consideramos que por encima del interés que su materia biológica pueda ofrecer para la ciencia, está la necesidad de conservar un   objeto   tan   maravilloso, un   juguete cósmico
 

digno de ser preservado en su integridad geológica amenazada por la voracidad de estos insectos dotados de una rudimentaria inteligencia que les inclina a la autodestrucción. Coloreamos los detalles que podrían perder vigor y nitidez al atravesar el agujero negro que nos separa del comando central.

"Esta toma, por ejemplo, deja ver desde el espacio la forma en que se trasladan sobre la superficie. Unos avanzan en dos extremidades; otros sobre cuatro; algunos que caminan en dos llevan atados por un extremo a los que andan en cuatro; según parece, los han sometido a su servicio de tal modo que hasta se dejan sacrificar para el sustento de sus amos. Hemos pulsado la señal de retrospección ubicada en el dispositivo de control y hemos acercado las cámaras para descubrir similares diferencias establecidas, por ejemplo, debido al color de la piel. Estos que asoman en primer plano, pintados de negro alrededor de su líder, iban un tiempo encadenados por sus congéneres revestidos de piel blanca; es fácil imaginar lo que ocurrirá cuando se produzca un intercambio de papeles. Más allá del espectáculo que brindan las olas acariciadas por la brisa, se ven unas columnas de humo que perforan la atmósfera azul y ennegrecen la superficie toda del planeta. Las explosiones y los gritos que siguen a la lluvia de fuego provienen de las grandes batallas que libran entre sí por causas que escapan a nuestro entendimiento; pero que permiten adelantar la idea de unos seres primitivos, despreciables, cuyo odio puede trastocar en este punto el orden de la naturaleza cósmica, algo vedado por las leyes que norman la conducta intergaláctica. Esta es la última toma. Hará sin duda sonreír a V. D. M. Un grupo compacto de seres, quizá los más insignificantes del universo, avanzan entre la humareda y los escombros proclamando en sus banderas la inexistencia de Dios. Dígnese S. D. M. absolver nuestra consulta sobre el destino de estos pequeños bárbaros. Mientras circunvalamos a la espera de vuestra suprema decisión, los extintores permanecerán activados en las naves hasta la primera luz del "

Al pie del documento metálico hallado entre los restos humeantes de la nave, quedaban los rasgos iniciales de un nombre borrado por el fuego.
 
 
 

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